viernes, 16 de noviembre de 2012

Polémicos, originales y folclóricos: Opiniones sobre el tema de la originalidad del arte en Honduras









 Lester Rodríguez
José Guadalupe Posada




Por Lester Rodríguez
Artista


“Si nos quitan el derecho a robar ideas, 
¿de dónde saldrán entonces?”

Roger Meyers Jr.
En un capítulo de Los Simpson.





Desde hace algunos meses una polémica ronda por el árido paisaje de la producción visual en Honduras, el tema en cuestión es otra vez el incipiente y espinoso asunto de la originalidad y con él, las famosas acusaciones de plagio. Dichas polémicas y señalamientos de un lado a otro no constituyen una novedad, la discusión –si es que podemos llamarla así- no es algo que se viene manejando, desde la inauguración de la Bienal de Artes Visuales de Honduras en Septiembre pasado (para poner un ejemplo), de hecho existen precedentes que ponen en escena supuestos incidentes al parecer relacionados a una debilidad ética por parte de un o una artista para reconocer la autoría primigenia de otro.

No son pocos los casos en donde el tema vuelve una y otra vez como una sombra que acecha detrás de la puerta. Uno de los casos más sonados en nuestro contexto fue el de la obra Doble Rojo del artista Nerlin Fuentes en 2006 en donde al artista se le acusaba de hacer copia de otro artista con el cual compartía coincidencias formales, pero quizá el caso más reciente y la razón por la cual escribo el presente artículo, es el referido a mi persona y la pieza “Enjambre” presentada durante la muestra personal Deriva Continental desarrollada en 2012 en la Alianza Francesa de Tegucigalpa.


Para poner en contexto los hechos comenzaré por mencionar que durante el año 2009 poco después de regresar de la Habana comencé a trabajar junto al artista Darvin Rodríguez en el diseño de unos planos preparativos de una muestra personal que incluía una instalación de cientos de aviones de papel dispuestos como una espiral desde el techo del espacio donde se iban instalar, dicho proyecto se desprende de la pieza 2,000 barcos de combate presentada durante la Bienal de la Habana. Al dar forma a la idea, la instalación se presentó en el año 2012. “Enjambre” -nombre de la obra- es una de las tres piezas que daban cuerpo a la exhibición, y la misma responde al tema del desplazamiento como una referencia. Hay una apuesta por la construcción de un paisaje (a manera de objetos de combate) y que redefinen nuestra visión, no sólo de frontera, sino también la amenaza latente de la guerra. De ahí también el sentido que la instalación bordeara todo el espacio de la sala y envolviese el resto de la muestra. Aludiendo a la objetividad, el producto no se ha distanciado de los intereses y conceptos desarrollados durante los últimos 10 años en mi trabajo.


Hace unos tres meses aproximadamente recibí imágenes de la artista singapurense Dawn Ng, quien usa el mismo recurso formal. Me pareció bastante interesante el hecho de encontrar puntos de coincidencia; si bien es cierto no hay cercanía conceptual, la hay en la resolución formal del asunto.

Tal y como sucedió con la obra de Nerlyn, (y anteriormente con trabajos de Gabriel Galeano, entre otros) el sector productivo -e improductivo- del arte local hizo revuelo. En todos los casos de acusación de plagio ha faltado una discusión a la altura sobre el tema. Podría decirse que no ha existido discusión alguna, siendo un tema resuelto, empacado, desempacado y reutilizado en el resto del mundo. Es decir, no se aprovecha toda la literatura y el análisis que al respecto viene invirtiendo el arte universal, desde hace varias décadas.


Dicho lo anterior, quisiera entonces referirme al problema de la originalidad, que a mi criterio se desprende de una anquilosada y deformada concepción moderna sobre la cual el artista actúa bajo ciertos parámetros. Pienso que nuestra concepción del mundo y la realidad está de manera permanente mediatizada de forma transversal por la imagen, si hay algo que es omnipresente en nuestra sociedad contemporánea es posiblemente la presencia diaria del flujo de información e imágenes que de modo constante redefinen nuestra concepción y puntos de vista sobre las ideas y las cosas.


En un contexto precario como el nuestro –y con esto hago un paquete de la región centroamericana- no es extraño que en ocasiones ciertos atisbos de folclore provincial y malinchismo disfrazado de una falsa reserva moral salgan a luz. Contrastando con lo anterior, creo que es difícil pensar en la posibilidad de que en un momento de la historia con tantos vínculos y redes de intercambio, tanto artistas o filósofos no encuentren en algún momento puntos de coincidencia a pesar de las barreras latitudinales o contextuales. Siendo más claros, vivimos permanentemente expuestos, lo que significa en cierto modo que el sólo hecho de pensar el arte como una carrera anclada a criterios de originalidad y novedad es bastante ingenuo. En este sentido, pienso que a pesar de mi desconocimiento del trabajo de Dawn Ng, no pasaba desadvertida la posibilidad que, siendo en este caso el recurso del avión de papel tan popularizado, solamente yo podría plantearme su uso para propósitos artísticos.


Si bien es cierto que es algo deseable que el artista logre consolidar una voz propia dentro del amplio abanico que es hoy en día el arte contemporáneo, también es cierto que esa voz no es el producto incubado bajo la seguridad de una torre de marfil. Muy por el contrario, creo que es el resultado de un conjunto de experiencias y aprendizajes colectivos que vamos interiorizando con el paso del tiempo. Frente a esto entonces surgen las preguntas más elementales del tema (pero no por ello fuera de contexto) ¿En qué radica la diferencia entre las dos obras? ¿Qué valores estéticos y conceptuales guarda para sí el proyecto presentado en Honduras? ¿Son la originalidad y lo nuevo, criterios para evaluar la producción contemporánea? Para mí la respuesta es simple y creo que a su vez las preguntas mismas resuelven el conflicto: en primer lugar, partimos de dos contextos no solo geográficamente distintos, sino también de preocupaciones bien particulares que responden a situaciones de orden social e histórico diversos, por otro lado, el proyecto realizado en Honduras responde a ciertas características propias de aspectos que han estado presente en mi trabajo desde un inicio como ser lo político y lo social como puntos de referencia, y por último, tal y como lo señala Bourriaud al respecto de la Post producción en el arte contemporáneo, una de las características de los procesos creativos de nuestro tiempo es la capacidad de reprogramar situaciones y objetos que a su vez son extraídos de una matriz social compartida por todos. También es necesario mencionar que las características que han definido mi proceso como artista han sido precisamente las de una sistematicidad y articulación entre un proyecto y otro. Muy lejos de considerar que una obra de otro artista que posee valores estéticos similares a una pieza mía desvaloriza lo realizado, pienso que por el contrario sitúa la obra en un diálogo con estos otros procesos, aunque sean circunstancialmente.


Por otro lado, creo que lastimosamente nuestro mundo está definido no por las ideas que se discuten, sino por las que se dan por sentadas. A veces estamos muy dispuestos a creer que nuestra producción es solamente derivativa de lo que ocurre en las otras esferas del reducido mundo del arte, por dicha razón, en no más de una ocasión, se pone en duda el valor y competencias creativas de nuestros artistas, así como su ética de trabajo. Considero que la ética de trabajo de un creador va más allá de la simple indagación formal que lo aleja de otros artistas. Creo que la ética de un artista está definida por la coherencia de sus ideas, y el consecuente desarrollo de las mismas en la vida cotidiana, algo que he procurado mantener permanentemente.


Por último, el objetivo de esta reflexión, como lo mencioné en un inicio no tiene la pretensión de convencer a nadie sobre culpabilidades e inocencias, no es algo que en lo personal necesite. En todo caso, lo que si espero es poder invitar a un tipo de diálogo más responsable, pero a la vez más preocupado sobre otros aspectos relevantes para el escenario local. 






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