miércoles, 28 de diciembre de 2011

Chita Muere

Chita





Los Ángeles, 28 dic (PL) 


En algún lugar de lianas enmarañadas y gigantes árboles, en el frondoso imaginario de millones de personas alrededor del orbe, Tarzán está de luto: su mejor amiga, la mona Chita falleció tras un fallo renal a sus 80 años.

El longevo animal murió el pasado 24 de diciembre -informó en su web el Suncoast Primate Sanctuary Foundation, en Florida, Estados Unidos-, mientras que en medio mundo brillaban luces navideñas y algunos entonaban auspiciosos villancicos.

Chita (Cheeta, en inglés) -pese a no aparecer en las novelas originales de Edgar Rice Burroughs- protagonizó en los años 30 del siglo XX la célebre saga cinematográfica de Tarzán, junto al estadounidense Johnny Weissmüller, aquel buen mozo de origen austriaco, cinco veces campeón olímpico de natación y dueño de más de 60 plusmarcas universales.

Entonces el primate vivía su más tierna juventud, pero aun así conquistó a nuestros abuelos y a sus padres, cobijados, en cualquier sala oscura, de la inclemente realidad de la crisis económica mundial y de los negros heraldos que anunciaban la próxima gran guerra.

Tal vez porque los chimpancés comparten el 96 por ciento del genoma humano, Chita fue el lazarillo del joven Tarzán y luego su mejor escudero a la hora de encarar los mil peligros de las selvas africanas, donde el héroe, aun alejado de la civilización, demostraba su improbable primacía sobre la naturaleza.

Fue madre, hermana y acaso hasta novia silenciosa de aquel épico mono lampiño. Creo que siempre tuvo celos de la rubia y advenediza Jane (Maureen O'Sullivan); las escenas de Chita entre los fuertes brazos del protagonista parecen denunciar algún sentimiento prohibido.

El histrionismo del primate cautivó desde el principio.

Quizás a alguno le pareció superior al de Weissmüller, pero cuando años después se supo que la mona Chita en realidad era un macho chimpancé, todos sus seguidores quedaron atónitos, desubicados ante la incongruencia, fascinados por la mágica potencia del cine y de sus fabulaciones.

La travestida Chita embrujó a todos.

Contribuyó a perfilar la seductora y racista idea de que el hombre blanco natural, el más básico representante de Occidente y Norteamérica -aun en la total ignorancia de la civilización-, pertenece a una escala superior de humanidad que las feroces tribus negras del África salvaje.

¿Cuántos negros y mestizos de este lado del mundo, alucinados por el embrujo del séptimo arte, desearon en la penumbra de las salas que Tarzán acabara con sus antepasados? 

La mona (o mono) -que conquistó las lunetas como sus congéneres fantásticos de El planeta de los simios o el celebérrimo King Kong- hizo su inolvidable aporte al imperio propagandístico de Hollywood, pero, de cualquier modo, tiene un escaño en el panteón universal del arte y en la imaginación de millones de cinéfilos.

Algunos se han cansado de decir -diarios prestigiosos y acuciosos periodistas- que la interfecta criatura no es aquella que presenció el vigoroso abrazo de Tarzán con el descomunal cocodrilo en las turbias aguas de un río artificial, que para varias generaciones de fanáticos continúa fluyendo en medio de una oscura jungla tropical.

Los chimpancés viven apenas 40 años en libertad y 60 en cautiverio, ¿cómo pudo entonces sobrevivir casi 28 años al propio John Weissmüller (1904-1984), su co-estrella y amo hasta la década del 60 de la pasada centuria? 

Muchos dudan, aunque haya entrado por su presunta edad en el Libro de Records Guiness.

Debbie Cobb, de la reserva Suncoast, señaló a la prensa que Chita amaba pintar con los dedos y el fútbol americano y entendía muy bien los sentimientos humanos.

"Sabía exactamente si uno tenía un día bueno o malo. Y cuando pensaba que malo, intentaba continuamente hacer reír", agregó.

Acaso todo esto sea apenas alimento de un mito que los siglos forzosamente desecharán. Lo único cierto es que, por ahora, Chita -ignorante de cualquier filosofía- se apresta a pasar entre nosotros sus próximos 80 de vida eterna.


.....................


Madrid, 28 dic (EFE).- 

La popular mona Chita, que protagonizó en los años 30 y 40 doce películas de Tarzán, falleció a causa de un fallo renal en el refugio de animales The Suncoast Primate Sanctuary de Palm Harbor (Florida, EEUU), ha informado esta institución.

El fallecimiento se produjo el pasado 24 de diciembre, según informa esa fundación en su página web, donde ha puesto a disposición de los fans de la mona Chita un apartado para dedicarle un último adiós.

La famosa acompañante de Tarzán, que tuvo cerca de una decena de chimpancés que la sustituyeron en rodajes de secuencias de la saga, recibió en 2006, con motivo de su 74 cumpleaños, un homenaje y el premio Calabuch por sus méritos artísticos en el Festival Internacional de Cine de Comedia de Peñíscola.

(Agencia EFE)







.............................



viernes, 23 de diciembre de 2011

FELICIDADES POETAS





 
PERO VAS A SEGUIR CON LA PUTA

 




Tus ojos verán algún día, sin saberlo, a la bella sin nombre, a la loca, a la maldita perra, tan esquiva, buscando a un hombre sólo por su verga. Entonces vos, maldito poeta, renegado poeta, te vas  a dar cuenta que lo hace porque vos estás ahí. Vas a estar ahí, condenado y absuelto, enterrado en el prejuicio, en el amargo desprecio a vos mismo. Su vida, aparentemente armoniosa  ocultará el desastre. Y la vas a ver bebiendo su cerveza con estilo, en un vaso alto, o en una copa, y sonreirá altiva, soberbia. Y vos vas a intentar llamar su atención porque es a vos que te dice todo, pero no te escucha la maldita. Vos sabés que entre más te ignora, más quiere captar tu atención porque su plan es arruinarte, echarte a perder. Y vas a querer describirlo todo, conservar cada detalle para restregárselo en el pico un día, pero la maldita sigue así, con su pierna cruzada como puta barata, lujuriosa puta para otros, pero para vos nada. Entonces te vas a dar cuenta que ella es la poesía, la puta poesía, la maldita poesía que te ha hecho verga la vida. Por ella has escrito miles de versos perfectos, por ella te has desvelado miles de noches, te has bebido miles de cervezas y te has fumado miles de porros, sólo por encontrarla o por celebrarla, y cuando la ves, sabiendo vos que ella, al fin ahí, te ignora de esa manera tan vil. Y estás seguro que es ella, no puede ser otra. Es la maldita perra, la poesía, la puta; por ella sos un vil y arruinado poeta, un andrajo humano, full sentimientos, full caravana de pendejadas nocturnas, full palabras bellas. Vos, hijo de puta, poeta, mierda, tenés que despertar de inmediato, darte cuenta de lo que pasa. Tenés que dejar la culerada de estar viendo a la perra como un baboso. Tenés que hacerte hombre, renegar de esa postración.

Si te levantás y te vas a la verga no vas a saber qué  pasó con ella. Si te quedás como un imbécil, vas a sufrirla toda la noche porque ella está ahí sólo para arruinarte.

Buscá entonces un papel, un lápiz cualquiera, un fósforo quemado, y empezá a escribir cualquier culerada. Pero escribí eso. Lo que te hace, no hagás tonterías.

Te lo voy a dictar. Escribí:

La puta tiene, en vez de cabeza, un pedazo de vidrio, una mosca baila en derredor de mi nariz. Arde preciosa, ¡Zas, plas, chaz! Muere. Había una vez una putita llamada poesía que coqueteaba con todos menos conmigo. Yo empecé a lamentarme como un vil pedazo de mierda y ella se encariñó más en joderme.

Ya. Dejá de escribir.








domingo, 11 de diciembre de 2011

Jorge Martínez Mejía: LA ESPIGA FÚNEBRE





Por Jorge Martínez Mejía

La espiga fúnebre


I




Desprendida
y elevada,
una hoja del árbol
bajo el ámbar violento
raya el cielo.






II



Quieto el árbol con su lengua
de hojas contra el cielo
dibuja su sombra
desde la raíz
y da vida,
florece,
hace moho,
pudre el aire,
escupe sus hojas,
y un tatuaje perfecto en su corteza
es una historia
tal un látigo de lluvia
quiso detener su crecimiento,
una vez semilla.






III






Una y otra vez
la llaga lluviosa
del cielo
golpea la rama donde un pájaro
bajo el ala
su cría,
ya sin música,
en su ojo muerto
su vuelo
al fin roto
en miles de fragmentos
y cuchillos,
devuelve la vida.




IV






La luz.

Sólo por ver cortada
su espiga fúnebre,
y su redondeada bóveda
despierta en el dolor de un párpado lentamente abierto
a despecho del viento
o el navajazo del aire
entre la hierba,
o heridas las alas de una mariposa
en implacable embestida.


Más destructora te alzas, más ciega,
más dura en el hondo refugio de tu sombra,
y simple tu abrazo y tu beso desnudo
del brillo se alimentan.





V



De las hojas el exquisito
lenguaje nunca leído
se mecía
en melodiosa telaraña
sin estilo,
pero amarillento
en luz mortal,
breve,
sin gloria,
un torvo sol.


Y en su afán de mariposa,
una hoja de celinda
apagó el mundo.




VI


Oda

                A André Bretón




La vida sin los colores más vivos.


La hora terrible de llamas frías,
piedras y charcos.


La vida con sus cicatrices, con su tumba,
con su presencia de nada, con su juego de morir.


Sólo cerrando los ojos la vida se hace larga
como miles de collares
apagados.


Y es bella oscura
y virgen.





VII


Sólo por mirar hay quien no reconociera
la mutilada voz de este poema
en el vasto espectáculo.


Tal una enredadera vista desaparecer de pronto
donde una vez un muro
también su sombra sostenía.


Sobre la carcoma del aire sube su lastre,
su muñón,
su tos de felpa,
y no hay forma de callar el ruido
y su cojera.


No lo perdones tú, deja que siga,
deja que raspe la poesía.


Atento a la quejumbrosa voz,
un aporrear, un martillazo,
un estornudo, quizás,
es la belleza.





VIII




Vuela, buitre,
revienta el aire, mancha, incendia,
roe la cima;
traza tu garabato en la altanera blancura.

Fornica.
Desciende tu beso
al ojo en que se mira la muerte.

Picotea, amamántate
como antes
en la oscura leche.

A la vieja humedad de la luz,
al brillo esquivo,
a la escarcha que recuerda la tibieza
en la carroña; no la desdeñes.

Y no te apresures,
la noche va en tus alas.




IX



A la vieja usanza
y ciega
la tarde
en tus ojos
se miraba.

Y jamás tu hocico intacto de luz
tuvo más vasto
florecer, más bello fango.

Un mundo tu corazón
o el estiércol,
y el hedor una burla
en la plácida curva celeste.

Concluye tu canción,
alábale con todos tus demonios,
y come el detritus
de los dioses.











Para conocer más del escritor hondureño Jorge Martínez Mejía, vaya a su sitio: www.jorgemartinezmejia.blogspot.com



martes, 6 de diciembre de 2011

Richatd Wilbur





Samuel Herman Gottscho: New York






Do menor




¿Beethoven en el desayuno? ¿El alma humana,
aunque acechada por impulsos vacíos,
triunfando sobre la duda y la desesperanza
-mientras copos de cereal crepitan en la sartén-?

Tienes razón en apagarlo y dejar que el día
empiece al azar; quizás un carpintero
picoteando entre los arces, la inquina de un grajo,
o algo en el buzón que te haga detener

y quedarte en la grava de la entrada, la sombra inmóvil,
la frente baja, recorriendo las hojas que sacaste
hasta que la infausta o feliz noticia
sea leída.

El trabajo del día será decepcionante o no,
dando al menos un poco de placer en el esfuerzo.
Alguno de nosotros, al escardar la huerta
-a menos que llueva, por supuesto-

acaso disfrute el tejido de la luz en los penachos de hinojo
y el rocío, igual a mercurio, en las hojas de repollo;
o se levante y pasee por cuartos demasiado familiares,
frustrado e insatisfecho.

¿Se romperá algún plato? ¿Comprenderemos algo nuevo?
¿Nos sentiremos solos, y consolados por el amor?
¿Qué silbaré cuando parta la leña?
¿Será frío el viento de la noche?

¿Cómo saberlo? Y aunque estuviéramos destinados
a sufrir inmensamente, a soportar grandiosamente,
escucharlo todo preanunciado, como en una obertura,
no ayudaría.

No hay nada que hacer con un día excepto vivirlo.
Dejemos la música para la noche, cuando la luz muere
-adustamente, o con gloria- y podemos darle
algo que organizar.





C Minor



Beethoven during breakfast? The human soul,
Though stalked by hollow pluckings, winning out
(While bran-flakes crackle in the cereal-bowl)
Over despair and doubt?

You are right to switch it off and let the day
Begin at hazard, perhaps with pecker-knocks
In the sugar bush, the rancor of a jay,
Or in the letter box

Something that makes you pause and with fixed shadow
Stand on the driveway gravel, your bent head
Scanning the snatched pages until the sad
Or fortunate news is read.

The day's work will be disappointing or not,
Giving at least some pleasure in taking pains.
One of us, hoeing in the garden plot
(Unless, of course, it rains)

May rejoice at the knitting of light in fennel-plumes
And dew like mercury on cabbage-hide,
Or rise and pace through too-familiar rooms,
Balked and dissatisfied.

Shall a plate be broken? A new thing understood?
Shall we be lonely, and by love consoled?
What shall I whistle, splitting the kindling-wood?
Shall the night wind be cold?

How should I know? And even if we were fated
Hugely to suffer, grandly to endure,
It would not help to hear it all fore-stated
As in an overture.

There is nothing to do with a day except to live it.
Let us have music again when the light dies
(Sullenly, or in glory) and we can give it
Something to organize.






.............................................................................................

El poema anterior es una versión de Gerardo Gambolini.

Richard Wilbur nació en Nueva York y fue criado en North Caldwell (Nueva Jersey).2 En 1942, se graduó del Amherst College y entre 1943 y 1945 sirvió en el Ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Luego de abandonar el Ejército, Wilbur realizó estudios de posgrado en la Universidad Harvard. Después de esto, enseñó en la Universidad Wesleyana por dos décadas y en el Smith College por otra década más. En la Universidad Wesleyana, Wilbur impulsó la creación de la Wesleyan Poetry Series publicada por la Wesleyan University Press.3 4 Wilbur se casó con Charlotte Hayes Ward en 1942, luego de su graduación del Amherst College.

Carrera

Cuando tenía 8 años, Wilbur publicó su primer poema en la John Martin's Magazine. Su primer libro, The Beautiful Changes and Other Poems fue publicado en 1947. Desde entonces ha publicado varios poemarios. Wilbur también ha trabajo como traductor, especializándose en las comedias de Molière y los dramas de Jean Racine.

Wilbur también escribió letras de canciones, aunque no es muy conocido por esta faceta. Él escribió algunas de las canciones de la opereta de 1956 Candide, incluyendo "Glitter and Be Gay" y "Make Our Garden Grow."

Wilbur ha recibido numerosos reconocimientos por su labro. En 1983, recibió el Drama Desk Special Award por su traducción de El misántropo. En 1957, recibió el Premio Pulitzer en Poesía y el National Book Award por su poemario Things of This World. En 1971, recibió el Bollingen Prize, entregado por la Universidad Yale. En 1987, Wilbur sucedió a Robert Penn Warren como Poeta Laureado Asesor en Poesía de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. En 1989, ganó su segundo Pulitzer, en esta ocasión por el poemario New and Collected Poems. En 2006, fue galardonado con el Ruth Lilly Poetry Prize. Ha sido miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras desde 1957.


Samuel Herman Gottscho, 1875 New York, 1971 Jamaica, fue un fotógrafo de arquitectura y paisaje. Adquirió su primera cámara en 1896. Entre 1896 y 1920 se dedica a la fotografía a tiempo parcial. Con 50 años se profesionaliza. Durante este periodo sus trabajos aparecen en American Architect and Architecture, Architectural Recordy New York Times. Entre 1940 y finales de los 60 colaboró regularmente con el Times.