martes, 26 de febrero de 2013

La vergüenza de vivir en Honduras



 
 


 Por Jorge Martínez Mejía

 
Cuando "los de arriba" ya no pueden, y "los de abajo" ya no quieren, estamos ante una "situación revolucionaria"
Lenin
 
 
 
En el famoso video "El Tigre Bonilla, la cara del mal en Honduras", independientemente de quién lo haya filtrado, es necesario detenerse no en el dato del 2009, relacionado con el ingreso del presidente Zelaya a través de la frontera con Nicaragua, sino en el video de la masacre de los dos jóvenes que no pudieron salvarse de semejante atrocidad. 
 
Sería una verdadera estupidez no concentrar la atención en tan importante documento que no ha sido todavía leído con la atención adecuada. En dicho documento, en el que se logra observar el modus operandi de un escuadrón de exterminio abierto, se pueden percibir no sólo el hecho de la emboscada, la fuga oportuna de tres de los cinco jóvenes, sino un mecanismo orientado a una finalidad que vale la pena desentrañar.
 
Si existe un objetivo en este operativo de exterminio, quizás no se encuentra en la satisfacción de una morbosidad absurda. Se trata de una actividad coordinada. Dos vehículos tipo camioneta de la que bajan de manera estructurada cuatro individuos de cada vehículo y realizan una acción de ejecusión express.  El primer vehículo se detiene y a toda prisa bajan de él cuatro individuos, algunos portando cierto tipo de chaleco, todos armados, detienen, encañonan, y sin preámbulo ejecutan a los dós jóvenes que no pueden más que recibir la más brutal e inesperada de las muertes. Los otros tres jóvenes que salen corriendo perciben desde su ángulo el grave peligro y huyen en veloz carrera. Los otros cuatro individuos que han bajado, también a toda prisa de la otra camioneta, les disparan lo más pronto que pueden y les persiguen unos veinte pasos, luego regresan mientras los otros cuatro montan guardia y ejecutan a los dos jóvenes que yacen indefensos.

Yo creo que se trata de un ejercicio militar de exterminio urbano, y supongo que este tipo de ejercicio se ha implementado a partir del golpe de Estado del 2009. Digamos que también podría tratarse de un ejercicio militar de una banda de entrenamiento de sicarios, pero yo prefiero pensar que se trata de un grupo paramilitar que realiza ejercicios de entrenamiento no sólo para desarrollar la destreza de disparar certeramente, sino para insensibilizar aún más al humanoide. 
 
Si estoy en lo cierto y no se trata nada más de una "escuela de sicarios" sino de un escuadrón militar urbano de eliminación selectiva, entonces, sí, realmente "los de arriba" ya no pueden gobernar", pero los de abajo todavía no se dan cuenta del todo. Si mi percepción no me engaña, este video es ´más importante que el de la "planificación, captura o asesinato de Mel".  
 
Pero sería totalmente ilusorio pretender que no se trata de una verdadera corporación de sicarios que ha construido un escenario de terror en todo el país con el propósito de insensibilizarnos respecto de la masacre continuada en que vivimos. Desde esta perspectiva, la ola de criminalidad violenta, el alto índice de asesinatos que ya supera a los 88 por cada 100 mil habitantes, es responsabilidad directa de las estructura policiales y militares.
 
Este sólo dato faculta al Soberano, al pueblo hondureño, para pedir la cabeza no sólo del Director de la Polícía, del Ministro de Seguridad, sino la del presidente Lobo, la del presidente del Legislativo, y la del presidente de la Corte Suprema.  Pero ¿Es esto una ilusión? ¿No puede existir en este país un reclamo inmediato que mande al carajo a tanto criminal empotrado en las estructuras policiales y militares? ¿Vamos a tener que esperar a una elecciones para cambiar semejante bochorno de gobierno? ¿O es que ya estamos suficientemente maduros de insensibilidad que no podemos percibir que es preferible morir armados en una guerra frontal a esperar que nos maten en cualquier calle como a perros?
 
El discurso que está detrás de estos crímenes en el que se observa un abierto y descarado desprecio por la vida, sin que las "autoridades" hagan nada, nos obliga a darnos cuenta que no pueden gobernar, y que nosotros estamos cansados de ver a nuestros hermanos hondureños caer como pollos sin que su vida ni su muerte reprsenten nada. Nos obliga a darnos cuenta que estamos en una situación revolucionaria, y que tarde o temprano esas armas serán dirigidas militarmente contra nuestro pueblo, a plena luz, porque su incapacidad de gobernar está directamente ligada a nuestra capacidad de tolerar la vergüenza en que se ha convertido vivir en Honduras.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

jueves, 21 de febrero de 2013

Un tropel de sangre





Sivno: Imagen de Jorge Martínez Mejía




Por Jorge Martínez Mejía




Recostado en un muro, en las afueras marginales de la ciudad, veo una rata muerta, ya apestosa. Es enorme, con sus orejas verdes, calcinadas.

Otra vez el día se ha desbordado como un trapo sucio. Bella, en la náusea en que todo concluye, la rata es la única verdad, cuajada en el crecimiento que asimilará la estúpida vida.

Un pastor de iglesia la derrengó a pedradas y a leñazos. Vomitando sangre aún, la arrastró con una pala y la lanzó contra el muro. Allí, entre periódicos viejos le prendió fuego, se sacudió las manos y se fue sin persignarse.

Ahora apesta el animal cocido y las moscas deambulan en el festín.

Sobre una roca pequeña, contra el muro hollinado, un niño vende pequeños balones de chocolate.

Más arriba, en el horizonte que imagino oscuro, vislumbro un tropel de sangre, imperturbable, corriendo hacia la luz brillante de miles de huesos pulidos por el viento.







(De Poemas para las ratas)




domingo, 17 de febrero de 2013

CONSIDERACIONES SOBRE POESÍA MEXICANA CONTEMPORÁNEA



Vientos del siglo. Poetas mexicanos 1950-1982
Margarito Cuéllar (Compilador,Coordinador,Prólogo,Notas), Mario Meléndez (Compilador, Notas), Luis Jorge Boone (Compilador, Notas), Mijail Lamas (Compilador, Notas)
Programa Editorial de la Coordinación de Humanidades/UANL
Colección: Poemas y Ensayos
México 2012
P.P. 544
Poetas de la muestra: Efraín Bartolomé, José Luis Rivas, Coral Bracho, Eduardo Langagne, Víctor Manuel Cárdenas, Héctor Carreto, Mario Santiago Papasquiaro, Ricardo Castillo, Vicente Quirarte, Víctor Manuel Mendiola, Fabio Morábito, Jorge Valdés Díaz-Vélez, Javier Sicilia, Luis Miguel Aguilar, Silvia Tomasa Rivera, Jorge Esquinca, Minerva Margarita Villarreal, José Ángel Leyva, Juan Domingo Argüelles, Baudelio Camarillo, José Javier Villarreal, Tedi López Mills, Sergio Cordero, Dana Gelinas, María Baranda, Roxana Elvridge-thomas, Jesús Ramón Ibarra, Jorge Fernández Granados, José Eugenio Sánchez, Samuel Noyola, José Homero, Ernesto Lumbreras, Felipe Vázquez, León Plascencia Ñol, Mario Bojórquez, Julio Trujillo, Claudia Posadas, Ofelia Pérez-Sepúlveda, Julián Herbert, Luis Vicente de Aguinaga, María Rivera, Jorge Ortega, Álvaro Solís, Balam Rodrigo, Carlos Adolfo Gutiérrez Vidal, María Cruz, Rogelio Guedea, Eduardo Padilla, Eduardo Saravia, Jair Cortés, Francisco Alcaraz, Hernán Bravo Varela, Óscar de Pablo, Iván Cruz Osorio y Alí Calderón.
El siguiente texto fue leído en la presentación del libro Vientos de siglo. Poetas mexicanos 1950-1982, el pasado 3 de marzo en el la Feria del Palacio de Minería.

Por Mijail Lamas



Ha sido superada la valoración de tradición de la ruptura que se extendió en México con mayor fuerza a partir de la publicación de Poesía en movimiento y que terminaría imponiéndose como “inconciente y secreta continuidad”, así como manera casi única y legítima del desarrollo del quehacer poético (impuesta gracias a la fuerte intervención de Octavio Paz en la vida cultural del país)[1]. En este escenario una nueva recopilación de voces de la poesía mexicana ya no atiende necesariamente a dicho precepto. El impulso de homogenizar la escena poética en un solo registro parece haber quedado atrás  para admitir que el eclecticismo y la heterogeneidad son un impulso legítimo de la modernidad puesta en crisis. Se debilita entonces la restricción de un canon que sólo admite un tipo de poesía que emplea recursos estructurales de “apertura” o tomados de las vanguardias históricas.


Muestra de este cambio son dos trabajos que anteceden al que hoy nos ocupa y que representan un acercamiento interesante al fenómeno poético nacional de los últimos diez años; me refiero a La luz que va dando nombre: Veinte años de la poesía última en México 1965-1985 El oro ensortijado, poesía viva de México. La primera propone una lectura desde la identificación de ocho distintos lenguajes de la poesía mexicana actual,[2] a la vez que alienta el diálogo y la discusión sobre las distintas interpretaciones del fenómeno poético y apoya la visión de una poesía mexicana diversa. La segunda propone una lectura que reúne una colección de poemas de importantes poetas vivos de México, de ahí la variedad de registros que, sin embargo, coincide en poemas de elevada precisión expresiva y una fuerte connotación delpathos, estos últimos como elementos estéticos de mayor valoración para los antólogos. Ambas privilegian la importancia del poema como objeto de estudio, por encima de la filiación estética de los autores.
Es por eso que mi contribución en Vientos del Siglo, coincide con estos dos esfuerzos al intentar definir de manera mucho más amplia las formas que impulsan nuestra poesía actual.
Tensiones de la tradición
 
El juicio recurrente acerca de que la poesía mexicana no ha corrido riesgos formales o de ruptura como la poesía sudamericana de vanguardia o aquellas que la preceden, ofrece un último intento por mantener vivo el cliché crítico de una literatura nacional conservadora. Sin embargo, para nosotros ser modernos (o posmodernos) se ha convertido en una fatalidad, habitantes del mundo contemporáneo. En el momento histórico en que surge Poesía en movimiento, se busca desprender las ramas de los lenguajes explorados durante el modernismo, que seguían presentes en muchos poetas descartados por los antólogos. Desde entonces la poesía mexicana sobresale por utilizar procedimientos que experimentan desde la connotación del pathos; la innovación formal atiende a una necesidad emotiva. Los poetas mexicanos que encarnan mejor el impulso de exploración y ruptura, en distintos niveles del lenguaje, han sido José Juan Tablada, Manuel Maples Arce, Salvador Novo, Gilberto Owen, Octavio Paz, Abigael Bohórquez, Gerardo Deniz, José Vicente Anaya, Max Rojas, David Huerta, Coral Bracho, José de Jesús San Pedro y Ricardo Castillo entre otros y se extiende hasta nuestros días. La importancia de estos en el escenario de nuestra lírica nacional nos dice lo contrario de aquellos que alegan una poesía mexicana conservadora. Tal vez se le reproche a la poesía mexicana no haber redundado en escuelas de manifiestos vanguardistas, no obstante, sus individualidades han repercutido profundamente a nivel de la lengua en una indagación penetrante del fenómeno poético, del mismo modo que se han incorporado aquellos elementos que de las vanguardias han creído valiosos y desdeñado aquellos que por su afectada artificialidad poco o nada podrían aportar al corpus sustancial de su obra.
El fundamento de la experimentación formal de la poesía mexicana se cristaliza en una estirpe de poetas que se distinguen por reafirmar con Ramón López Velarde uno de los más altos postulados de nuestra poesía: “Yo anhelo expulsar de mí cualquier palabra, cualquiera sílaba que no nazca de la combustión de mis huesos…”. La emoción será entonces el signo distintivo de la mejor poesía mexicana.
En la poesía mexicana actual encontramos que los elementos que dan personalidad al discurso de la lírica son preeminentes. Se intuye con María Zambrano que la “poesía es vivir en la carne, adentrándose en ella, sabiendo de su angustia y de su muerte”[3] .
La poesía mexicana siempre ha estado en contacto con elementos de la oralidad (Renato Leduc, Efraín Huerta, Eduardo Langagne) y la búsqueda de una cadencia que puede ser dicha en voz alta y a la vez recordada (Octavio Paz, Jaime Sabines, Efraín Bartolomé), de ahí la noción de perdurabilidad que le es inherente. Por lo anterior la poesía mexicana no está en conflicto con la sonoridad de la versificación de acentuación prosódica o con las indagaciones hacia dentro de la preceptiva tradicional, esto se debe a su fuerte temperamento clásico (Bonifaz Nuño, Alí Chumacero).
Alí Chumacero
También conserva el amor por el significado por encima de las isotopías del significante, pero no es raro que se encuentre flexionando la frase poética -sin llegar a la incomunicación o al sinsentido (Salvador Novo, Abigael Bohórquez, Max Rojas). La poesía mexicana también ha mantenido una fuerte presencia del yo de la poesía lírica y a su vez ha explorado otras formas de la enunciación que acentúan la efectiva transmisión del pathos. La poesía mexicana recupera y actualiza estrategias de otras tradiciones como la galaico portuguesa, la poesía catalana, el epigrama latino o la lírica prehispánica, esta actitud es sensible de ser tomada de los “varios movimientos de ruptura [que] promovieron activamente la recuperación de tradiciones alejadas o despreciadas”[4] (José Juan Tablada, Octavio Paz, Bonifaz Nuño, Eduardo Lizalde, Francisco Cervantes).
Eduardo Lizalde
La poesía mexicana dialoga con otras disciplinas artísticas, aunque sigue considerando a la palabra como vehículo efectivo de su expresión. Como podemos observar el fundamento de la experimentación formal de la poesía mexicana se diversifica en muchas direcciones, siempre en busca de la perdurabilidad. Nuestros poetas también han atendido el cambio de sensibilidad que determinan los procesos tecnológicos actuales, incorporado a su poesía la fascinación por la inmediatez, el uso del léxico proveniente de la mercadotecnia, el mundo cibernético, el lenguaje de lo tecnológico, el discurso académico (sobre todo la jerga de la ciencia lingüística, ya sea como apoyo o parodia), el zapping, la chat poetry y el slogan, siempre como procedimientos que determinen nuestro estar en el mundo (José Emilio Pacheco, Francisco Hernández, José Eugenio Sánchez, Alí Calderón), donde la sensibilidad se modifica pero las preocupaciones humanas siguen siendo el amor, la muerte, la soledad, la nada.
Rubén Bonifaz Nuño
En los últimos tiempos se ha revalorado con nueva energía rasgos de la obra de tres importantísimos poetas mexicanos, dignos renovadores de la estirpe lopezvelardeana: Alí Chumacero (la pulida elaboración técnica), Eduardo Lizalde (la contundencia y la eficacia en el decir) y Rubén Bonifaz Nuño (la exploración formal y la manera en que su personaje encara la realidad del mundo), poetas que paralelamente a la poesía de Octavio Paz, crean obras tan singulares que enriquecen con una fuerte personalidad a nuestra poesía nacional.
Francisco Cervantes
También en estos tiempos se ha puesto mucho más atención a la poesía de Francisco Cervantes y Abigael Bohórquez, dos poetas que han sido poco atendidos por la crítica, el primero por la extrañeza que causa su propuesta estética que recupera estructuras y valores del pasado medieval galaico-portugués, el segundo por su abierta temática homosexual además su actitud combativa socialmente.
Abigael Bohórquez
Entre los libros que representan de manera eminente a la poesía mexicana más actual podemos encontrar Vivir al margen: poemas, 1981-1986 de Sergio Cordero, que mediante un uso eficaz de la silva crea poemas donde todo pende de un hilo ante el desastre; Fuego de Roxana Elvrige-Thomas, con poemas de una melodía cercana a los pies métricos latinos, donde la enfermedad y el dolor son formas de la expiación o la venganza; Los hábitos de la ceniza de Jorge Fernández Granados, es una esplendida escenificación del amor y los paraísos perdidos a través de una cuidada e inusual elaboración estrófica; Physical Graffiti de José Eugenio Sánchez, mantiene algunas formas tradicionales del verso, la prosa poética e incorpora tópicos de la cultura pop desechable y un tono humorístico bien logrado; El deseo postergado de Mario Bojórquez, es un libro con poemas de preeminencia heptasilábica donde se va creando un testimonio en que el conocimiento de la imposibilidad es a la vez desencanto y aprendizaje; en De las tantas voces de Ofelia Pérez Sepúlveda, que construye desde la asimilación de la oralidad una polifonía de fronteras geográficas y vitales; Hay batallas, de María Rivera realiza una cartografía del desconsuelo y el desamparo que nunca abandona la precisa musicalidad; Cantalao de Álvaro Solís, mitología de un pueblo imaginario que sólo es posible entre un río de largo aliento y un mar de imágenes entrañables; Ser en el Mundo de Alí Calderón, que echa mano de una buena cantidad de procedimientos clásicos que construyen una poesía de temática erótica que lo distingue de otros libros escritos por poetas de su generación; y finalmente Contracanto de Iván Cruz, que incorpora a su poesía el discurso de la historia a la vez que consigue un tono íntimo, pocas veces logrado en la poesía de tema social. Como podemos ver, estas obras, aunque parten de la emoción como un principio que las distingue, se han cristalizado en realizaciones muy distintas.
Una nueva muestra de poesía mexicana
Toda antología es polémica.
El trabajo que nos convocó también surge de este impulso que revisa con ojos mucho más atentos las expresiones de la variedad y que sin duda ha puesto hincapié en la búsqueda de la calidad de los poemas, tal vez resulten evidentes las discrepancias en el gusto de los antólogos. Sin embargo, también es indudable el diálogo y la discusión que rodea el consenso que se ha traducido en el trabajo final. Asímismo es evidente, como inédita, la mirada descentralizada de quienes fueron convocados para ello.
Para esta labor, y para decirlo con palabras de Geney Beltrán, se buscó a aquellos poetas cuya “escritura es un incendio íntimo del que no es posible salir intacto”[5]. Finalmente, en el balance general de este trabajo, el lector encontrará una poesía en la que predomina el reflejo boyante del alma humana.

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[1] Desde el principio la idea de crear una antología de poemas que “amenazaba con eliminar de cierto canon mucha poesía que es indudablemente moderna, pero que no emplea mecanismo formales o recursos estructurales de apertura”, fue vista con renuencia por Alí Chumacero y José Emilio Pacheco, antólogos también de Poesía en movimiento. Ellos reparaban en la necesidad de observar elementos “nada vanguardistas como la dignidad estética, el decoro y la perfección” (Stanton, Antony,Inventores de Tradición: Ensayos sobre poesía mexicana moderna, Fondo de Cultura Económica, Colegio de México, México, 1998).
[2] Motivados en buena parte por el ensayo de Jorge Fernández Granados “Poesía Mexicana de fin de siglo: para una calibración de puntos cardinales”, donde se reconocen cuatro tipos de lenguajes poéticos: poesía de imágenes, poesía referencial, poesía del intelecto y poesía del lenguaje.
[3] Zambrano, María, Filosofía y poesía, Fondo de Cultura Económica, México, 1939.
[4] Stanton, Antony, “Poesía y poética de Alfonso Reyes” en Inventores de Tradición: Ensayos sobre poesía mexicana moderna, Fondo de Cultura Económica, Colegio de México, México, 1998.
[5] Beltrán Félix, Geney, El sueño no es un refugio sino un arma, UNAM,  México, 2009.

¿Cómo opera el poder y la autoridad en medio del caos?


Imágenes de Diario La Prensa. Dos jóvenes fueron asesinados en medio de un importante operativo militar y policial. Los muchachos se disponían a vender elotes para sobrevivir.


Honduras sigue siendo un fascinante laboratorio no sólo para la inteligencia norteamericana y española, sino para cualquier estudioso de las ciencias políticas o sociales. 

¿Cómo opera el poder y la autoridad en medio del caos? 

Hace algunos días dos jóvenes fueron asesinados en medio de un importante operativo-campaña de prevención de violencia de las Fuerzas Armadas y la Policía, en el Sector Rivera Hernández. En la primera lectura podría decirse que se trata de una situación caótica en la que la "autoridad" desaparece por el peso de una violencia superior, es decir, de un poder superior: el crimen organizado o el crimen "común". Pero no. No hay que ceder. No se trata de incompetencia, ni  de que en el pueblo la gente se mata porque no tiene otra cosa qué hacer. No se trata de la prevalencia de una ni de la ausencia de otra. Las Fuerzas Armadas han sido eficaces para derrocar gobiernos, para asesinar y violar mujeres del pueblo sin que hayan sido, ninguno de sus miembros, llevado a juicio. Pero se muestran, junto a la Policía, incapaces de frenar la ola de criminalidad en el país. ¿por qué? 

En este punto es que se vuelve interesante la idea de laboratorio. QUIENES DIRIGEN LAS FUERZAS ARMADAS Y LA POLICÍA NACIONAL NO TIENEN NADA QUE VER CON LOS INTERESES DEL PUEBLO HONDUREÑO. El pueblo hondureño está a merced de los asesinos que se ocultan detrás del escudo de Las Fuerzas Armadas, La Policía, el ejército de la "seguridad privada"; y todas esas estructuras responden al interés político de grupos con graves intereses económicos reñidos con la idea de la República o de la SOBERANÍA POPULAR.

Desde hace años, la economía del país se ha convertido en una economía del crimen. Las Fuerzas Armadas primero, y La Policía después, han sido instrumentos para la generación de una riqueza y poder al margen de lo "previsto" en la estructura normal de la sociedad. Este poder, desde su aparente "obediencia" al poder de "LA REPÚBLICA", ha construido un poder real capaz de dominar realmente los corredores del crimen, sean cuales sean, porque la miope oligarquía hondureña jamás concedió un ápice de soberanía al pueblo, al ciudadano, y prefirió aliarse con los asesinos, en una especie de préstamo, transferencia o renta por mantener "el poder".

Pues estos GRUPOS REALES DE PODER no están dispuestos ya a seguir haciendo mandados, y no encuentran un mecanismo regular para ejercer su poder, excepto, al margen de la ley, y esta sólo es posible en mitad de la noche, o cuando el ejército y la policía parecen disfrutar sus viandas.





sábado, 9 de febrero de 2013

La poesía no es ningún país






Por Jorge Martínez Mejía





Al principio me pareció un prejuicio político por la deuda impagable de la masacre de la conquista. Sin embargo, a ese prejuicio se anteponían las lecturas de Octavio Paz y su patria hecha de estilos, nombres y retazos de Historia; de Alfonso Reyes y su patria como escenario de voces, ecos y resonancias antiguas; de Borges cuya patria es el universo. No se trataba de la poesía como territorio común, o de la lengua como noción de patria; se trataba de una musicalidad falsa, recuperada a veces en Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Miguel Hernández, Federico García Lorca, Leopoldo Panero; y encontrada de manera definitiva en Rubén Darío, pero por su inocencia. El rechazo, no de la musicalidad falsa, sino de la falsedad de la poesía española, comenzó cuando descubrí el simbolismo de manera directa en Baudelaire, o el experimento poético de Mallarmé, donde la poesía como musicalidad desaparece para concretizarse, para materializarse en una clave de totales correspondencias. Cada una de estas búsquedas de la poesía en otros ámbitos geográficos me alejaba más de la poesía española, o de la lengua española como patria de la poesía. Retornar a Pablo Neruda, a pesar de haberlo leído antes que a César Vallejo, fue desanudar el truco de las palabras para conectarme con mi propia tierra, para encontrarme con mis propias palabras. Pero nunca pude llegar a ellas de no ser por Carlos Pellicer, José Juan Tablada, Xavier Villaurrutia, Octavio Paz, Alí Chumacero, José Gorostiza, Jaime Sabines y Nicolás Guillén. Y nunca, definitivamente nunca, me identifiqué mejor con un poeta como con Hefraín Huerta, a pesar de haber conocido su obra hasta llegados los noventas. Quizás al mismo tiempo que conocí a Reverdy. Con la nueva generación de poetas mejicanos me sentí mejor identificado que con los del grupo Contemporáneos. A partir de Juan Bañuelos, ya uno se encuentra en su verdadera tierra y entre su gente; o entonces entre los poetas hermanos como Raúl Garduño, Alejandro Aura, Leopoldo Ayala, José Carlos Becerra; entre otros. De aquí, hasta llegar a Mario Santiago Papasquiaro, es un paso afortunado. Y no obstante, siendo casi contemporáneos junto a Juan Carlos Bautista, Ernesto Lumbreras, Jorge Fernández Granados y José Eugenio Sánchez; Mario Santiago Papasquiaro y Juan Carlos Bautista me son más próximos que nadie, que cualquier poeta hondureño, inclusive.

Entonces vas aprendiendo. La poesía no es ningún país, la poesía es el barrio en que vivís, es la calle, el bar de la esquina. Es la mejor de tus patrias, es la bicicleta tirada en la calle, la taza de café, la cerveza con tus amigos, la mirada en los ojos, los gallos que joden en la madrugada y los perros que te ladran; es la única palabra que tenés para decir.