domingo, 22 de noviembre de 2009

En este lado del mal

Imagen de Juna Helminen



Por Jorge Martínez Mejía





Bien. Ninguna concesión, poetas, ninguna concesión. Invertebremos todo. Rompamos el hilo y no concedamos nada a los abstractos y repudiables adoradores de Moloch. Nosotros somos los únicos que sabemos donde termina la madeja. No tenemos jefe, somos absurdos, somos absurdos, sin gobierno y algunos bastardos famas de Cortázar pretenden usarnos como escalera para divertirse sobre nuestras costillas. En este parnaso falso, impotente, tradicional, sólo queda fastidiar. Sin ubicuidad, puedo fastidiar la vida imbécil. Eso es todo. Se trata de un giro de pluma o de teclado ¿Hacia donde apunta el monitor de mi PC? ¿Hacia mí? ¿Veo mi letra cuando escribo sobre esta pantalla blanca de plasma del monitor? ¿Quién conduce lo que digo y por qué lo digo? Tengo al menos dos valores. Me vale verga y ya soy un fastidio para mí mismo. Hay que aprender todavía, hay que recorrer el camino de Brecht, de Fuscick ¿de Leopoldo Panero? ¿De Villon? Dejen al idiota de Rimbaud en paz, no lo dijo todo. Hay que observar las cosas como si se hubieran colocado en la pantalla de pronto y hay que asumir que la vida está aquí, en esto y en otra parte, late en mí y en otro lugar, donde no se escribe, donde vivir es la impotencia de morir. Ya no soy el mandadero de ninguna corriente, ni el alquimista mayor de una teología orgiástica de la razón. Cualquier pretensión de verdad es un signo de impotencia. Pero no renuncio a mis lecturas ni a mis filósofos que siempre fueron contracorriente. Hemos sido el resultado de una coalición. Indudablemente quienes han leído a mis maestros me seguirán en la misma pista de Deleuze, excepto en aquello en que es inacción, castración pura.

Podemos elegir la plataforma para pensar o no elegir ninguna, sólo el azar de la voz. La ventaja de decir sin pensar, la ventaja del oráculo original sin compromiso. Elegir lo contrario a la consulta del imbécil, la inmoralidad tiene carta de presentación en la academia de la infamia…El que reclame por ello que venga a respirar miles de bombas de Hiroshima en mi boca y beba los corazones amarillos del NAPALM en mis ojos. Voy vago y náufrago, voy hacia usted a contarle que debe colocarse a la izquierda del fastidio a los imbéciles…Yo inventaré este lugar a continuación…yo invento mi PALUNDRA, mi ciudad. Es cierto. Vengan a mi casa y encontrarán disponible un petate, una coalición de junco, una máquina de escribir desvencijada, un poco de papel en blanco y un poco de ron barato…Es más, lamento lo de Foucault, lamento la osamenta, la mala parte del tedio para el conocimiento, lamento que tengan que leer para darse cuenta del mundo…pero hay que poner en la cuenta la voluntad de saber de Nietzche, hay que poner al asador toda la carne para que desaparezca en el mordisco de pensar otra vez.

Nosotros seríamos nuevos, seríamos distintos, cambiaríamos el mundo, si al menos lucháramos contra el ser racista que llevamos atado, con el ser sexista, con el idiota de la pereza. Seríamos mejores sin pedir nunca, sin la compasión, sin la maldita rabia de exigir a cambio de la miseria…

Sólo tengo un espejo en el baño, en él me miro cada día y definitivamente evoco la ira de los mejores hombres del planeta…ellos saben que conozco la tarea, saborean mi reacción contra la maldita peste social. Son mis maestros crueles, los destinatarios de mi pensamiento. Para ellos escribo, para nadie más…Esta es nuestra correspondencia. Y no obstante sé, además, que ustedes, los otros, leerán este fárrago únicamente para usarlo en su miseria. Y buscarán el fallo, el punto de quiebra del “pensamiento”. Que peste, echar tan lejos la reacción corrupta, la catarsis purificadora.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Poetas del Grado Cero a dos años del Manifiesto


Fragmento del manifiesto Torre Trunca


Por Jorge Martínez Mejía



La poesía sonreía con su dentadura diciendo "Ohhh, Ohhh, bonito juego el de sus aretes y su peineta...Le importaría darme la receta o alcanzarme una copa de Tom Collins?...Luego llevaba un dedo a los labios y tomaba su vino barato...

Pobre puta fascinada con los rizos...

En otro lugar, los Poetas del Grado Cero cavaban una fosa para enterrarla con todo y su larga pata de perra.

III

El encorvado diente de Satán tuvo su brillo una tarde en que Charles Baudelaire cantó una oda a Caín...padre de los hijos malditos de Dios...

IV

Ponte firme, coloca tu trasero en la pared de los edificios y no oses ceder un minuto a la usura...Todos los hombres piensan al doblar una esquina, pero olvidan hacia donde los empuja su silencio...no digas nada inútil, ni trates de seducir a nadie que no te lo pida...Esta noche es corta para los imbéciles, y muy larga para los que conocieron su obra.

V

¿Para qué sacrificar tu vida por un sistema que sólo se satisface a sí mismo? Ninguna recompensa te espera al final del día...nadie puede vivir bien, ninguna vida es posible después que te han cercenado el espíritu. El tuyo debes recuperarlo y nadie te acompaña en el viaje.


VI

En realidad, tomaremos posesión de este país y administraremos los boletos de la entrada al espectáculo. Adentro no hay un decálogo, ni jefes de destacamento, la inmensa mayoría de los poetas del grado cero renacen sin idea de la secta y sin consigna. Se levantan directo a la cerveza, se ponen a escribir en su libreta rectangular y vuelven a echarse. Son Dionisos sin Dionisos, Baco sin Baco, samurái latinos, asesinos de la noche. Al final, quien barre las colillas es la jefa, el monstruo de mil patas llamado poesía.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Necrópolis de putrefactas palabras

imagen Levi Van Veluw
Por Jorge Martínez Mejía


En la torva hora y la boina chamuscada, en la tromba palabra que arrastra el ansia y la música, en la aldea risueña en que suena todavía la posible melancolía de los pocos gnomos dedicados al pomo de la poesía. Pobre poesía mía, tan horrible, destruida y escondida, ya sin provisiones, sola y hambrienta, espacial, perdida, sin efecto, como el triste marsupial, oculto en el pequeño bulto corrupto, resurgido silencio, pienso y me extiendo y me extiendo y me extiendo. El sol salido esperando cuando a penas ando caminando. Y resurgirá otra vez en la muerte y sin quererte, aunque te hubiera querido, herido, sin despecho. Pocos poetas suenan y se queman por su gusto o se suicidan la vida. Yo no. Yo no me moriría por una tipa sólo porque ardiente en la caída de aquel paraíso del infierno, felíz como Goytizolo, o solo en el polvo decantado, cansado, insepulto, sin espejo en el reflejo del pendejo poeta que soy, que he sido, podrido. Si no me hubieran dicho. Yo no quería nada, yo no quería nada, quería nada, el alma helada, pelada, relamida, deliciosa diosa pornográfica, ácida, entretenida con miel sobre una torta. Qué hermoso el horroroso acto del parto, el dorado momento del jumento.