domingo, 29 de enero de 2017

HONDURAS: EL HUMANISMO EN EL SILLÓN CALIENTE





Por Jorge Martínez Mejía



No es fácil abordar al estructuralismo de sopetón. Especialmente cuando el tema llega después de que te preguntan ¿cómo es eso de que la poesía ha muerto?

Yo estoy en el punto cero de mi pensamiento, en modo decolonización, en revisión absoluta y sospecha de toda espina de eurocentrismo. 

Pues la poesía ha muerto, es definitivo, murió de muerte natural hace mucho tiempo y los Poetas del Grado Cero le untaron los santos óleos, le dieron la extremaunción. Murió de vacío, de carencia de contenido, de urgencia de apariencia, de pasaporte a la fama, de comidilla inútil y de aplauso de pie ante la nadería, de muerte de vanguardismo, de petrificación de lo sublime; en fin, murió. Pero la muerte de la poesía apenas es un síntoma de otras muertes.

Los poetas de Comayagua olvidaron las insondables profundidades de Edilberto Cardona Bulnes y su vínculo con Heidegger, sus poemas filosóficos y sus inquietudes semióticas (la temática de Cardona Bulnes en el Jonás son filosóficas y semióticas). Pero esas inquietudes van más allá, son preocupaciones filosóficas. Los poetas de Comayagua en la actualidad abandonaron esa linea poderosa de nuestro pensamiento, de igual modo que lo malogró Leonel Alvarado con su pusilánime estudio en Vida y obra de Bulnes, el Memorioso (Editorial Universitaria, 2007).

La pobreza del debate y una Universidad (UNAH) fallida en la construcción de escenarios propicios para el crecimiento del pensamiento, la anulación del pensamiento de los estudiantes como expresión de una pedagogía colonizadora, la imposición del discurso liberal, el positivismo y el marxismo, la fragilidad de la tradición académica y su desvinculación social, la adhesión y sometimiento de las autoridades universitarias al más rancio conservadurismo representado en el Partido Nacional, la invisibilización de las cosmogonías de los pueblos originarios y la descalificación de la lucha del Movimiento Social; todo un corpus de colonialidad que se materializa en la supremacía del erudito sobre el pensador, en el aplauso inútil y la pobreza del criterio, el elogio, la lisonja y la indigencia mental.

Entonces, por primera vez sentamos en el sillón caliente al Humanismo europeo. Lo acusamos de epistemicidio de las cosmogonías indígenas de América, de ser padre del individualismo y el liberalismo, hijo de la modernidad y retórica del capitalismo.

Una excelente noche en la sede del Movimiento País. Aún se levantan ronchas y las acusaciones de eurocentrismo produce asfixiados aspavientos, señal de acorralamiento, el estertor de la agonía, primeras señales de un nacimiento.

La deconstrucción de la modernidad como discurso del capital, la visualización de la "civilización europea" como hegemonía del saber, el discurso colonial imperante en la academia, una historiografía burguesa, escondida en el materialismo histórico como producto ideológico del eurocentrismo, etc.; todo comienza a caerse y a observarse como el aparecimiento del nuevo paradigma de América Latina.

Finalmente, vale la pena preguntar ¿a qué va a votar la población hondureña en el próximo proceso electoral, sino al más crudo liberalismo versus la ranciedad de una derecha asesina?

Vivimos en oscurantismo, por eso es que se ilumina la noche en Tegucigalpa cuando en el sillón caliente se sienta al Humanismo europeo.









miércoles, 25 de enero de 2017

Marta, la de la López; así aprendí, así desaprendí, en Paradiso



Doris Melissa Cardosa, Ana María Hernández, Marta Velásquez y Rachel Ramírez


Marta Velásquez en su inolvidable testimonio de mujer política del movimiento feminista hondureño



La Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Hondura realizó este miércoles, a partir de las seis de la tarde uno de esos raros eventos en los que la totalidad de la patria, con todo y sus ancestros y ancestras se hace presente. Se presentó el libro  Marta, la de la López; así aprendí, así desaprendí.

El evento se realizó en Paradiso, en el marco de la campaña “Defender para vivir y vivir bien”. El libro fue escrito por Virginia Marta Velázquez y Melissa Cardoza, y fue editado por la Red Nacional de Defensoras.

En un formidable llenazo, Paradiso se recargó de una estupenda vibra, inteligente, amorosa, franca, lejana y próxima, como si se tratara de una familia en la que nadie hacía falta. Las risas y las miradas cargadas de emotivo calor fraterno, dejaban circular cariñosas frases de aliento y sincera afectividad. El libro Marta, la de la López, narra la historia de lucha de una mujer, Marta Velázquez, feminista y defensora de derechos humanos, en su desdoblamiento y evolución política. “Escucharnos, recuperar nuestra palabra, reconocernos y reconocer en otras el fantástico poder de transformar el mundo”. Dijo Marta. “Este libro es un esfuerzo colectivo en el que todas y todos hemos colocado una palabra que nos hace avanzar en la lucha por la liberación de nuestros pueblos.”

En la mesa principal la acompañaban Doris Melisa Cardosa, Rachel Ramírez, Yéssica Trinidad (coordinadora de la Red), y como auditorio, un incontable número de personas venidas de distintos puntos del país.

Recuperar la palabra, dijo Yéssica, “pasa por contar lo que muchas mujeres defensoras hacen en sus territorios, no solo en los momentos de las alertas y crisis, sino contar la historia desde la mirada de las mujeres, nombrar a esas que han caminado antes y junto a nosotras y que lo siguen haciendo”.

Ana María Hernández, del Consorcio Oaxaca e integrante del Grupo Impulsor y de la comisión de autocuidado de la IM-Defensoras, también desde la mesa principal hizo una emotiva presentación de “Martita”, como cariñosamente se le conoce también a Marta Velásquez.

Melisa Cardosa, escritora y poeta hondureña, estuvo a cargo del cuidado editorial de la obra, y en su disertación indicó que “…los hilos de la construcción de la memoria pasan por el amor, por el dolor, por el sacrificio, pero sobre todo, por el compromiso de construir un mundo de libertad que a los opresores se les hará imposible destruir.”

En Tegucigalpa fue una tarde plena, de esas en las que los comerciantes cierran temprano sus establecimientos porque todo se ha consumado. Todo se ha vendido y las calles se han colmado de cierto solaz y el mismo crimen al que nos tienen acostumbrados se ha tirado atrás, se ha hecho a un lado para dejar pasar cierto aire cálido y fresco, como una lluvia recién caída en las elevadas montañas de Celaque y Merendón.


Una verdadera y única jornada amorosa como digno homenaje de las mujeres a la memoria de Daniela Manghelshots, voluntaria belga que impulsó incontables procesos de transformación política en Honduras, en las décadas de los ochentas y noventas.






LA ESPERA IMPOSIBLE EN LA POESÍA DE MURVIN ANDINO




Ilustración de Jeff Brown, Antig


 






Por Jorge Martínez Mejía




Dios continuó diciendo: «Yo soy el Dios de Israel. Pídanme lluvia en época de sequía y yo haré que llueva en abundancia. Yo soy quien forma las tormentas y quien hace que los campos produzcan.
Zacarías 9:17




El año 2009, Murvin Andino me sorprendió al pedirme que presentara su primer libro de poesía Corral de locos, un exigente conjunto de poemas que habíamos venido leyendo desde su gestación, en compañía de Gustavo Campos y Rose Arévalo, me refiero a los años 2007 y 2008; tiempo en que sospechábamos de cualquier poema y de cualquier poeta y de la poesía misma que estaba en cuarentena.

Corral de locos se abrió paso en medio de la indiferencia, la desolación y la desesperanza, pues a la sociedad de San Pedro Sula se le nota la tristeza a pesar de sus esfuerzos fiesteros.

En aquella ocasión en que presentamos Corral de locos ante un grupo reducido de lectores y hacedores de literatura, lo supimos; por más que intentamos persuadir a Murvin del error de hacer poesía, él, como si le hubieran dado la contraseña de un tesoro, se dedicó a crear con más ahínco, sumergiéndose más profundamente en sus adentros, en los insondables recovecos de su alma perdida.

Corral de locos prefiguraba los rasgos de Murvin Andino como una voz oscura, reflexiva, existencial, dolorosa y huérfana, como si se buscara a sí misma o se perdiera de tanto encontrarse. La sensación del extravío siempre ha sido la clave en la poética de Murvin Andino. En Extranjero (2011), nos sorprendió el tono confesional de un hombre que lo ha perdido todo y se percibe extraño en su propia casa, como si al dar uno, dos o tres pasos, y tornara sobre ellos, su casa, siendo la misma, era otra en la que la percepción del exilio se le abalanzaba con signos de locura. Desterrado de sí mismo, extranjero en su casa, Murvin Andino ha sabido sorprenderse de cada una de sus experiencias y nos las ha compartido con un refinado manejo del registro de sus tonos emotivos, de su reflexión existencial. En cada uno de sus libros publicados: Corral de locos (2009), Extranjero (2011) La isla dividida (2015), ha contado con el cuidado de un hacedor consiente de sus recursos. Cuidadoso del ritmo, espontáneo en los giros, profundo en la reflexión, sugerente en los tonos, persistente en la tensión, y a veces carente de organización en la estructura, como mostrándose caótico, o tocado por cierta perversión.

La estación tardía es su nueva propuesta literaria. Desde el título, el poeta nos instala en la precaria condición de estar sujetos a una fuerza inasible, invisible; arcana y próxima. Son los hilos de la existencia misma y un panorama fatal que se avecina. La estación tardía es esa fase final de la primavera en que la lluvia se retrasa y el hambre se acerca. De ahí los epígrafes de Zacarías, el profeta nacido en Babilonia, quien profetizó la traición de Judas por treinta monedas, y la ruptura en dos del Monte de los Olivos.

A través de Zacarías, Dios invita a los hombres: «Yo soy el Dios de Israel. Pídanme lluvia en época de sequía (la estación tardía) y yo haré que llueva en abundancia. Yo soy quien forma las tormentas y quien hace que los campos produzcan». (Zacarías 9:17).

Pero no se trata de la voluntad de Dios, en la obra, no es un texto religioso, solo hace alusión a la sensación repugnante de estar a la espera de la nada, a expensas de la insondable proximidad de la muerte. Por esa misma línea de pensamiento se vincula el epígrafe que abre el libro y que corresponde a una frase de Frida Kahlo: Espero alegre la salida y espero no volver jamás.  

Cuando Frida Kahlo escribió esta memorable frase en su diario personal, estaba en su lecho de agonía. Se refería al momento preciso en que tendría que abandonar este mundo, porque la proximidad de la muerte era ineludible. Pero hay en Frida suficientes razones para odiar la vida. Su existencia cargada de caídas abismales, golpes brutales, oscuras estadías, enfermedades incurables, choques con tranvías, confinamientos, traiciones y falaces expectativas. La esperanza estaba perdida.

Todo este marco alrededor de La estación tardía, nos anuncia hacia dónde va el vuelo en la lectura. Mi propuesta, mi propia lectura, es que se trata de una imposible espera. No hay recursos creíbles, al hacer el cálculo de posibilidades, para que la espera valga la pena. Y no obstante nada más hay, solo eso nos queda. Atrapados en la miserable condición humana, a ningún lugar podremos llegar con la esperanza, a menos que sea la misma cama en que habremos de caer muertos. Ese es el planteamiento general en La estación tardía

Si nos atenemos a los sustantivos clave de La estación tardía, los contenidos temáticos nos ubican en la soledad, la percepción de la maldad, la brutalidad de la noche, la pudrición de la carne, la experiencia vital del veneno, el sentimiento del odio, la sensación del vacío, la herida y la caída de la sangre, la lentitud del tiempo, la proximidad perpetua de la muerte, la experiencia absurda en la ciudad, la percepción de un destino anclado en la nada. Y contrapuesto a esta temática, con menor insistencia, la experiencia del amor, la claridad del día, la llegada de la lluvia, la canción del poema, la palabra como tabla de salvación, y la posibilidad de la vida.

En la oposición de estos contenidos temáticos, Murvin Andino fragua su propuesta poética. En el primer apartado La estación tardía, el poeta inicia su narración mostrándose él mismo, solo, acompañado apenas con su vida y las cosas comunes. Y se ubica en un futuro incierto desde el cual se mira en retrospectiva, aún joven y con energía, despertando a la fatalidad de las cosas y a la inmanente presencia del odio. El golpe continuo de los días cruzando la cotidianidad y aproximando la fatalidad de la muerte. Sin embargo, carga un frugal aprovisionamiento de amor como única arma para enfrentar el destino. De ese modo exclamará para sí mismo:

Tengo amor,
tengo sueños para un país que se acaba,
la infamia,
tengo la existencia pulida de muerte,
el odio,
el óxido radiante de los años,
la soledad,
el amor sufrido
y la necrópolis que no vencimos,
que inyectó el vacío como un veneno lento e inverso,
como un indómito relámpago. 

(La estación tardía, pág. 5)

Pero en su canto se percibe un débil yo colectivo impotente y un nosotros casi derrotado:

… la necrópolis que no vencimos,
que inyectó el vacío como un veneno lento e inverso…


(Idem)


En el primer poema reflexiona intentando descubrir el secreto que se oculta detrás de su propia experiencia pasada. En No me quiero marchar se ve a sí mismo batallando con el poema, su arma fallida, asociado a la vida como única evidencia de sus acciones. Reflexiona y cuestiona la certeza de su propia existencia. Bien se podría pensar que es posible no exista, pero se alumbra, se identifica y se percibe real, existente y portador de vida.

He intentado esconderme,
negarme a esa frontera que entendí
                                            como esencial.
He postergado el rito,
el paroxismo,
la infame ruta de cada sentimiento.

(No me quiero marchar, pág. 7)

En este intento por descubrirse a sí mismo, por evidenciar su propia existencia, se da cuenta que es posible que una criatura como él tal vez no exista o no debería existir. En esa geografía inventada, su existencia se difumina como certidumbre de lo imposible.

Sólo el insomnio me redime.
Resisto otra condena
y el desorden que amortaja espejos,
llanto, raíces;
las llagas del mundo
que fue adquiriendo mi cuerpo
en este rumbo que podría no olvidar.

(Idem)


El poeta descubre que tal vez él mismo sólo es un recuerdo, un invento que corre el riesgo de olvidar o recordar.

En el segundo apartado Estancias y despedidas, efectúa un profundo acercamiento solipsista y se ofrece con una intensa meditación que lo aproxima un poco más a la certeza de su inexistencia:

¿Quién desciende hasta su noche
y se baña tras la mirada atónita del espejo?
¿Quién despierta cada madrugada y susurra su nombre
como una sensación lunar?
¿Quién obstinado, tierno o brutal se desvanece para ella?
¿Quién asume el mando de su esperma y la reinventa
en otra luna sin pisadas tristes ni caprichos?
¿Quién repite un nombre
como verdad cíclica del amor,
quién susurra que mi soledad aguarda como un gambito,
como un alfil diestro,
como una torre que se apresta a no extrañarse en su combate?

(Etcétera, pág. 16)


El poema al que se hace referencia está dedicado a una mujer, y el poeta viaja a su propio pasado para cuestionar la validez del recuerdo. Consagra este recuerdo de aparente factura amorosa únicamente para desentrañar la autenticidad de su sentimiento poético, o lo que es lo mismo, para cuestionar si su invención del mundo tiene alguna consistencia a partir del recuerdo.
Haciendo un esfuerzo de observación sobre la relación entre sus meditaciones y la construcción del poema, puede afirmarse que hay casi una invasión del autor, es decir, de la realidad exterior al poema, que intenta escudriñar la realidad existente en el poema mismo como única realidad del poeta; es decir que hay una posible intencionalidad metapoética intentando convertirse en juez para verificar la validez de la vida.
Pero insiste en la obligada tarea de reconocerse en su propia obra, ejerciendo un mando reflexivo sobre su propia condición de existir sólo en el poema. En el poema Intento su nombre como una pasión furtiva, que dejamos ver íntegramente, lo vemos desplazarse sobre los espacios en donde podría haber dejado su cuerpo muerto:

Amotinado y sin salida,
aguardando la caricia,
el corazón impúdico
o la mirada que concluya el desencanto de la sangre.
Vertiginoso, como una noción brutal,
me desintegro,
vuelvo al polvo como quien vuelve
tras horas de incansable soledad.
Oscurecido, arcaico,
recorriendo cementerios y escenarios,
regreso atónito, rodeado de murmullos.
Me resisto a conspirar contra los fósiles
                      que preceden mi estructura.
Me resisto a continuar.
Esa etapa lúdica y frenética
me marcó con criminal obsesión.
Descubrí el amor como exacta bandera
                                             contra el miedo
o la urgencia del destino.
Amotinado y sin la voz precisa
retorno a esa edad que asumí perecedera.


(Intento su nombre como una pasión furtiva, pág. 20)


Es impresionante su descubrimiento. El poeta observa la importancia del quehacer poético y su afán creativo que lo ha absuelto del confinamiento a deambular solo, y reivindica la vida real en el poema, único lugar donde el amor se encuentra consigo mismo, amotinado frente a la realidad exterior.

En el tercer y último apartado, se preocupa por el legado de su experiencia poética, y se abre frente a la experiencia adversa con mejores instrumentos, con mayor disposición, dueño de sus falencias, particularmente de su miedo, que finalmente ha dominado, lo mismo que las visiones nefastas de una vida caída en desgracia.
En Necrópolis dirá:


Qué es lo humano, me digo,
y comienzo otra vez a desplegar esa verdad,
las infamias vitales y esenciales.
Comienza otra vez ese bullicio
incendiando las raíces del mundo.
Se revierte la ciudad,
se detiene la sangre,
volvemos exactos y convulsos.
El sueño acaba
y la realidad dispara a la sien
su cartón, su jeringa, su dosis de odio
y se cae otra vez en el estrecho círculo.

(Necrópolis, pág. 29)


Pero ya no existe la sensación del miedo, solo su presencia, también persiste la destrucción como insignia de la nefasta vida. Ya aquí el poeta puede circular o rondar por los meandros de las ciudades, mirar en el cielo la luna enfermiza y vigilarla. Ya ha superado la estación del miedo. Hay una perceptible aceptación del mal en la vida cotidiana.

Tengo preguntas y visiones,
el tiempo consumido
y otros demonios de ternura inalcanzable.
Tengo la cordura,
el anfitrión maligno que comparto.
Sin embargo, he contenido el fuego,
la condición de vagabundo,
mis erratas comunes y dolientes.
He conocido el ciclo de la noche
para despreciar el amor,
las canciones de veneno irregular.


(Te estoy hablando a ti, pág. 30)


Es notorio que en el título de este poema, el poeta haga la flexión y se revierta hacia sí mismo, como desde el interior del poema, hacia la realidad exterior.
La profundidad de esta tercera parte, no radica en la sensación de la experiencia existencial dolorida, sino más bien, en la aceptación de una realidad circundante que el poeta ya ha asimilado y está dispuesto a ofrecerle frente, sin lamentaciones. Ahora cuestiona su entorno y se cuestiona a sí mismo en la palabra, se siente dueño de sus argumentos como poeta y como hombre. Ya ha conocido su mundo interior, está despreocupado y se observa con mejores condiciones para abordar su propia subjetividad en el poema.
Es esa línea de mayor capacidad para vislumbrar con mejores facultades y pericias al entrar y salir de su propia existencia y la de otras realidades, la que hace de La estación tardía, un libro con cierre magnífico y brillante.


Busco un camino,
acortar el alarido de batallas anteriores,
el espacio donde aguardan
los hijos finitos de la muerte
e intento no caer de nuevo en ese vicio de creer,
de acostumbrarme,
de llorar,
de morir.


(Nadie termina su canción, pág. 33)


En uno de los últimos poemas dirá:

Intento una canción
o la mujer sentimental que me desande.
Llegar fugaz bajo la lluvia
hasta el hogar perdido y reinventarme.


(Intento una canción, pág. 39)


Hay una cartografía en La estación tardía, una ruta por la cual se puede navegar en sus páginas percibiendo un hilo conductor que va desde la desolación y la desesperanza, como norte existencial, hacia una aceptación de la condición inmanente al ser, es decir, una aceptación de la condición de muerte, como parte de la vida. Este sentido es muy poético porque nos lleva en un oleaje existencial, concebido en sus acepciones más desesperadas e inhóspitas, hasta el encuentro con un puerto perdido, nuestro propio cuerpo o nuestra propia cama.


Detrás,
desorientando la orilla supersónica,
está ella en su letargo,
concluyendo la materia con la fuerza brutal
                                   que poseen los muertos.


(Asciende el sol, pág. 41)

Un cierre perfecto en esta línea cartográfica de La estación tardía lo constituye el último poema de la colección:

 


En el valle de las sombras de muerte


“Vas a morir como un ganglio de luz que se ha vuelto loco…”
Papasquiaro


Se puede enarbolar el miedo,
disipar ansias,
soportar ofensas y otros horóscopos.
Se puede negar el mal,
el fuego que dispara gritos en infinidad de sentimientos.
Se puede una voraz infamia,
un cuerpo lívido
o una catástrofe de medidas sentimentales,
los senderos recorridos para no ceder la oscuridad
u otras atrocidades inhumanas. 
Se esconde la maldad, se asume,
se incita a no entender ese marasmo,
ni esos gigantes necios que arrebatan la sangre,
la médula del ser
y la canción de la vida. 
Acá el enemigo contundente,
los huesos que asoman como flores
geográficamente antiguas
y se vive de miedo o de artificios de la fe,
de ese Cristo terrestre y lacrimógeno
de mirada incoherente
que no extrañamos ni exigimos
en el valle de las sombras de muerte.






Imagen de Jorge Martínez Mejía, Murvin Andino, poeta hondureño



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Murvin Andino Jiménez (San Pedro Sula, 1979). Poeta, narrador, editor, investigador literario, Licenciado en Letras con orientación en Literatura por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el Valle de Sula. Parte de su obra poética y narrativa ha sido publicada en revistas literarias de Honduras, México, Nicaragua, Colombia y Brasil. Ha publicado los libros de poesía Corral de locos (2009), Extranjero (2011), La isla dividida (2015). Para el 2017 prepara La estación tardía. Es catedrático de humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Algunos trabajos suyos han sido traducidos al portugués y al inglés. 






lunes, 23 de enero de 2017

FRENAR A LOS POLÍTICOS INESCRUPULOSOS ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE



Aunque la gestión de la infraestructura vial en Tegucigalpa es una necesidad incuestionable, detrás se encuentra un ávido afán de enriquecimiento de unos cuantos, y el abandono de las necesidades reales y elemntales de los ciudadanos. 


 El corte indiscriminado de árboles es una muestra de la prepotencia de la actual corporación municipal, que no presenta alternativas para contribuir con el medio ambiente.


 Por cualquier calle de la capital han asesinado centenares de árboles, y no existen medidas alternativas.


Los jóvenes capitalinos se manifestaron en contra de la tala abusiva de los árboles en la capital, pero la alcaldía ignoró el reclamo ciudadano.

 La impresionante tala de árboles es vergonzosa.




No está demás repetir que en Honduras persiste la pobreza y que la miseria crece a la misma velocidad que el desempleo y la falta de oportunidades. La inflación es insostenible, la salud ha sido privatizada y en Educación no hay señales de mejoría. En este contexto, en ningún lugar del país hay horizonte. Sin embargo, la capital de la república pareciera que es la única de la fiesta que anda estrenando vestido. Es impresionante la envergadura de los 17 mega proyectos de infraestructura vial presentados recientemente por el alcalde. Pero contrasta con el deterioro social, la indigencia, la pérdida de los espacios públicos, el daño al medio ambiente proveniente desde la misma alcaldía, la inmundicia en los mercados, el pésimo manejo de la basura; en fin, el abandono social de la población porque nunca se han atendido sus necesidades elementales. 

La causa, el despilfarro en la alcaldía: millonarias sumas de dinero tiradas a la basura en proyectos inútiles como el Trans 4-50, una supremacía en la construcción de Mega Proyectos de infraestructura, puentes a desnivel, calles destruidas en interminables reparaciones que son abiertas y rellenadas una y otra vez. 

El mal manejo de los fondos municipales bien puede tipificarse de delito porque el actual alcalde, Nasry Juan Asfura Zablah, oculta la responsabilidad de Ricardo Álvarez  y el Tribunal Superior de Cuentas se hace el desentendido. 

Pero sin desviarnos del asunto, es probable que estemos no solo ante un gigantesco acto de corrupción oculto en una aparente gestión  de la infraestructura vial, sino ante una visión fallida del desarrollo.

El gobierno de la capital es un apéndice del gobierno del Estado Oligárquico, dominante y prepotente, en el que se sobrepone el interés del capital al interés humano. Por eso es que priorizan en millonarias redes viales, toman decisiones al margen de la población, sostenidas en la idea de que con más infraestructura habrá más inversión, y a más inversión, más riqueza, y a más riqueza, más beneficio para la población. Burdas falacias que a nadie sorprenden. El desarrollo económico de nuestra sociedad pasa por una inevitable reversión de esta perversa idea burguesa del chorreo de la abundancia. 

Es imperativo cambiar la brújula a una visión humana del desarrollo, invertir en el capital humano, en las personas y sus necesidades elementales, sin quitar el timón de la gestión organizada de la infraestructura, pero teniendo como norte la calidad de vida de la persona humana.

Mejorar la infraestructura educativa, incrementar los empleos dignos, mejorar la infraestructura en salud, seguridad alimentaria, medio ambiente, organizar la recreación, etc.

Sin embargo, a Nasry Asfura no se le conoce gestionando ningún otro asunto que no sea el de la gestión vial ¿Por qué? ¿Será porque sus empresas de renta de maquinaria pesada están en el medio de la gestión y el beneficio directo en los mega contratos? Esto es fácil determinarlo.

La falta de visión humana en el gobierno de Nasry Asfura es propio de su clase social burguesas comercial, en el fondo no tienen ningún compromiso con la ciudadanía en general, sino con sus pares de clase. Su gestión es una continuidad del desastroso gobierno de Ricardo Álvarez, caracterizada por la corrupción, el desastre ambiental, el abandono de los acuíferos que embalsan a las reservas estratégicas de agua, la destrucción del medio ambiente, el abandono de las poblaciones ubicadas en zonas marginales, etc.

No cuestionamos la gestión del desarrollo vial, pero se trata de un enfoque que castigará a los ciudadanos durante décadas, se incrementará la pobreza extrema, el medio ambiente se destrozará, y este es un precio demasiado caro que debe ser frenado inmediatamente.

Se requiere urgentemente que la alcaldía se ponga al servicio de la ciudadanía y que no sirva únicamente para el enriquecimiento de unos cuantos consorcios de la construcción. Frenar el sacrificio de la ciudadanía y el medio ambiente. La alcaldía Municipal del distrito Central debe ser intervenida, investigada para reorientar sus capacidades en la mejora de la calidad de vida de los pobladores. El presupuesto debe ser ajustado a las necesidades de la población y no a satisfacer la avaricia del alcalde y sus cercanos.


A nadie va a engañar Nasry Asfura cuando alardee del tal crecimiento económico por las calles y puentes a desnivel construidos ¿cuánto de estas enormes inversiones orientadas a levantar la imagen de un partido Nacional Corrupto y corruptor, servirán realmente para mejorar la calidad de vida de los capitalinos? Nada. Todo cae en la triste demagogia de políticos inescrupulosos que deben ser frenados por la fuerza popular organizada de los ciudadanos, antes de que sea demasiado tarde.

viernes, 20 de enero de 2017

NUEVAS VOCES DE LA POESÍA HONDUREÑA: POEMAS DE ROMMEL MARTÍNEZ




Imagen de Tim Tadder, Manny Pac-Man Pacquiao





Rommel Martínez amenaza con un libro titulado Amar a un Hipster. Es un grito de guerra, un ¡Aaaayyyy! que se escapa de la marginalidad urbana de Comayagüela o de un callejón perdido de la vieja Tegucigalpa. Se trata de un poema-relato urbano en el que se funden la memoria de una vida cruzada en el delirio de la muerte, los gritos y las balas; la anécdota, el reportaje, la crónica de un narrador extraviado, ahogado en su propia sangre. Es difícil no recordar Fotografía del peñasco de Eduardo Bähr; su ímpetu, la intensa y brillante necesidad de hablar por el caído, de ser el fotógrafo que se consume sin disparar el flashazo en esta guerra sin cuartel. En la poesía de Rommel Martínez se transita sobre una encrucijada que va del testimonio, de la apropiación de una jerga urbana imaginaria y el paisaje soterrado de la capital hondureña,  a un discurso lírico con un tono marginal. Cada trazo es brillante, digno de contar; profundamente honesto con el compromiso literario de un autor consciente del oficio. Se recomienda leerlo más de una vez para ser testigos de una experiencia vital, irónica, fragmentaria, cortada a machetazos, y sepultada bajo nuestros propios pies. No es comida chatarra para llevar, ni carne frívola para comer en primera fila.

De su libro inédito Amar a un Hipster, presentamos estos poemas:




Fotografía en blanco y negro de la colonia 3 de mayo,
en aquellos tiempos





La palabra: muerte.
es rimbombante.
Así mismo,
la palabra rimbombante, es pomposa.

                                               Esfinge barroca
                                               donde habitan fantasmagóricos dueños de la noche.
                                               Rimbombante, pues,
                                               como la muerte.

Mi barrio
no tiene más ancla que el poema.
Lo pienso siempre que una nube lleva la forma de una ráfaga,
como la muerte.

Rimbombante, pues,
como la sangre
que galopa con los primeros gritos.


                                                                       La mara corría y la mara perseguía
                                                                       “Los Copas” protegían el territorio.
Y la palabra muerte
era un trofeo que se anhela,
pero no se busca como al oro.


Rimbombantes verbos,
impronunciables casi;
el sonido de las primeras pedradas en los techos de zinc:

                                               Tag pumb tutunmpounn…


“Los ponis”,
“Los pelones”  y  “los escorpions” eran temibles,
pero “Las chilindrinas” eran brutales:


                                                                       La mara corría y la mara perseguía.
                                                                       Uno entendía entonces 
que  los verdaderos depredadores, son los
oportunos,
como la muerte.


La media noche
era el campo santo más viril,
la zona viva.
Rimbombante, pues,
como la bala que viaja perdida, a 97km/h,
buscando
un cuerpo otro.


Las balas eran espectros purulentos,
vampíricos espejos
donde se despedazaba ésa nube
que hilan los niños
mientras duermen dentro de sus casas:



Tag pumb tutunmpounn…



Mi barrio
no tiene más ancla que el rostro de mi padre.
Las piedras,
el guaro,
la rabia en la sangre.

Rimbombante, pues,
como la noche:

                        Tag pumb tutunmpounn…


Se olían los golpes,
el sabor a incógnita:
estaban las chimbas,
los bates de baseball, con metal de espinas o clavos,
las manoplas,
las cadenas,
los cuchillos largos;
las luchas cuerpo a cuerpo.

Todos eran atletas más agiles que Usain Bolt;
pugilistas mejores que Pacquiao.

La noche era cámbrica,
imponente.
Escultura en el desierto;
las piedras,
el oasis, los deseos.

Rimbombantes, pues:

Tag pumb tutunmpounn…

Mi barrio no tiene más ancla que el poema.
Lo pienso siempre que la noche está tranquila.

                                               Y recuerdo escuchar pasar
                                               los escuadrones de la muerte:

                        Tag pumb tutunmpounn…




Casi un narco-corrido



“La bala, es un coleóptero tornasolado; que hace bolitas con la muerte.”
Fabricio Estrada


(No hay drogas, pero sí tráfico de sombras
pasando por el desahucio hasta la forma de morir)

Mi último poema
será llamar a la fuerza nacional anti extorción

Decirles
Que una mujer delimitó el miedo en las vísceras
Entró por la puerta
Dejó una nota escrita hermosamente
Cortada con la más absoluta delicadeza
Que sólo una femme fatale puede tener



Sampler 1


“…llame a este número en 30 minutos
si no aténgase a las consecuencias”

Desde ese momento mi muerte
se llamó como alguna vez creí ser asesinado

Por eso mi último poema
será como un agujero de gusano

Entonces los mortales
salimos tras sus olores de sombras y extremas celebraciones con pólvora,
gritería
sorpresa;
el color rojo puede que sea un buen color.
Para explicar sus niveles de inteligencia emocional
leí un libro
de medicina psicosomática
Recomendaba antes de preguntar por la enfermedad del paciente
distinguir el paciente de ésa enfermedad

Entonces
mi poema más débil será mi muerte
pero el más humano
es el genocidio de mi amor

Bailo en los afluentes
como espermatozoide que lucha por comprender un dogma ovular
teogonía de nerds
mariguanos
presidentes
artistas
sicarios
hispters de bulto…

Recordamos sus voces
(ella preguntaba con quién podría entenderse
para saber cuánto costaba reconocer el impuesto de esta guerra de artificios
y alucinaciones de ardorosa realidad)

Recordamos sus voces
sus voces
voces como ecos de pato o murciélagos,
y las confundimos con cinismo
pero era sólo que ella se ahogaba del evento futurístico de un sueño;
leía un libro
Entendí que  “la visión de los pueblos indígenas y negros en Honduras”
es un espejo rompiéndose


Sampler número 4


Más al fondo
en el ambiente
Bunbury gritaba:

…justicia POÉTICA!!!

Y yo que me creo
En parte Tolupán
pech
lenca
tawaka
mezclado con español
y vicios posmodernos
Leo el recado de la realidad
del empoderamiento de mi osamenta
como  una hoguera



Sampler 1


“llame a este número
si no
aténgase a las consecuencias”


Aténgase a las consecuencias

a… aténgase
a
las consecuencias


Sampler  5 y 4 respectivamente


“u-na cascada de arte- con-temporáneo
color   rojo vivo,  sale - por el cráneo”


Calle 13 y Bunbury
contemplando el hielo seco de mi estrella fugaz
palpitando
ardiendo kilométrico como una fecundación, pero al revés

Entonces
mi último poema se llamará
como mi espíritu resucitando en contra de un estallido de bala…


…¡Justicia POÉTICA!!


















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Rommel Martínez nació en 1989, Tegucigalpa, Honduras. Egresó con un título de Técnico Industrial en Electrónica del Instituto Técnico Luis Bográn. Dedicado a la escritura creativa desde el año 2005, orientado a la poesía. Miembro del taller Poema dirigido por Fabricio Estrada en 2015; miembro del Taller de creación poética dirigido por Mayra Oyuela, en el Centro Cultural de España en Tegucigalpa (CCET). Miembro fundador del colectivo y taller poético LetraEle.


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Tim Tadder es un comunicador visual que produce campaña para las mejores marcas de consumo, como Adidas, Budweiser, Coca-Cola Zero, Craftsman, Gatorade, entre otras. Él crea imágenes de acción altamente estilizadas, espectaculares, que atraen la atención en el instante. Tdder explora el mundo del deporte y la aventura y sus trabajos los realiza en vivo, por lo que su experiencia visual lo coloca entre los mejores fotógrafos del mundo.



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