sábado, 19 de enero de 2013

Magdiel Midence y Duermevela Backstage: Un poco de agua fresca







Portada de Duermevela Backstage, diseño del mismo poeta Magdiel Midence.






Por Jorge Martínez Mejía



Reconocer a un poeta no es difícil cuando evidencia su pasión, su entrega al oficio y su intención de mandar al carajo las taras heredadas. No se trata de adquirir por ósmosis con los libros o con agrios y avejentados poetas el insumo literario. Un poeta se reconoce por esa porción de valentía que le permite mostrar su “gramo de locura”, su parentela con cierta anomalía para ver el mundo, para sospecharlo y rechazarlo. 

En la costa norte hondureña no somos muy afines a reconocer de primas a primeras el logro literario de los jóvenes escritores, más bien somos reacios para dar la bienvenida al gremio y no es cualquiera el que se atreve a tirar sus dislates a las fauces de la jauría. Por esta razón algunos aspirantes a escritores permanecen años encerrados en su alcoba, leyéndole al espejo, o mostrándoles sus trasnoches a experimentados críticos sin obra. Algunos llegan a desarrollar oscuros complejos, complicadísimas fobias que comienzan con el temor de cruzar una calle para no encontrarse con un cítrico escritor costeño. Otros desarrollan personalidades clandestinas, se desdoblan en las tertulias y muestran un colmillo semiótico, una expresión desenfadada que se delata en el temblor de la voz, en el tic recientemente adquirido, en la intrínseca sospecha de saberse nadie. 

Eso que se conoce como “locura poética” muy pocos la han sabido llevar como indumentaria natural y “poetas malditos” nunca han cruzado por la Tercera Avenida. En San Pedro Sula los poetas han tenido que beber buenos tragos de desprecio, de indiferencia y olvido. El poeta que se cuenta entre los poetas vivos es porque su trabajo poético, su oficio y su locura permanecen intactos para una minoría de lectores casi inexistente.

Sin embargo, algunos logran esquivar estos escollos y alcanzan su breve momento de gloria en el reconocimiento de un minúsculo, pero certero grupo de escritores para quienes un nuevo libro de poesía debe ser una faceta distinta de ese otro texto que escribimos juntos, en el sentido borgeano.

Magdiel Midence ha vuelto a San Pedro Sula a presentar su segundo libro: Duermevela Backstage; ya con Retrato de un payaso adolescente (2010) logró llamar la atención y el aprecio de su obra por su coherencia con nuestra percepción de un entorno fragmentado, hecho de retazos y erráticas conexiones con un universo literario que pareciera menos caótico. Referencias a una percepción postmoderna, a un recorte de realidad con el que compartimos ciertos ángulos: desdén por un código estético establecido por el modernismo y que se ancla en lo sublime, y de otro lado un código ético establecido por la vanguardia que reclama la crítica del orden social. Además de cierto estado de asombro o perplejidad ante un comportamiento decadente sobre el objeto artístico que orienta hacia su destrucción, o al menos a los artificios anquilosados. 

De igual modo que en Retrato de un payaso adolescente en el que se puede ver con facilidad este pedacero poético, Duermevela Backstage comparte las mismas afinidades, las mismas inquietudes y las mismas fuentes: Trakl, Nerval, Blake, Baudelaire, Rimbaud, Eliot; con la diferencia de que en Duermevela se percibe con insistencia la voz de Alejandra Pizarnick, y algunos ecos de Leopoldo María Panero.

Un rasgo distinto es que la nota del simbolismo es ahora más profunda y macabra, más frecuente y con más ganas de rockear: más intencionalmente marginal, más intelectual, más madura y por ende; su rebeldía es más consecuente. Técnicamente, el lenguaje está mejor manejado, mejor tramado, musical, entonado y eficaz.

La impresión que te deja la lectura es que ya estás frente a un poeta que sabe tratar su material, lo sabe escoger e hilvanar, tiene un propósito, y no es cantarle a la muchedumbre, a pesar de utilizar los códigos del vulgo. Hay una intencionalidad metaliteraria que exige argumentos estéticos. Por eso es que cualquiera puede errar en su primera lectura, cuestionar la falta de buen gusto, y suponer que una palabra osada colocada al pasar es una grosería. Se trata de un desenfado antiliterario tratado con la licencia que el conocimiento de la lengua le permite al poeta.

El lenguaje soez y el desenfado profano son las estrategias que utiliza el poeta para demoler el supuesto poder de lo sublime en la literatura. Su intención de ruptura es clara, y su identificación con los más osados poetas de la costa norte también.

Magdiel Midence ha regresado a San Pedro Sula con un poco de agua fresca de esa antigualla de ciudad de donde vino. Y nos deja con una exquisita impresión de saber que la poesía va encontrando buenas manos.



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Magdiel C. Midence nació en Tegucigalpa el 26 de enero de 1984, estudia Literatura y Lenguas Extranjeras con orientación en francés en la Universidad Nacional Autónoma de Hondura Ha sido miembro del grupo literario Máscara Suelta. Ha participado en diferentes festivales internacionales de Literatura. En 2010 publicó Retrato de un payaso adolescente.

miércoles, 16 de enero de 2013

DE QUÉ LADO ALUMBRA EL SOL


Ilustración de TRAVIS COBURN





Por Jorge Martínez Mejía




En un programa radial de la única Radio de San Pedro Sula (Radio Uno), discutimos hace algunos meses sobre el asunto de la membresía del “nuevo partido” LIBRE. En esa ocasión, por primera vez desarrollé la idea de que en Honduras no sólo vivimos una crisis social, económica y política, sino una verdadera anomia cultural.

No se trata de carencia de liderazgo político, o como suelen decir algunos periodistas trasnochados, de la “clase política”, se trata de una pérdida del sentido cuyo origen se encuentra en la deslegitimación, no sólo del Estado, sino de la cultura propia. El deterioro que implica nuestra experiencia social se orienta hacia una degeneración progresiva que no cuenta con mecanismo de freno.

Mientras ciertos grupos sociales rechazan su propio patio añorando el aire de Miami y Los Ángeles, otros anhelan vivir entre catalanes, argentinos, brasileños, parisinos, coreanos, chinos o, ya de perdida, entre norteños mexicanos. Esta carencia de sentido de las mayorías hondureñas  está signada por el rechazo no sólo a lo local, sino a la anomia misma. En los setentas y ochentas se le llamó pérdida de la identidad nacional, y el término estaba más sostenido en la intención rebelde que deseaba sacudirse el signo de las transnacionales  norteamericanas.

No obstante, esta sensación de desgaste del sentido cultural propio, es sólo una experiencia que se vive en las urbes del país. Especialmente en Tegucigalpa, San Pedro Sula, El Progreso y La Ceiba; y en menor grado en las ciudades pequeñas.
Bien podría señalarse que se trata de una crisis de la comunidad mestiza para quienes se han desacreditado sus valores esenciales, y cuyas prácticas culturales constituyen meros decorativos de una vida carente de arraigo y perspectiva.

Por esta razón algunas comunidades étnicas perciben a los ladinos como portadores de una enfermedad desastrosa que carcome sus valores. Y en efecto, nuestra anomia cultural ha adquirido matices patológicos, entre las reacciones individuales puede fácilmente apreciarse cierta inclinación hacia el crimen, la prostitución, la delincuencia común, y sobre todo,  una grave lesión del aprecio de la vida.

Como no hay receta para semejante problema, es preciso detenerse a estudiar el asunto con mayor cautela y profundidad. De igual modo que cuando un barco marcha a la deriva en medio de la tormenta, es preciso que escampe para ver de qué lado alumbra el sol.






martes, 15 de enero de 2013

EN UN GOBIERNO DE FACTO LA CONSTITUCIÓN NO EXISTE, NI LA SOBERANÍA POPULAR, SÓLO SUS INTERESES OLIGÁRQUICOS







Por Jorge Martínez Mejía



Finalmente la vuelta de hoja del escándalo del Poder Judicial deja al descubierto la pugna de fondo: las Ciudades Modelo o “Charter City”. 

El Poder Legislativo y el Ejecutivo han logrado poner en cintura al Poder Judicial defenestrando a cuatro magistrados, entre ellos tres que votaron como inconstitucional dicho proyecto en el intento anterior.

Al parecer, la estructura comandada por Porfirio Lobo, Juan Orlando Hernández y Arturo Corrales, ha colocado una faja de seguridad para gobernar a toda costa haciendo prevalecer sus intereses.


Por otra parte, en la lucha interna, han logrado controlar al extremo al gremio magisterial atacando desde adentro a las organizaciones magisteriales, cortándoles la capacidad económica y estrellándolo contra las cuerdas.


Entre tanto, el Frente Nacional de Resistencia Popular no sale de sus primeros asombros electorales con su brazo político LIBRE y sólo le ajusta para emitir descalabrados pronunciamientos.


Es indudable que la estrategia de la participación política electoral sólo favorece a la oligarquía, pues para ésta (la oligarquía) el poder se ejerce o se pierde. El Frente Nacional de Resistencia Popular ganó experiencia con su participación política, pero perdió poder de lucha popular, poder de convocatoria y de movilización.

¿Cómo ofrecerle, a estas alturas, una Asamblea Nacional Constituyente a un pueblo que fue vapuleado, asesinado, violado y engañado en las urnas, mientras la oligarquía controla a su antojo los tres poderes del Estado?


¿Qué argumento usar para movilizarlo, si lo que se le ha ofrecido son papeletas para votar con la esperanza de ganar unas elecciones controladas desde estos mismos tres poderes?

La oligarquía hondureña, o al menos una de sus más remozadas cabezas de punta, no sólo alquilará al mejor postor la soberanía nacional para obtener capital, sino que destruirá cuanta organización intente impedírselo. PORQUE
EN UN GOBIERNO DE FACTO LA CONSTITUCIÓN NO EXISTE, NI LA SOBERANÍA POPULAR, SÓLO LOS INTERESES OLIGÁRQUICOS.








jueves, 10 de enero de 2013

LA PIEDRITA DE LA INÚTIL POESÍA






Por Jorge Martínez Mejía





LA PIEDRITA DE LA INÚTIL POESÍA





Ya soy otro. Por un momento pensé que sería eterno, sin extremos ni cansancio. Sin reconocerme, otra vez voy por la calle y la estupidez de la vida o de la muerte me lleva a la pudrición de un sueño. Veo la hierba despellejada, los niños calcinados, el arte antiguo, tan atroz, y la puta que recoge sus versos de la acera. A tientas me guío como un leproso hermoso, sin bandera, con el esqueleto apretado y el corazón de amuleto. En mí pesan demasiadas horas tiradas al carajo, demasiado tributo a la delicia. De estos zapatos que me pongo y me quito cada día, sólo recuerdo  la fragilidad de la calle, y la piedrita de la inútil poesía.