Por Jorge Martínez Mejía
LA PIEDRITA DE LA INÚTIL POESÍA
Ya soy otro. Por un momento pensé
que sería eterno, sin extremos ni cansancio. Sin reconocerme, otra vez
voy por la calle y la estupidez de la vida o de la muerte me lleva a la
pudrición de un sueño. Veo la hierba despellejada, los niños calcinados, el
arte antiguo, tan atroz, y la puta que recoge sus versos de la acera. A tientas
me guío como un leproso hermoso, sin bandera, con el esqueleto apretado y el
corazón de amuleto. En mí pesan demasiadas horas tiradas al carajo, demasiado
tributo a la delicia. De estos zapatos que me pongo y me quito cada día, sólo
recuerdo la fragilidad de la calle, y la
piedrita de la inútil poesía.
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