Imagen del reconocido artista Roberto Roseano
En Karen Valladares encontramos la experiencia de saberse creadora y parte de la Logia del Grado Cero, colectivo artístico de origen profundamente sampedrano, que publican manifiestos y dan muerte a la poesía en su afán irredento de escapar de la intrascendencia de la palabra y de su propia historia. La historia de vivir en un país tercermundista, que no contempla tiempos ni existencias de fútiles poetas. Tener la alegre desdicha de ser parte de las honduras que nos desprecian y a las que tanto amamos. Esa conciencia, plantea la autora, es la que nos hace obligarnos a la monstruosidad de negarnos y de buscar, como expresa Rosario Castellanos, “otro modo de ser humano y libre”.
En Karen Valladares encontramos la experiencia de saberse creadora y parte de la Logia del Grado Cero, colectivo artístico de origen profundamente sampedrano, que publican manifiestos y dan muerte a la poesía en su afán irredento de escapar de la intrascendencia de la palabra y de su propia historia. La historia de vivir en un país tercermundista, que no contempla tiempos ni existencias de fútiles poetas. Tener la alegre desdicha de ser parte de las honduras que nos desprecian y a las que tanto amamos. Esa conciencia, plantea la autora, es la que nos hace obligarnos a la monstruosidad de negarnos y de buscar, como expresa Rosario Castellanos, “otro modo de ser humano y libre”.
Jésica Sánchez, poeta, cuentista y ensayista hondureña.
Conocí la poesía, la he visto en sus mejores y peores formas.
La he visto desnudarse ante mí, como si en verdad fuera el mejor de los amantes.
La he descubierto acurrucada comiendo las sobras que caen al piso.
La he visto suicida, sucia, nauseabunda,
la he visto llena de piojos,
de sarna,
la he visto tan detestable,
tan apestosa,
tan puta,
tan lunática,
tan esquizofrénica.
Nada de ella me espanta.
Conozco sus sabores y sus olores,
conozco cada rasgo suyo
y no le temo.
Pero ella sí, me teme,
por eso huye de mí,
y se va temblorosa
a una boca donde mejor la pronuncien.
(Poema de Karen Valladares, de su libro inédito Maldita poesía)
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