Fotografía de Ángel Domínguez
PATAKA-KO
Había una vez una mujer Pech, que se fue a traer agua al río por lo menos nueve veces, estando allí sintió la necesidad de hacer su oficio y decidió hacerlo a la orilla del río, que en ese momento estaba creciendo mucho, cuando se sentó vio venir una espuma blanquita que la vino a engendrar.
Pasado algún tiempo, su madre le notó que estaba embarazada y le preguntó: ¿Ajá, y ese marido donde lo tiene usted? a lo que la joven no supo responder.
Durante su gestación, la mujer Pech estuvo custodiada por nueve wataes quienes se encargaron de construir la vivienda a base de bahareque, con techo de capuca y pacaya, lejos de la tribu en un lugar solitario en el interior de la selva.
A los nueve meses la mujer Pech, dio a luz nueve niños, parto que lo tuvo sin dolor ni nada, la alimentación era a base de langosta, miel y cacao para los niños, estos eran atendidos por unas niñas de doce años, quienes se encargaban de prepararles los alimentos y el munia (bebida ceremonial preparada con yuca dulce); su vida no era pública.
A los nueve días de haber nacido, avisan al pueblo de este hecho extraordinario quienes preparan una fiesta (ceremonia o quech) con sasal (alimento a base de yuca), carne, chicha de yuca, para recibir a los recién nacidos, una vez terminada la fiesta mientras el pueblo dormía, los wataes se llevan al menor para educarlo y enseñarle el conocimiento de la naturaleza y el mundo celestial. El kako fue iniciado por los wataes, permaneciendo treinta días en la selva con espíritus y conociendo su valor para hablar con los espíritus y permitiendo la adquisición de conocimientos.
La primera existencia de investigación, la hace con los cerros; salía a las doce de la noche en espíritu puro para entrar al corazón de los cerros, mirando a grandes ciudades habitadas de animales silvestres.
En su segunda experiencia, Patakako viaja en la pirikataka (el arco iris) al fin del mundo, para darse cuenta que el universo está sostenido por cuatro horcones; que constantemente son cambiados, incluso él sirve de horcón como parte de su experiencia de conocimientos, además se da cuenta que la tierra es como una naranja rodeada de agua por todas partes y que es movida por los espíritus malos y buenos, durante esta experiencia él es aconsejado por la pirikataka quien le dice que debe estar alerta porque cada tres días los horcones son cambiados y él debe aprovechar ese momento para escaparse.
Concluida su misión en el lugar de las tinieblas, en el fin del mundo, él decide hacer su tercera experiencia, los wataes le habían dicho que existían otros estados en la superficie del universo, el patakako decide comprobarlo y a las doce de la noche, va pasando estado por estado, se da cuenta que las hormigas proceden del séptimo estado y que cuando hay huracanes salen con su huevos buscando refugio en este planeta terrestre, el kako se da cuenta que las hormigas sabían interpretar las cosas de la naturaleza.
Al Patakako, como Watá que era, siempre su pueblo le pedía consejos y le preguntaban que si es cierto que los dos ríos que riegan esta región tenían sirenas. El kako, con el deseo vivo de enseñar a su pueblo, se transformó en pez tepemechín y recorrió el río Cuyamel, llegando a demostrar que sí existían sirenas y que tenían nueve ojos. (La sirena en la cultura Pech, es la madre de los peces y no tiene relación con el mito occidental más que en el nombre).
Patakako se enteró que la región donde vivía había una roca que estaba creciendo y llegaba hasta el cielo y por allí bajaba un tigre a comerse a los Pech, como los hermanos mayores no podían quebrarla entonces bramaban haciendo tormenta. Entonces el que era menorcito les dijo: "Ustedes no son hombres, ya van a ver como se deshace esa piedra". Se deslizó en la mitad del cielo y aventó toda aquella piedra por todas direcciones, una parte por el norte y otra parte por el sur, acá y allá dejando en la mitad los cerros como el Punta Piedra que esta hoy lejos de la región que habita el Pech.
Cumplida esta misión, los hermanos regresaron donde su madre, pero esta ya había muerto, sólo encontraron una montaña.
Patakako en su última misión civilizadora intenta conocer el cielo y a su gobernante, todo este proyecto a petición de su pueblo que venía a preguntarle si era cierto que en el cielo existía su tocayo o gemelo; con el deseo vivo de demostrarlo, kako subió a los nueve estados del cielo observando una casa que era habitada por una viejita; quien le advirtió que se fuera de allí porque en ese lugar había otro Patakako que se lo podía comer, el Patakako no hizo caso, hasta que llegó donde estaba su tocayo, luego decidió transformarse en murciélago, se subió a un palo de coroza y allí lo esperó, enviándole un soplo de frío que obligó al kako del cielo a salir, este pidióle a sus nietos que le sacaran un asiento fuera de su casa para calentarse; el kako, que había subido a la tierra, observó que el otro tenía nueve ojos que parecían luceros.
El kako Celestial al sentirse que alguien lo miraba, le dió miedo y le dijo a los nietos que alguien lo observaba, uno de ellos vio que en la punta de un árbol de coroza había un murciélago, entonces decidieron bajarlo con un pito y de un soplo el murciélago cayó al suelo sobre un manto que habían puesto los guardianes del cielo; el kako del cielo corrió presto para agarrarlo y comérselo pero en un momento, el murciélago escapó, llegando a la casa de la viejita.
Después de contarle a la viejita que había visto a su tocayo ésta le advirtió que no se quedara allí, por lo peligroso de la situación, pero como venía muy cansado, decidió descansar allí y se durmió en una hamaca. Transcurrida media hora, se despertó sintiendo un dolor agudo en el corazón que lo hacía sufrir, mientras el dormía unos tigres le habían sacado el corazón eso fue lo que le contó la viejita y le dijo que le habían puesto uno de pizote que le quedaba muy bien.
El Patakako, regresó a la tierra y les contó que había otro y que tenía nueve ojos. Patakako siguió viviendo entre la gente, haciendo curaciones de diversas enfermedades, pero un día decidió retirarse de la gente y se fue a la región de Warasca (por el río plátano) entrando en el cerro Kao Kamasa (casa blanca) en el Cerro de la Palmera.
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De los primeros gobernantes pech, Pataka-Ko es el más memorable. Su historia representa la cosmogonía de uno de los pueblos más aferrados al espíritu de la naturaleza. Nacido de una princesa de la tierra y un Dios o Watá.
Un visionario preparado con primor por una de las culturas más bellas de América, un gobernante que con su sabiduría guió al pueblo pech enseñándole el “Katoká” (ceremonia propiciatoria de una curación) y el “Kech” (rito de agradecimiento); les enseñó a curar dándoles el “sombreé” (el soplo) y otros medicamentos más. Inició a su pueblo en el conocimiento de la naturaleza, el hombre y el cosmos.
Este semi-dios tenía poderes maravillosos, y cada momento de su vida representa el deslumbramiento ante un mundo construido a la medida de la perfección de una tierra percibida como una madre, en la que Pataka-Ko se le asigna la función de “padre formador del universo pech”. En su misión de enseñar los desconocido el Ka-ko viaja sobre la serpiente de colores “Pirikata” o arco iris, al inframundo. Conoce los secretos de la naturaleza terrenal e intenta conocer el mundo celestial y robar los bienes culturales, mediante la astucia, se transforma en varios animales gracias a sus poderes y compañeros terrenales, de los cuales recibe consejos, como la pirikata que lo acompaña por las aguas del inframundo, el zorro en la tierra y el murciélago en la oscuridad.
La lucha cósmica se establece al entrar el Dios terrenal al dominio celestial, siendo vencido este último al arrancarle el corazón, el Kinis Kabok pok, o sea, el Tigre Celestial guardián del Kako, su gemelo.
En la cosmogonía Pech, el universo está regido por dos grandes dioses: el Pataka-ko Celestial y el Kako Terrenal, nuestro padre.
El Dios terrenal crea orden en los tiempos primordiales en su inicio de acción divina: posee poder sancionador y santificador. Hasta la época de contacto colonial, en el universo mítico Pech, no podemos hablar de un monoteísmo sino de un dualismo natural.
Pataka-ko desaparece en el horizonte histórico con la evangelización que aún no finaliza, primero con la iglesia católica utilizando el poder de la colonia; hoy en día la iglesia “La Profesía” [sic] que son promovidas por misioneros norteamericanos, intentando apropiarse de la cosmovisión del indio obligándolo a que renuncie a sus ceremonias y ritos, pues según su doctrina, para estar bien con Dios nada más se requiere fe y no de cultos heredados de sus antepasados.
(Tomado del libro Mitos, Leyendas y Ritos de los Pech, de Lázaro H. Flores)
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