lunes, 8 de octubre de 2012

IMÁGENES Y POEMAS DE KAREN VALLARAES EN EL XX FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA DE ROSARIO, ARGENTINA 2012








Viene llegando la tarde

A Rosemary, Nidia y Alma Lagos.


La tarde viene llegando,
sombría,
opaca,
medio muerta.
Mi casa no tiene jardines,
ni sol, ni sombra en los patios.
Ni voces en los pasillos.
Me hiere profundamente la soledad de las persianas
y todo el silencio me ahoga.
Aquí soy yo, allá, en otro sitio, me convierto.
No sé en qué, pero lo hago.
Aquí no vienen las palabras todos los días
o los domingos.
Aquí no hay poesía en ningún sitio.
Nadie olvida la distancia y sus colores bipolares.
Aquí nada vale. Todo ha muerto.
El silencio ha vuelto a posesionarse de mi boca.
He amanecido sin querer a nadie.
Voy yendo despacio a cualquier parte donde mi voz reconozca tu nombre. Hay un charco de silencio afuera de la casa

¿Y qué digo entonces? ¿Qué pienso entonces?

La tarde no refleja nada.
Viene llegando la tarde: oscura, solitaria.
Viene rugiendo, como si en verdad fuese un monstruo.



Amanezco



Amanezco, y no precisamente en la mañana.
Abro los ojos, y caminan lento, buscando quién sabe qué cosa.
Aquí las horas tempranas envuelven por completo la casa.
Sigue latiendo algo dentro de mí,
y mi cuerpo tendido en la cama,
pensando en todo,
pensando con los ojos abiertos,
con las manos abiertas,
con el corazón abierto como flor,
con las palabras abiertas, pero mudas;
con los pájaros nocturnos yéndose a su nido,
y no a mi techo
y no a mis árboles
y no a mi patio trasero
y no a colgarse a los balcones
y cantar cualquier cosa que se les ocurra.

Amanezco y no precisamente en la mañana,
no precisamente en la tarde,
no precisamente en la madrugada.

Aquí el tiempo se diseca,
se vuelve otro,
se reinventa,
renace,
huye
y vuelve cada vez que quiere.

Amanezco,
y no precisamente
en las jornadas correctas del tiempo.



Visita a la tierra baldía


Dulce Támesis, discurre en calma, hasta que termine mi canción. 
T.S.Eliot 



Me niego a la mala poesía,
a lo cursi,
a lo sublime,
a la voraz precocidad del sexo,
a lo que no trasciende.
Me niego al bullicio del mar,
a la luna no vista en mi cielo,
a las estrellas de mar que no tengo,
a las voces que hay en mis oídos,
al llanto de Pizarnick,
a la locura de Panero,
a las Flores del mal de Baudelaire,
al vanguardismo llorón de Neruda.
Prefiero el balazo en Roque Dalton,
o hasta una canción de Silvio cantada por Café Tacuba.
Lo tradicional aburre.

Aburren los mismos callejones,
los sonidos.
Si fuese posible desaparecerlo todo.
¿Qué me queda entonces?
Yo asumo la idea de visitar la tierra baldía de Eliot
y me dedico a perfeccionar mi muerte.
No al estilo Plath o Storni.
Me niego a lanzarme al mar con dos piedras en las manos,
a ser la loca del muelle.

Me niego a todo
a todo.
A mí misma, por supuesto.






Hay días

No estaba con mi sombra,
no estaba con mis gestos
Oliverio Girondo


Hay días en los que huyo de mi cuerpo
En los que me tapo los ojos para no verme más.
En los que desato los pasos y avanzo y corro
o vuelo o me lanzo a los precipicios
a la planicie
a la plenitud
al limite
al infinito
al vacío
a los brazos de alguien
a un sofá roto
o al mar como Alfonsina.

Pero huyo
de todo111
porque a veces me aterra
la luz de los semáforos
la música del piano que jamás aprendí a tocar
el parpadeo de unos ojos lejanos
las palabras enredadas en la boca,
el sudor deslizado en las manos.
Otra vez los pasos
Quizás los que me hacen volver
Y huyen
y
me abandonan cada vez que quieren.

Pero huyo,
Porque me tengo miedo
Me desconozco
Me niego cada vez que canta un gallo
Me arranco la piel, el nombre
el rostro
las voces que me hacen ser quien soy
y me vuelvo una bala
y me disparo
y me suicido
de las peores y
mas estúpidas maneras.

Siempre huyo,
no por cobarde,
más bien por valiente
por atrevida
por obscena
por suspicaz
Por cualquier cosa.

Huyo,
y no me detengo,
aunque tenga miedo.




La poesía no es un síntoma




 No volveré a escribir poesía


XII

No volveré a escribir poesía,
a ver el cielo sucio y escribir poesía,
a ver al hombre solitario y escribir poesía.
A ver mi cuerpo desnudo y escribir poesía,
a ver al niño que llora y llora y escribir poesía,
a ver a la anciana llena de inmundicia hasta las pestañas y escribir poesía.

No volveré a escribir poesía, no vale la pena
aunque sea sencillo;
aunque siempre haya creído que todo tiene que ver con poesía.

Un paraguas abierto no significa poesía,
mi voz chillona no significa poesía,
mis piernas flacas no significan poesía,
que mi corazón tirite de frío
en invierno no quiere decir poesía;
nada quiere decir nada.

Me muerdo la boca,
la lengua,
los labios,
y me baño en sangre,
y no quiere decir poesía.

La poesía no es ningún síntoma,
ni siquiera un dolor,
una piel transparente,
un músculo adormecido.

a juventud no es poesía.
La vejez tampoco.
El sexo no es poesía,
la saliva no es poesía,
el grito del mar no es poesía,
mis orgasmos no son poesía,
mis senos no son poesía.





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