Viene
llegando la tarde
A
Rosemary, Nidia y Alma Lagos.
La tarde
viene llegando,
sombría,
opaca,
medio
muerta.
Mi casa no
tiene jardines,
ni sol, ni
sombra en los patios.
Ni voces
en los pasillos.
Me hiere
profundamente la soledad de las persianas
y todo el
silencio me ahoga.
Aquí soy
yo, allá, en otro sitio, me convierto.
No sé en
qué, pero lo hago.
Aquí no
vienen las palabras todos los días
o los
domingos.
Aquí no
hay poesía en ningún sitio.
Nadie
olvida la distancia y sus colores bipolares.
Aquí nada
vale. Todo ha muerto.
El
silencio ha vuelto a posesionarse de mi boca.
He
amanecido sin querer a nadie.
Voy yendo
despacio a cualquier parte donde mi voz reconozca tu nombre. Hay un
charco de silencio afuera de la casa
¿Y qué
digo entonces? ¿Qué pienso entonces?
La tarde
no refleja nada.
Viene
llegando la tarde: oscura, solitaria.
Viene
rugiendo, como si en verdad fuese un monstruo.
Amanezco
Amanezco,
y no precisamente en la mañana.
Abro los
ojos, y caminan lento, buscando quién sabe qué cosa.
Aquí las
horas tempranas envuelven por completo la casa.
Sigue
latiendo algo dentro de mí,
y mi
cuerpo tendido en la cama,
pensando
en todo,
pensando
con los ojos abiertos,
con las
manos abiertas,
con el
corazón abierto como flor,
con las
palabras abiertas, pero mudas;
con los
pájaros nocturnos yéndose a su nido,
y no a mi
techo
y no a mis
árboles
y no a mi
patio trasero
y no a
colgarse a los balcones
y cantar
cualquier cosa que se les ocurra.
Amanezco y
no precisamente en la mañana,
no
precisamente en la tarde,
no
precisamente en la madrugada.
Aquí el
tiempo se diseca,
se vuelve
otro,
se
reinventa,
renace,
huye
y vuelve
cada vez que quiere.
Amanezco,
y no
precisamente
en las
jornadas correctas del tiempo.
Visita
a la tierra baldía
Dulce
Támesis, discurre en calma, hasta que termine mi canción.
T.S.Eliot
Me niego
a la mala poesía,
a lo
cursi,
a lo
sublime,
a la voraz
precocidad del sexo,
a lo que
no trasciende.
Me niego
al bullicio del mar,
a la luna
no vista en mi cielo,
a las
estrellas de mar que no tengo,
a las
voces que hay en mis oídos,
al llanto
de Pizarnick,
a la
locura de Panero,
a las
Flores del mal de Baudelaire,
al
vanguardismo llorón de Neruda.
Prefiero
el balazo en Roque Dalton,
o hasta
una canción de Silvio cantada por Café Tacuba.
Lo
tradicional aburre.
Aburren
los mismos callejones,
los
sonidos.
Si fuese
posible desaparecerlo todo.
¿Qué me
queda entonces?
Yo asumo
la idea de visitar la tierra baldía de Eliot
y me
dedico a perfeccionar mi muerte.
No al
estilo Plath o Storni.
Me niego a
lanzarme al mar con dos piedras en las manos,
a ser la
loca del muelle.
Me niego a
todo
a todo.
A mí
misma, por supuesto.
Hay días
No
estaba con mi sombra,
no
estaba con mis gestos
Oliverio
Girondo
Hay días
en los que huyo de mi cuerpo
En los que
me tapo los ojos para no verme más.
En los que
desato los pasos y avanzo y corro
o vuelo o
me lanzo a los precipicios
a la
planicie
a la
plenitud
al limite
al
infinito
al vacío
a los
brazos de alguien
a un sofá
roto
o al mar
como Alfonsina.
Pero huyo
de todo111
porque a
veces me aterra
la luz de
los semáforos
la música
del piano que jamás aprendí a tocar
el
parpadeo de unos ojos lejanos
las
palabras enredadas en la boca,
el sudor
deslizado en las manos.
Otra vez
los pasos
Quizás
los que me hacen volver
Y huyen
y
me
abandonan cada vez que quieren.
Pero
huyo,
Porque me
tengo miedo
Me
desconozco
Me niego
cada vez que canta un gallo
Me arranco
la piel, el nombre
el rostro
las voces
que me hacen ser quien soy
y me
vuelvo una bala
y me
disparo
y me
suicido
de las
peores y
mas
estúpidas maneras.
Siempre
huyo,
no por
cobarde,
más bien
por valiente
por
atrevida
por
obscena
por
suspicaz
Por
cualquier cosa.
Huyo,
y no me
detengo,
aunque
tenga miedo.
La poesía no es un síntoma
No
volveré a escribir poesía
XII
No
volveré a escribir poesía,
a
ver el cielo sucio y escribir poesía,
a
ver al hombre solitario y escribir poesía.
A
ver mi cuerpo desnudo y escribir poesía,
a
ver al niño que llora y llora y escribir poesía,
a
ver a la anciana llena de inmundicia hasta las pestañas y escribir
poesía.
No
volveré a escribir poesía, no vale la pena
aunque
sea sencillo;
aunque
siempre haya creído que todo tiene que ver con poesía.
Un
paraguas abierto no significa poesía,
mi
voz chillona no significa poesía,
mis
piernas flacas no significan poesía,
que
mi corazón tirite de frío
en
invierno no quiere decir poesía;
nada
quiere decir nada.
Me muerdo la boca,
la
lengua,
los
labios,
y
me baño en sangre,
y
no quiere decir poesía.
La
poesía no es ningún síntoma,
ni
siquiera un dolor,
una
piel transparente,
un
músculo adormecido.
a
juventud no es poesía.
La
vejez tampoco.
El
sexo no es poesía,
la
saliva no es poesía,
el
grito del mar no es poesía,
mis
orgasmos no son poesía,
mis
senos no son poesía.
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