lunes, 9 de mayo de 2011

INTRO. NOVELA DE LOS POETAS DEL GRADO CERO



Por Jorge Martínez Mejía


 


 
Esta novela se trata de un grupo de siete escritores que, sin saberlo, se encontraron en una época en la que todavía se creía en el poder mágico de la palabra, es decir, en la poesía. Sin embargo, de manera paradójica, nadie podía encontrar ninguna magia o encantamiento en las construcciones poéticas porque estas se alejaban tanto de la vida misma que no dejaban de ser más que subterfugios lingüísticos, meros malabares sin ninguna vinculación con la existencia. A pesar del esfuerzo de los poetas que envejecían luchando cuerpo a cuerpo con el vacío de la página en blanco, dibujando las más atrevidas y dramáticas imágenes, hurgando entre los escombros de los más sublimes o malditos abuelos de la poesía; la verdad estaba tan a flor de piel que era imposible obviarla: La poesía estaba irremediablemente muerta.

Era un tiempo posterior a la época conocida como “la nueva era”, tiempo de reencuentro del hombre con los relatos mágicos de las culturas no occidentales, de la búsqueda frenética y de algún modo apocalíptica del “origen”. En suma, es este mismo tiempo que vivimos y en el que nos es verdaderamente imposible creer que la palabra pueda hacernos sentir el éxtasis que experimentaron nuestros abuelos. Lejos había quedado la gastada puesta de sol que tantas postales y suspiros hizo cruzar entre los océanos, lejos la oratoria opulenta y el aplauso. Ser poeta era el peor símil de un hablador de bazofias enfermizas. Y no obstante, nadie lo había notado, o al menos nadie había tenido la franqueza de decirlo de la manera más directa. Hasta que llegaron Los Poetas del Grado Cero, un grupo pequeño de lectores diversos que de alguna manera intuían lo que pasaba, y que, al igual que los otros poetas, escribían en los gastados cánones de la tradición literaria.

Aquella vez, el pequeño grupo de lectores se esparcía en la covacha instalada en pleno centro de la ciudad de San Pedro Sula, en la recóndita república de Honduras.



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