Por Samuel Trigueros*
Se encendió el fuego y ardió diez años, incesante, en las calles empedradas, en la verde profundidad frutecida de café, en el aire cargado de presagios, en el corazón contradictorio de los residentes, en las cámaras digitales de los foráneos, en el presente eterno de los niños, en los harapos de tiempo de los viejos, en el caleidoscopio de los locos, en la memoria del tiempo que resiste. Diez años ardió el fuego y su llama vive todavía, a pesar de la sombra circundante, a pesar de la boca de lobo que a diario nos acecha. Diez años de arte popular, diez ferias Paseo Real de las Chimeneas Gigantes en Trinidad, Santa Bárbara, celebrados con fuego y líquidos ardientes, con abrazos solidarios, con música para alimentar los sentidos y la mente, con poesía no tarifada, con luchas y victorias renovadas.
Hasta el año 2008, la Feria Paseo Real de las Chimeneas Gigantes se lograba venciendo conocidos obstáculos en la Honduras de antes, donde el arte era tal sólo como extensión de los gustos exóticos de la damisela del diplomático y los artistas poco menos que objetos inútiles para los intereses de los políticos que asignan los presupuestos de acuerdo a sus intereses; pero en el año 2009 –el 28 de junio, para ser exactos- la Honduras de antes dejó de ser y una nueva realidad se abrió paso, bajo el atronador avance de las botas militares, de la maquinaria sangrienta de hacer dinero del capitalismo, del latrocinio, la expoliación y la barbarie. El paseo Real de las Chimeneas Gigantes también se enfrentaría a partir de esa fecha a monstruos sobrealimentados de frialdad, estolidez, sectarismo y otras sombras.
El golpe de Estado echó por tierra los pequeños pero valiosos frutos de una incipiente democracia, drenó el contenido de instituciones, razones de ser y existir, conceptos y valores como “paz”, “justicia”, “derecho”, “cultura” y “arte”. La paz voló bajo, a la altura de las ingles de las mulas congresistas que la ostentaron como un llavero bendecido por el Cardenal; la justicia pernoctó ultrajada frente al Estado Mayor Conjunto, cerca de la Casa del Partido de la estrella solitaria; el derecho fue torcido a fuerza de golpes en la rojiblanca fragua de la felonía: la cultura fue invadida por atorrantes que la redujeron al folclorismo chato y de bajo precio con el que acostumbran decorar los baños olorosos a popurrí de las visitas y la chacha; al arte se convirtió en pasarela de las chicas
superpoderosas y los artistas verdaderos pasaron a engrosar las listas de la muerte. En una nueva realidad como esa, el Paseo Real de las Chimeneas Gigantes no sólo enfrentó la inveterada desidia de los gobernantes, sino que se convirtió en una piedra más en el zapato de los golpistas, quienes intentan a toda costa anular la protesta, el reclamo, la indignación y las manifestaciones de un pueblo que avanza en la refundación de su pensamiento, de su praxis cotidiana y de la patria.
Rebelde por naturaleza, contestataria por necesidad, incómodamente creativa en su evidencia, la Feria Paseo Real de las Chimeneas Gigantes de Trinidad no podía ser bien vista en la cerrazón municipal, espesa, de los apéndices administrativos del régimen, verbigracia la Corporación Municipal, los correligionarios, las damas devotas, los caballeros del buen gusto y guardianes de las buenas costumbres, los chepos celosos de la Ley de Convivencia Ciudadana, los empresarios de pulcra cola comprometida y algunas oenegés antiñángaras solapadas. Así las cosas, ¿Cómo podía siquiera soñarse con erigir chimeneas contra la pobreza, la injusticia, las violaciones a Derechos Humanos, la ignorancia, el capitalismo y otros azotes de los pueblos? ¿Cómo podía pensarse que era posible recaudar los recursos necesarios para reivindicar la imaginación, el humanismo y el arte? ¿Cómo creer que de las cenizas de ocho años podían surgir, como un fénix, nuevas chimeneas que poblaran el Paseo Real triniteco?
Pero, contra todo pronóstico malhadado, las chimeneas gigantes se levantaron en el 2009, bajo la lluvia natural y la tormenta de balas, contra Goriletti y sus secuaces. Para el 2010 la lucha continuó contra un régimen que intenta blanquear y continuar con la ignominia: el Paseo Real de las Chimeneas Gigantes se llevó a cabo en Trinidad, entre el 8 y el 11 de diciembre, en homenaje a las mujeres y el magisterio en resistencia.
Involucrado de lleno en el proceso de creación, vi como las tenazas retorcían los alambres hasta formar las jaulas multiformes donde quedarían atrapados los sueños y las pesadillas, cómo las manos juveniles e infantiles mezclaban harina y agua para empastar las estructuras con periódicos golpistas que luego arderían hasta alcanzar su destino de cenizas. Ramón “La Mega” y yo, armados de pistolas de pintura, compresores, brochas, aerógrafos y pinceles, durante larguísimos días y noches continuos, nos encargamos de aplicar colores a todas las chimeneas. Hicimos de la Plaza Jerusalén nuestro campamento insomne. Nos turnamos para descansar dos o tres horas cada día. Pachamama nos visitó a diario para alentar, organizar, acicatear. El esfuerzo de hombres, mujeres, niños, niñas, jóvenes de todo el equipo de trabajo se extendió hasta el último segundo, con alegría, con convicción de estar contribuyendo a forjar libertad, a sembrar imaginación; a la lucha contra la ignorancia, la oscuridad, la barbarie y el capitalismo con toda su parafernalia de asco.
La reiterada pregunta no faltó en más de algún visitante: ¿Por qué tanto esfuerzo haciendo las chimeneas para quemarlas en un momento? La respuesta está en un
proceso que año con año se afina en sus métodos y procedimientos, su incidencia, sus alcances, su gravitación en la vida local y nacional, su eco internacional, su importancia como factor de lucha y sus resultados en la construcción de una didáctica, un arte y un poder desde las raíces del pueblo. Hace falta estar adentro para percibir la complejidad y riqueza que bulle antes de ver las chimeneas instaladas en las calles trinitecas. Paradójicamente, aunque sorprende y maravilla, la quema es sólo la punta de un iceberg que arde inmenso en el interior de la historia.
Este año, las chimeneas señalaron justicieramente al imperio capitalista como institutriz de los gorilas del patio, al Lobo regodeándose en su Gobierno de Ultraje Nacional (GUN), a la prensa golpista que imprime con sangre de mártires el terror mediático, a las serpientes del bipartidismo, las Fuerzas Armadas, la Iglesia y la empresa privada mamando incansablemente de las magras mamas de la Matria. También La llama de la revolución que vuela fue un homenaje a los pueblos liberados del sur. Seis niños intervinieron críticamente –para envidia del mejor artista nacido de insigne curador- el mundo de los cómics que a diario les ofrece la caja tonta, al mostrarnos un Picachu (PicaEneeChu) que, tras la engañosa sonrisa, descarga golpes eléctricos contra el pueblo.
Es este proceso, estos resultados, esta necesidad de hacer patria desde las fuentes originarias del pueblo lo que ahora nos mueve a proponer que la Feria Paseo Real de las Chimeneas Gigantes sea declarada Patrimonio Cultural Nacional o, al menos, municipal; con su identidad natural, autonomía de acción, independencia de intereses políticos, religiosos y de cualquier otro tipo e injerencias de cualquier especie.
Abogamos porque el fuego triniteco, trinitario –de la santísima trinidad del arte, el pueblo y la revolución- arda para siempre en el corazón de Honduras que huele a café y se trenza al junco como nuestros sueños, nuestra esperanza y nuestra lucha.
_________________ *Samuel Trigueros
(Escritor en resistencia
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