Por Sergio Suazo[1].
“Si la libertad significa algo, es el derecho a Decirle a los demás lo que no quieren oír”
George Orwell
A manera de introducción
Cada día que pasa desde que se volvió a demostrar por enésima vez que en Honduras, la barbarie es la forma de solucionar las crisis políticas (28J), surgen nuevas aristas desde las cuales abordar sobre todo el futuro, porque es mejor hablar de lo desconocido, en lugar de lo que ya sabemos.
¿Es esto una contradicción? No, es parte del pensamiento utópico, ah! pero eso es “fantasía”, “utopía”, “sueños”, “irrealizable”, “quimera”, etc. sí, pero cuando se trata de procesos sociales, existe un momento anticipador que construye idealmente un mundo mejor y corresponde al hombre político (social) realizarlo. Sin embargo, anticipar el futuro no significa dejar de ver el pasado no sólo para no repetir los errores como dice Perogrullo, sino, para negarlo en el sentido filosófico del término negación, es decir, superar el actual momento para proponer otro distinto que lógicamente se espera sea mejor. Por ello, me referiré brevemente a algunas de las aristas que se mencionan en el párrafo anterior.
Una de ellas es que desde 1982, se nos dijo en los análisis políticos, que con los procesos electorales volvía la democracia en forma de “transición” y que la población ahora “gozaría” de “elecciones democráticas”. Claramente se puede ver que lo anterior, sobre todo la idea de “transición democrática”, refleja una confusión conceptual al tratar en el mismo plano las transiciones ocurridas en el los países del cono sur de América Latina con lo sucedido en Centroamérica. En el primer caso, se trata de procesos políticos en donde la democracia era sólida, madura y profunda que fue interrumpida por la implantación de regímenes autoritarios o dictaduras militares como lo ocurrido en Argentina, Chile, Uruguay y Brasil. En cambio, en Centroamérica la democracia no es producto de una tradición institucional – con la excepción de Costa Rica- sino más bien son “instauradas” en el marco de un ambiente contrainsurgente y de guerras civiles, y como arreglo de “cúpulas reaccionarias y en crisis”[2].
Otras opiniones hablan en este mismo sentido, que más que una democracia, en Honduras lo que existe es un “régimen señorial, oligárquico y “cristiano”…”[3] sustentado en grupos dominantes “cuya sensibilidad política sería cómica si no fuese por sus efectos sociales dramáticos”[4].
Otra arista dice relación con la falta de precisión también conceptual al confundir continuidad jurídico-política con estabilidad política, creyendo que con ello, se producía afirmación y robustecimiento democrático. Este hecho explicaría en parte, porqué en Honduras se han creado instituciones pero no se ha podido desarrollar institucionalidad, vale decir, el respeto a los principios, valores, criterios y actitudes hacia al funcionamiento del denominado Estado de Derecho que en nuestro caso, es más bien formal.
El ejemplo más claro que sirve para sostener la afirmación anterior es el golpe de Estado, la oligarquía al servicio de quien están las instituciones, hizo lo que sabe hacer en estos casos, recurre a la violencia y el terror, porque juzgar al presidente en caso de comprobársele faltas, hubiese sido demasiado sofisticado para Honduras.
Tampoco los “análisis” tomaron en cuenta una variable que resulta fundamental para explicar el escaso “desarrollo democrático” en el país, como es la cultura política. Existe una relación íntima entre instituciones y cultura en general y cultura política en particular, y no sólo eso, hay diversos enfoques que hablan de la influencia que tiene la cultura política en el diseño y funcionamiento institucional y otros que plantean la incidencia de las instituciones en la cultura política, hasta los enfoques que se basan más en el comportamiento de los actores políticos en determinadas circunstancias sobre todo después del derrumbe de las democracias, como expone Dieter Nohlen, politólogo de la Universidad de Heidelberg en Alemania[5].
Y la tercera arista, se relaciona con la ausencia de un ethos democrático que dé sustento a la institucionalidad, en cambio, lo que tenemos es una contracultura democrática de las élites y una clase política que navega entre lo primario, la obviedad y el sentido común incapaz de articular siquiera, un discurso moderno, alternativo, esperanzador que mueva a la población hacia un proyecto de país compartido por todos o por lo menos por la mayoría.
Basados en lo anterior, resulta pertinente preguntarse lo siguiente a manera de retos para el futuro: ¿cómo construir democracia y sujetos democráticos en un país como Honduras donde la precariedad no sólo es material sino también institucional?, ¿cómo construir institucionalidad en una sociedad sometida a formas autoritarias del ejercicio del poder en condiciones de una cultura política casi inexistente? ¿O es que debemos resignarnos a aceptar la tesis de Robert Dahl – reputado académico mundial de la ciencia política comparada- de que las instituciones en los países pobres no hacen la diferencia porque carecen de viabilidad al igual que la democracia?
Este trabajo postula que La Resistencia debe, como imperativo categórico, encaminarse a la construcción de una coalición tan amplia como la Resistencia misma para impulsar un proyecto de reformas sociales, económicas y políticas que el país necesita y que el bloque oligárquico resiste. Que otra modalidad como un nuevo partido (lo que le daría mucha dispersión al sistema político) o una candidatura independiente, equivaldría a que las injusticias sociales, se perpetúen indefinidamente y que poco o nada cambie.
Yo resisto, tu resistes, el resiste… ¿hasta cuándo?
Existe un acuerdo generalizado en el imaginario colectivo, sobre algo que no estaba en los planes del golpismo: el surgimiento de un nuevo sujeto político llamado popularmente La Resistencia. Todos los países tienen hitos históricos, unos más importantes que otros, rebeliones populares, levantamientos, revoluciones sociales, golpes de Estado etc. Honduras tiene pocos, la huelga de los trabajadores bananeros de 1954 es considerada el hecho social más importante del siglo XX.
Hoy, hay quienes se atreven a decir que el aparecimiento de un movimiento socio-político opuesto al golpe de Estado como La Resistencia, es más trascendente que todos los hechos habidos en nuestra historia. No estoy seguro de aquello, dependerá no tanto de lo que es ahora, sino, de lo que pueda llegar a ser. Que es un hecho sin precedentes, sin ninguna duda, que es la semilla de la redención, también, que sus frutos un día las nuevas generaciones los puedan cosechar en forma de un país mejor, igualmente, pero donde saltan las dudas es si en la actualidad se podrán dejar atrás las ideas atávicas que puedan convertir a una organización como el Frente Nacional de Resistencia, en un cajón de sastre para un sector político.
También hay consenso que el Frente desde que fue constituido, ha desempeñado un papel fundamental en la conducción y movilización de La Resistencia, que por cierto, tiene múltiples formas de expresión y es más que él mismo frente. Además, es cierto que lo que se ha hecho es mucho, valioso y valeroso, que se le pide al Frente más de lo que estaría en capacidad de dar ahora mismo, pero lo que se espera es algo distinto: que comience a perfilar lo que podría ser en el futuro, a mi juicio, no tanto si se convertirá en partido político, si mantendrá la idea de una candidatura independiente u otra opción, como que se convierta en una alternativa de poder.
Frente a lo anterior, el facilismo podría argumentar desde el sentido común, que en cualquier caso de los mencionados, sería una opción de poder y eso en mi criterio, no es del todo cierto. Convertirse en alternativa de gobierno por lo menos, implica tomar en cuenta una serie de variables como las siguientes, estoy cierto que pueden haber otras:
a) Construcción y renovación de las ideas políticas. Esto es una operación de envergadura intelectual porque supone disponer de cuadros con un instrumental teórico capaz de idear un proyecto político dentro del cual la Asamblea Nacional Constituyente, es sólo un elemento. Se trata de reconstruir “lo” político y la política que es la verdadera crisis, y con ella, por supuesto, las instituciones políticas como los partidos
b)Despojarse de las ideas atávicas. En el pasado sólo han servido para que los enemigos de los cambios sociales, muestren que son inútiles y que Honduras no las necesita. Se trata a mi juicio, de configurar una nueva relación con la sociedad, lo que exige apertura, cambio de estilo, convicciones renovadas y actitudes políticas modernas y menos rígidas. Se trata además, de dejar atrás el dogmatismo ideológico a favor de un proyecto político con un carácter tan amplio como La Resistencia, y romper en la medida que las fuerzas lo permitan, con la hegemonía de poder y control que la oligarquía desnacionalizada ejerce sobre el resto de la sociedad.
c) Las transformaciones posibles. Existe suficiente evidencia en el nivel de la política-práctica sobre los nuevos estilos de hacer política que las fuerzas progresistas emergentes en Latinoamérica han asumido, y ello tiene que ver con el realismo político, o sea, darse cuenta de la relación entre realidad y posibilidad de transformarla. Una cosa es lo pensable, otra lo posible y muy distinto lo factible, encontrar la diferencia es poseer un alto grado de realismo político, pues como bien dice José “Pepe” Mujica el ex guerrillero tupamaro y ahora presidente de Uruguay por el Frente Amplio, “la política del todo o nada, sólo lleva a que nada cambie”. ¿Se puede pensar en el cambio social sin encontrar el equilibrio entre lo ideal y lo posible? ¿O ES QUE ESTAMOS PENSANDO EN MAGIA?
d) Ser oposición. Cualquiera sea la forma que se “imponga” o que se adopte por “consenso” dentro de Frente de Resistencia Nacional como mecanismo de participación político-electoral, lleva implícito hacer oposición. Quienes están familiarizados con este tema o que lo sepan por estudio y formación, saben que en un sistema político, el papel de oposición le corresponde a los partidos políticos ya sea en Sistemas Presidencialistas o Parlamentarios, cada uno tiene su propia modalidad; en el primero, el partido opositor elige una figura de sus filas para que haga ese rol, a veces coincide que esa figura sea un potencial candidato a la presidencia.
El ejemplo de lo anterior, se puede ver en España donde el Partido Popular de derechas, tiene a Mariano Rajoy como el jefe de la oposición combinando un vocero también de oposición, en el congreso de los diputados. En cambio en los Sistemas Parlamentarios, la oposición escoge dentro de los senadores por un mecanismo de votación interna, a uno de los suyos y se convierte en lo que se llama minority speaker o portavoz de la minoría, o puede ser un líder del partido.
En Honduras, la oposición política no existe, por una razón sencilla pero que lleva tiempo y espacio explicar, el sistema político optó desde hace mucho tiempo por “renunciar” a la oposición lo que supone “su principal colapso” porque “la oposición es, en cierto modo, un gobierno a la inversa. O sea que regula las acciones gubernamentales, a manera de freno, con el fin de enmendarlas o de situarlas en la aplicación correcta, cuando estas son ineficaces o se desvían a la corrupción y al abuso de poder”[6].
El bipartidismo que es en verdad lo que hemos tenido en todos estos años de “democracia”, ha devenido en los últimos tiempos en una especie de “monopartidismo” en el que concurren las élites dominantes a través de los llamados “partidos tradicionales” (“liberal” y nacional”), en consecuencia, resulta a lo menos, algo superfluo hablar de oposición política, por lo que, en condiciones de una institucionalidad y constitucionalidad pasada a llevar por los poderes fácticos, ese papel le corresponderá a la nueva fuerza social que es La Resistencia aunque desde el punto de vista político no le corresponda.
Pero este papel de oposición conlleva dos situaciones a mi juicio, complejas. Una, es que ser oposición significa ser distinto y por lo tanto, no se puede ser oposición sin ser opción de gobierno. Y dos, es que se corre el riesgo de la criminalización de la oposición (retroceso a la barbarie política) por no provenir de donde políticamente se esperaría, de un partido político, y eso es un riesgo porque se vería expuesta a la represión. En conclusión, es deseable que en el Frente Nacional de Resistencia se vea la oposición como disconformidad política, como disentimiento pero también como alternativa.
e) El papel del liderazgo. Sin duda que todo proceso político de cambio, es encarnado por un “líder” que representa para quienes se identifican con él, sus propias aspiraciones. En el caso de Honduras, ese líder ha sido y sigue siendo el ex presidente Manuel Zelaya muy a pesar de quienes lo valoraron poco, de quienes lo adversan y de quienes no han podido construir un liderazgo carismático que aglutine a importantes sectores de la sociedad sobre todo, de clase media y baja.
Ahora bien, en la situación actual, soy de la idea de que se debe alejar a “Mel” de la “beatitud” y de la “satanización” para presentarlo en una dimensión política como la figura articuladora de la convergencia entre los siempre divididos grupos de la izquierda tradicional y conservadora, con los grupos liberales que resistieron el golpe con un nivel de conciencia que fue in crecciendo en la lucha por la restitución del orden constitucional, con otros grupos independientes y con personalidades no “sectorizadas” con sensibilidades políticas opuestas al golpe militar. Unir las distintas fuerzas opositoras y aglutinarlas en un solo bloque, debería ser a mi juicio, el papel del ex presidente Zelaya, su carisma y proyección de “líder” que le dio el golpe de Estado, hacen de él la figura que contribuya al objetivo político antes mencionado.
Prescindir o soslayar este hecho objetivo es contribuir inocente y descuidadamente, a que nada cambie, porque no se puede rescatar la esperanza con las desilusiones del pasado, recordar que “líder no es tanto el que investiga lo que la gente quiere, sino el que ofrece algo fascinante que la gente ni siquiera sospechaba que existía”.
Este es un tema complejo porque existe en algunos sectores del Frente de Resistencia, la reticencia de ver al ex presidente como “el líder” y por otro lado, el imaginario popular lo valora como alguien que se “enfrentó” con los poderosos a quienes hoy conoce por su nombre, por su cara y por las actividades a que se dedican. Encontrar el equilibrio entre ambas posturas, es parte del trabajo por hacer.
¿De la resistencia a la resistencia o de La Resistencia a una Coalición Amplia, Progresista, Moderna y Superadora?
En el apartado anterior se habló de ese sujeto político nuevo que produjo el golpe de Estado que es La Resistencia, un hecho inédito en una sociedad conservadora, (casi un “milagro” como el que en Bolivia un indio de los considerados durante mucho tiempo “bestias de carga”, sea el presidente) pero que desde 1892, los intelectuales progresistas advertían que “no podemos ser conservadores, y menos al estilo hondureño, por una razón sencillísima, la de que no hay elementos ni instituciones sociales que debamos conservar”[7].
Advertencia hecha por alguien que pertenece al grupo liberal ilustrado considerado como “fundadores ideológicos de la historiografía” porque “quienes decretaron la existencia de la nación fueron los conservadores”[8].
La afirmación sobre que somos una sociedad conservadora no es fortuita y tampoco es una especulación, los historiadores se han encardo de mostrarnos que somos producto como país, de la lógica conservadora que han tendido desde la colonia – salvo en algunos momentos de la historia – las élites dominantes, el pensamiento político, las instituciones, las leyes, los valores, las visiones del hombre, el mundo y la sociedad, con la impronta del pensamiento conservador atrasado y autoritario.
Ello ha dado lugar a una cultura política, poco tolerante y por lógica reaccionaria, demostrada por las mediciones de opinión en las que a la pregunta sobre la ubicación de la gente en la escala derecha-izquierda, donde “0” es la izquierda y “10” la derecha, la respuesta fue 6,2% ocupando el tercer lugar a nivel latinoamericano de los países que están a la derecha del espectro ideológico[9]. No se trata de que la gente tiene que ser de izquierda o de derecha pues son expresiones legítimas de determinadas formas de conciencia o de tradición, sino, que refleja el tipo de sociedad que hemos construido.
De la misma manera, existen otras formas de la “no” conciencia política conocido por su nombre en español como el “apolítico”, “El peor analfabeto es el analfabeto político. El no oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos… no sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales” (Bertott Brecht).
Hacen falta otras mediciones sobre todo en los llamados temas valóricos donde las iglesias y grupos religiosos integristas, han logrado imponer al resto de la sociedad a través de su influencia en el “Congreso Nacional”, sus visiones y valores propios de Estados confesionales.
Para entender muchos hechos socio-políticos en Honduras, es necesario conocer la historia, ello ayuda a una mejor comprensión de las actitudes, comportamientos y el “modo de ser” del hondureño. Si quieres conocer el alma de un hondureño, observa cómo vive el fútbol, cómo se relaciona con la religión y cómo vota.
Por otra parte, la crítica que se hace a los partidos políticos sobre su alejamiento de la gente, su incapacidad de renovación, el descrédito a nivel de opinión – sólo el 23% de aprobación promedio en Latinoamérica- la pérdida del monopolio de la representatividad ciudadana que durante mucho tiempo tuvieron y los bajos niveles de participación en los procesos electorales, de lo que también son responsables, (en las elecciones del 2005, la participación electoral fue significativamente baja, 2.001,908 o sea el 50.34% de 3.976,000 de potenciales votantes, de los que Zelaya obtuvo el 49.90%, lo que quiere decir fue elegido por apenas el 25% del electorado[10]) siendo legítima, cierta y necesaria, obliga a quienes pretenden superar esa situación, a proponer algo nuevo, distinto, atractivo, moderno, profundo, democrático, esperanzador, incluyente y progresista evitando caer en las tentaciones del dogmatismo que por analogía las hace parecerse a los comportamientos de los “partidos tradicionales”.
La lucha de La Resistencia ha dado lugar a muchas interpretaciones, ha despertado igualmente múltiples expectativas internas y externas, le ha devuelto los sueños a quienes con años de militancia en los movimientos sociales no habían logrado movilizar a la población alrededor de una propuesta de cambio social. Incluso, y debido a la fuerza que llegó a alcanzar en determinado momento, en algunos sectores políticos latinoamericanos, se llegó a pensar que se estaba en presencia del surgimiento de un movimiento revolucionario pero pacifico, lo que dio paso a frases como que “el golpe de Estado despertó a un gigante dormido”, “Honduras ¡qué clase de resistencia!, “Resistencia tenaz, corajuda y multitudinaria” y otras por el estilo.
Consciente que existen otras dimensiones desde las que se puede abordar el tema sobre hacia donde o hacia qué podría derivar La Resistencia, el análisis se centrará en las posibilidades de que este movimiento se convierta en un referente político independiente con identidad propia y que rompa con el bipartidismo.
En primer lugar, se sabe que La Resistencia surge como rechazo al golpe de Estado, pero desde el punto de vista analítico-político la resistencia aparece cuando se ha producido el debilitamiento de la vigencia efectiva de la tolerancia, del desaparecimiento de los principios democráticos, por la ausencia del régimen de libertades, cuando se ha perdido el derecho a disentir, cuando se pierde todo el respeto y reconocimiento de la oposición como opción de poder y por último, cuando deja de existir la institucionalidad o se la manipula.
Desde hace mucho tiempo, entre los derechos y libertades políticas existe el “derecho de resistencia” como sinónimo de rechazo, que se convierte en tal, cuando a la oposición no se le impide existir en cualquiera de las modalidades: intrasistema, anti sistema o extra sistema. Por otro lado, la resistencia puede derivar legítimamente en desobediencia civil como ocurrió en la India con Gandhi, además, presupone rechazo a la ilegitimidad (el golpe de Estado) del gobernante tanto desde el origen como del ejercicio del poder, por ello, los dictadores o gobernantes ilegítimos, tratan de legitimarse para deslegitimar la resistencia.
En segundo lugar, y como se advirtió en párrafos anteriores, me limitaré a explorar las posibilidades de construir un Frente Amplio a partir del conjunto de fuerzas opositoras al golpe de Estado, aglutinadas en el Frente de Resistencia. A falta de experiencias de éste tipo en Honduras, siempre es válido recurrir a otras sobre todo a las más exitosas no para “trasplantarlas” a la realidad propia, sino en un ejercicio de política comparada.
En este caso, tomaremos el Frente Amplio Uruguayo que nació como respuesta al “contubernio” de los partidos tradicionales nacional y colorado, que durante 150 años constituyeron un sistema bipartidista que impedía el acceso de “disidentes y partidos menores al ejercicio del poder”[11].
Se podría pensar que otra experiencia política exitosa es La Concertación de Partidos por la Democracia que gobernó por veinte años en Chile (1990- marzo 2010) pero existen notables diferencias, en primer lugar su origen, en segundo, su composición, en tercero sus objetivos y por último el contexto en el que les toca actuar y desarrollarse. Y hay quienes ponen los ejemplos del Frente Sandinista de Nicaragua y el Frente “Farabundo Martí” de El Salvador, obviamente no corresponden al tipo de fenómeno que aquí se analiza.
En el contexto latinoamericano siempre se reconoció el sistema político uruguayo como excepcional, mientras en otras partes de la región y en Centroamérica especialmente, la llamada “democracia liberal” era un “exotismo”, en Uruguay se consolidaba como una democracia estable (1943-1973) pero dificultaba la emergencia del multipartidismo gracias a una “tramposa legislación electoral” y la existencia de coaliciones de facciones internas de los partidos tradicionales, nacional y colorado lo que les garantizaba repartirse el poder sin importar quien gobernara[12] a través de lo que en Uruguay se conoce como el “sistema de compromiso” que llega a su fin en 1958.
En 1971, los partidos tradicionales de la izquierda uruguaya, Socialista y Comunista cuya existencia data de principios del siglo XX y el Partido Demócrata Cristiano, fundado en 1962, (los sectores disidentes de los partidos tradicionales se incorporan tiempo después) deciden crear una coalición de la que posteriormente saldrá el Frente Amplio que se conoce hoy. Es de hacer notar que se trata de una entidad con un doble compromiso: político y electoral, con una identidad y orgánica propia, con gran capacidad de institucionalización y adaptación[13] devenido en la actualidad, en un partido político con características más socialdemócratas que propiamente de izquierda que cuando nació.
En adelante, me centraré más en la evolución que ha experimentado el programa original y la ideología del Frente como parte de una estrategia para alcanzar el poder, que demuestra lo que se mencionó en líneas anteriores, su capacidad de adaptación tanto a los cambios internos como internacionales.
Al igual que México, Uruguay también tuvo su propio “PRI”, el Partido Colorado que gobernó de manera consecutiva por más de cincuenta años (1904-1958). En 1958 gana el Partido Nacional, con ello dejó de tener un sistema de “partido predominante”[14], ambos partidos tradicionales tienen su origen en el nacimiento de Uruguay como nación independiente cuya proclamación se produjo en 1830. En 1971, evoluciona hacia un sistema de tres partidos con la fundación del frente Amplio (5 de febrero) como coalición de izquierda.
Para los analistas de la política uruguaya, el aparecimiento de una tercera fuerza política representaba el agotamiento del “consenso” - “contubernio” lo llaman otros- entre el tradicionalismo político de los conservadores y progresistas, blancos y colorados respectivamente, pero que con el tiempo y debido al acuerdo de coparticipación en el gobierno entre ambos partidos, se fueron diluyendo sus diferencias ideológicas.
En 1973, se produce el golpe de Estado dado por el Presidente Juan María Bordaberry (colorado) que en las elecciones de 1971, había sacado los mismos votos que el candidato del Partido Nacional Wilson Ferreira Aldunate, pero la Junta Electoral proclamó presidente a Bordaberry. Se disuelven los poderes del Estado, se ilegaliza a los partidos políticos, sindicatos, se inhabilita a quienes habían actuado en política entre 1966 y 1973[15]. Se instaura una dictadura militar que dura hasta 1984.
Algunos datos sobre el desempeño electoral del Frente pueden servir para apreciar su evolución como fuerza política, que ahora conforma los tres tercios del sistema político uruguayo, similar a los tres tercios de la política Chilena (la Democracia Cristiana, la derecha y las izquierdas aglutinadas en la Unidad popular) hasta 1973, año del golpe militar. Evolución Electoral Frente Amplio (1971-2009)
Otros datos importantes: en 1989 el Frente Amplio gana por primera vez la Intendencia (Municipalidad) de Montevideo la ciudad más importante y capital de la república con el 44% de los votos, y que retiene hasta la actualidad. En 1999, logra 40 diputados y 12 senadores, en 2004, sube a 52 diputados y 17 senadores entre ellos el más votado y ahora presidente “pepe” Mújica y el 2009, retiene la presidencia y gana la Intendencia de 8 de los 19 departamentos.
Contrario a lo que podría pensarse, la uruguaya es una sociedad políticamente moderada: en una escala de 10, donde 0 es la izquierda y 10 la derecha, la gente se ubica en un 4,7%. El 81% apoya la democracia – el segundo más alto de América Latina- en contraste con 53% en Honduras, el 58% cree que se gobierna para todo el pueblo – el porcentaje más alto de Latinoamérica- frente al 22% en Honduras, en una escala de 1 a 10, el 8,4% cree que su país es democrático[17].
El apoyo a las instituciones sigue siendo muy alto, un 77% de apoyo a los partidos políticos y su labor, un 38% se interesa por la política, las personas muestran un grado de satisfacción por el partido que votó en un rango que va entre el 43% al 56%, que cubre todo el espectro ideológico del sistema y en donde el nivel de satisfacción con el Frente Amplio se ubica en el 55%[18].
Datos como los anteriores, sirven para entender de mejor manera el contexto en el que tiene que actuar una fuerza política determinada, pues de ello depende la orientación, el programa, las estrategias, las políticas y sobre todo, las valoraciones para la toma de decisiones. Cuando se analiza las etapas por las que ha pasado el Frente Amplio (El Frentismo fundacional 1971-1984, La Transición 1985-1994 y El Progresismo 1995-2004[19]) aparece con claridad su capacidad adaptativa a los cambios de la sociedad uruguaya y los cambios internacionales, pero sobre todo su realismo político para darse cuenta que no se puede actuar de espaldas a la realidad, no siempre lo ideal es factible.
El antecedente más inmediato del Frente Amplio es la “Declaración del 7 de octubre de 1970”, en la que se sientan algunos principios sobre los que se basará posteriormente la futura organización. En dicho documento se estima indispensable “la concertación de un acuerdo sin exclusiones, entre todas las fuerzas políticas del país que se opongan a la conducta anti popular y antinacional del actual gobierno, con vistas a establecer un programa destinado a superar la crisis estructural que el país padece…” y más adelante dice, “… la concertación de tal acuerdo surge como pre requisito indispensable para enfrentar cualquier instancia electoral, y solamente su existencia y el puntual acatamiento a sus bases programáticas y organizativas abrirán realmente alternativas de poder a las fuerzas populares…”[20].
Como se puede ver, desde antes de sus fundación se comienza a perfilar los elementos de la futura organización: una coalición, abierta, con un programa lo que resulta fundamental, doble dimensión: política y electoral, y con una base organizativa.
Los análisis actuales sobre el Frente Amplio Uruguayo coinciden en que desde el punto de vista ideológico y de cualquier tipología de partido que se adopte, llegan a coincidir que se trata de un partido socialdemócrata como se mencionó en párrafos anteriores, en lo que la terminología politológica se denomina un partido catch-all o atrápalo todo, es decir, con discurso y programa dirigidos a todos los sectores de la sociedad.
¿Cómo y porqué un Frente de izquierda en una sociedad politizada, que nace con un carácter “anti oligárquico”, “anticapitalista” y “anti imperialista”, llegó a moderarse al punto de lo que es hoy? . La respuesta tiene múltiples explicaciones, nos limitaremos a las que son más del interés de éste trabajo.
En el Programa que corresponde a la primera etapa conocida como Frentismo Fundacional, aparecen las definiciones mencionadas en la interrogante anterior, porque la ideología de los partidos políticos a partir de los años 50s era un factor decisivo, al punto que a los partidos de izquierda, se les llamaba “partidos ideológicos” o “partidos de ideas” sobre todo a los partidos socialistas, algo que no era privativo de ellos, porque los Partidos Demócratas Cristianos principalmente los que más se desarrollaron como el chileno o el venezolano, entraban en esa “categoría” pero en menor medida.
La primera explicación para la pérdida de su “textura” de izquierda, se puede encontrar en la composición misma del frente, si bien es cierto que originalmente estaba constituido por comunistas, socialistas y demócrata cristianos, luego pasaron a formar parte los sectores disidentes de los partidos tradicionales que agregaban una dosis más de “vaguedad” ideológica. Este “problema” se fue resolviendo en el transcurso de toda la historia del Frente Amplio, con el Programa, porque si todos los grupos coincidían en él, los partidos conservaban su propia identidad ideológica que en esta etapa, fue mayoría el marxismo. Convivían en el Frente visiones totalmente opuestas en temas como el cambio social, cómo entenderlo y como llevarlo a cabo, el telón de fondo era el dilema de la época: reforma o revolución.
La segunda, y relacionada con la anterior, tiene que ver con la “tensión” que creaban las concepciones sobre la democracia, que con la excepción de la Democracia Cristiana, en el resto del frentismo predominaba el recelo hacia la “democracia burguesa”, “formal” y “liberal” en oposición a la democracia “verdadera” o “sustantiva”[21], hoy se llamaría participativa. Esta contradicción ideológica, como muchas otras, se resolvían a través de las concesiones que hizo principalmente el Partido Comunista y el Partido Socialista al Partido Demócrata Cristiano y a los grupos venidos de los partidos tradicionales, “que defendían la democracia como sistema político representativo y pluralista”[22].
A cambio, estos a su vez, estaban de acuerdo en llevar a adelante un conjunto de transformaciones sociales, políticas y económicas entre las que se consideraban la nacionalización de la banca porque “La banca privada impide todo plan orgánico nacional; usa el ahorro para sus fines particulares de ganancia y especulación. Hoy, la banca se extranjeriza y nos extranjeriza. Nacionalizar la banca se conviene así en una cuestión fundamental”[23], nacionalización del comercio exterior, rechazo al fondo Monetario Internacional, una profunda reforma agraria y la planificación estatal y con el socialismo como horizonte.
En esta primera etapa, ocurre el golpe de Estado (1973) se ilegalizan los partidos políticos, parte de la dirigencia del Frente es encarcelada entre ellos el General Seregni que era su presidente, otros son asesinados y el resto es exiliado.
En la siguiente etapa denominada de Transición (1985-1994) se comienza a perfilar los cambios ideológicos del Frente Amplio, ello debido a dos factores: primero, el reacomodo de fuerzas en su interior en el que el Partido Comunista fue desplazado (en elecciones internas) como fuerza dominante, lugar que ocupó desde 1971, por el Movimiento Gobierno del Pueblo (MGP) que junto con el PDC llegaron a conformar lo que se denominó la “Nueva Izquierda” frente al resto del FA[24]. Y segundo, es la influencia que produce sobre toda la izquierda uruguaya la Perestroika y la caída del muro de Berlín.
Estos hechos sacuden la teoría de la izquierda (marxismo) y replantean el horizonte (socialismo), por otra parte, coincide también la revaloración del mercado sobre el Estado el “triunfo” del capitalismo sobre el socialismo (el fin de la historia). Además, el FA tenía ante sí el gran reto de gobernar la capital y demostrar que tenía capacidad de gestionar eficientemente la ciudad más grande del país, con pocos recursos lo que obligaba a hacer uso de herramientas propias de los programas de reforma estructural de la economía neoliberal (concesiones de servicios públicos), que ya habían comenzado a implantarse en América Latina.
Para este tiempo, se instaló en el FA la discusión sobre la conveniencia o no moderar el programa, de abrirse hacia nuevas fuerzas (el MLN Tupamaros renunció a la lucha armada en 1985, en 1989 se integró al Frente y fundó el Movimiento de Participación Popular (MPP) que se convirtió posteriormente en la principal fuerza del FA hasta la actualidad), de buscar alianzas con “todos los sectores y fuerzas sociales con los cuales se puedan alcanzar coincidencias programáticas” para alcanzar un gobierno de mayorías. Esta era la postura del Partido Socialista (“oponer un bloque progresista cuyo eje vertebral es el FA y en torno del cual puedan articularse sectores de los partidos tradicionales, al proyecto del bloque conservador”) que era intermedia entre quienes seguían creyendo (PCU) en “cambiar de raíz la realidad política nacional y construir en la izquierda, con la izquierda, una auténtica alternativa popular”.
En términos de política-práctica estos temas el FA los solucionó con una combinación de criterios y principios que determinan su institucionalidad, como el consenso para llegar a acuerdos y por otra parte, con el diseño instrumental de una organización flexible, que muestra en sus estatutos, los que determinan los mecanismos para incorporar reformas programáticas, alianzas y la aceptación de nuevos miembros (mayoría relativa, los 2/3 y el consenso según sea el tema).
Desde esta época fue apareciendo lo que en la siguiente etapa sería la definición actual del FA, su progresismo. Resulta interesante la noción de “bloque alternativo” en oposición a “bloque conservador”, porque sobre todo en momentos de crisis o de transformaciones sociales, resulta útil separar el campo en dos bloques “lo que no implica que los demás sectores deban alinearse en uno u otro espacio, pero sí reconocer esta condición dicotómica y casi siempre conflictiva de la política”.
También es importante ver como poco a poco el realismo político de algunos grupos como los que conformaron el Nuevo Espacio (NE), fue permeando al conjunto del FA sobre la necesidad de conformar alianzas más amplias hasta llegar a ser lo que posteriormente fue, una “macro-coalición”, porque…“Sacar adelante al Uruguay no es tarea que las izquierdas puedan hacer por si solas… No habrá transformaciones progresistas del país sin una confluencia de mayorías. Pues bien, se puede avanzar hacia el encuentro de mayorías nacionales…para que todas las izquierdas sumen esfuerzos. Confluencias de las izquierdas con sectores progresistas de los partidos tradicionales, en ruta hacia una coalición para un gobierno alternativo de mayorías.”[25]
Esta discusión fue fundamental para el siguiente paso que dio el FA entre 1995 y 2004, en lo que se conoce como la Etapa del Progresismo caracterizado por la estrategia, la moderación, la actualización y las alianzas como se verá seguidamente.
La estructuración de un frente de esta naturaleza no es tarea fácil debido al número y diversidad de sus integrantes, sin embargo, ahora se trataba de conformar una coalición mucho más amplia todavía porque los resultados electorales indicaban que el FA estaba a las puertas de tomar el poder. La tarea fue compleja ya que el objetivo era construir una “macro-coalición”, en cuya articulación, el propio Tabaré Vásquez venía trabajando con sus más allegados desde 1993. En la actualidad la estructura del FA está compuesta por 23 grupos políticos, de los cuales, sólo 7 de ellos tienen representantes en el Parlamento Nacional dominando el Movimiento de Participación Popular del presidente “pepe” Mújica.[26]
Después de sortear todas las complejidades que un acuerdo político de esta naturaleza suponen, el Congreso de 1994, aprobó la creación de lo que se llama Encuentro Progresista que incluye a casi todos los sectores del Frente, moderando el programa en temas que originalmente eran planteamientos centrales como la nacionalización de la banca, el rechazo a las políticas del FMI, la reforma en lugar de la revolución, es decir, en esta etapa del Encuentro Progresista va incorporando poco a poco los cambios ideológicos del mundo y que influencian la política uruguaya y sobre todo a la izquierda.
También está presente en esta moderación, la decisión estratégica de conquistar el poder, sabían que una victoria electoral estaba próxima pero una vez que el Programa se hubiera moderado lo suficiente como para conquistar el electorado de centro, necesario para ganar:“El próximo gobierno progresista tiene que apreciarse como una etapa dentro de un proyecto de cambio y por lo tanto deberá evaluarse en una perspectiva histórica. Es necesario tener absolutamente claro que no se trata de limar las aristas más negativas del modelo liberal y conservador vigente, como tampoco que aspiramos a poner en marcha un programa de revolución social.” [27]
Por último, la victoria electoral llegó en el año 2004 con las ideas que los “moderados” de los años ochenta propusieron pero que no fueron aceptadas, la “lucha de clases” fue sustituida por los “acuerdos sociales”, el 80% de los legisladores del FA son de centro izquierda (socialdemócratas, sólo para ubicarlos, y el restante 20% de izquierda), los acuerdos con el FMI llegaron a los meses de haber asumido Tabaré Vásquez y su gobierno como el actual, basan su acción de gobierno en puntos básicos: Estado activo y regulador, la búsqueda de la justicia social, transformaciones hacia un país productivo y democratización de la sociedad con amplia participación política. Una socialdemocracia “a la uruguaya” más a la izquierda que la europea, que en la actualidad se encuentra en un estado “catatónico”- para utilizar un término médico que se refiere a un estado de desorientación en el espacio y en el tiempo - avasallada por las políticas neoliberales que llevan a que algunos gobiernos “se hagan trampa” así mismos, como en el caso de Grecia, para poder cumplir las exigencias de la Unión Europea, o el de España, al que le “imponen” medidas que desdicen lo más preciado del “socialismo democrático”, como la afectación de la seguridad social en lo concerniente a las jubilaciones.
Ahora bien, ¿Cuánto de la experiencia del FA uruguayo puede ser útil para el caso hondureño?, ¿O nada de eso sirve porque son otras realidades y aquí somos diferentes?, ¿Puede La resistencia derivar en una coalición amplia de todos los sectores que comparten la necesidad de un programa de reformas sociales? ¿Cómo aspira llegar al poder o al gobierno y ganar elecciones? ¿Con que actores?
Estas interrogantes y otras, constituyen parte del debate político que debe haber en el Frente Nacional de Resistencia, en los sectores cercanos al mismo y por supuesto en el mundo académico que en estas circunstancias, bien vale preguntarse ¿y dónde están los intelectuales? Porque ni en las calles han estado pidiendo libertad!, con las excepciones del caso, y tampoco “pariendo” futuro.
En vista que aquí se sostiene que la posibilidad de la conformación de una coalición amplia y progresista es la opción más necesaria para impulsar desde allí, los cambios para construir una sociedad más justa, libre y democrática, me centraré explorar esa posibilidad.
En primer lugar, existe una corriente de opinión que ante el fracaso a toda prueba del “bipartidismo”, cree que lo que se impone es la construcción de un nuevo partido que represente a La Resistencia, con una identidad ideológica de izquierda sin aclarar por ejemplo, sí estará a la izquierda o a la derecha del Partido Unificación Democrática (PUD), más conocido como UD, que en el espectro ideológico de los partidos hondureños, aparece o se le considera de izquierda, porque en América Latina existen según algunos, dos izquierdas y para otros, varias.
Hasta ahora no hay signos visibles de que ello esté ocurriendo, quienes sostienen la postura de la fundación de un nuevo partido político, piensan que los partidos “tradicionales” son en parte responsables del atraso de Honduras y de muchos de sus males - lo que comparto – y que dejaron de ser, en las condiciones actuales, alternativa de solución a los problemas nacionales – también lo comparto – y que por lo tanto deben desaparecer, una idea equivocada por más que no nos gusten. Plantear aquello supone olvidar o desconocer que los partidos políticos son la expresión - por “tradición”, por identificación o por necesidad de pertenencia - de la “conciencia” de grupos de individuos de la sociedad; las “facciones”, “tendencias”, “asociaciones de pensamiento” son por analogía los antecedentes más directos de los partido políticos (Maurice Duverguer) y representan junto con la ideología aunque haya llegado después, a esos grupos que se aglutinan alrededor de una organización y unas ideas determinadas.
La “muerte” de los partidos no está determinada por los deseos individuales o colectivos, se debe recordar que así como los regímenes políticos tienen sus propios mecanismos de reproducción a través de la manera como reciben, procesan y devuelven las demandas sociales (David Easton) los partidos también las encuentran: modernización, democratización, refundación, adherencia a determinados referentes ideológicos internacionales etc. Pero también es cierto que cuando ninguna de estas cosas ocurre, tienden a desparecer, pero no por deseos, sino, por el rechazo de los votantes que son al final, quienes deciden la “muerte” de los partidos.
Esta situación puede ocurrir no sólo a los partidos “tradicionales”, cualquier partido está expuesto a su desaparición formal y de hecho, y si ocurre, ese vacío será ocupado prontamente por otro partido o por una fuerza social porque en política, no existen los vacíos permanentes. Por eso, los partidos están obligados a “reinventarse” o correr el riesgo de desparecer y en el caso nuestro, la clase política en su conjunto, hasta ahora no se ha preocupado de hacerlo por dos razones: una, en nivel de votación que conservan aún es alto, y dos, por incapacidad de llevarlo a cabo.
Sobre la primera, es cierto que el número de “votantes”, que no electores, todavía es alto para cualquier sistema político, y por eso, hay quienes piensan que tendremos “bipartidismo” por mucho tiempo más; pero de lo que se trata, es de la calidad de la política y de las políticas que generan una vez hechos gobierno. Sobre la segunda, en países como el nuestro, el tipo de partidos, son el reflejo de las élites que los controlan, sumado a su pobre nivel cultural – en general – está el pobrísimo conocimiento sobre la política y todo lo relacionado con ella, del que hacen gala cuando abordan estos temas.
En segundo lugar, otra corriente de opinión es del criterio que el camino a seguir es volver a las candidaturas independientes con modificación de la Ley Electoral que podría “flexibilizar” su inscripción. Instrumentalmente es posible, y en un afán de dar la impresión de “apertura”, el régimen “político oligárquico” podría facilitarlas. Las candidaturas independientes tienen varias limitantes, a saber: son de corto alcance y duración, requieren de una estructura organizativa con cobertura nacional pero temporal, quienes participan de ellas en la parte instrumental generalmente carecen de experiencia electoral, se necesita un número alto de personal para el proceso electoral, los costos financieros son elevados y generalmente corren por cuenta de los candidatos que no cuentan con el respaldo de una organización y lo que es más importante, se pierde la oportunidad de construir un referente político nuevo que rompa con el “bipartidismo” porque una tercera fuerza política, no sólo “oxigenaría” al desgastado y desfasado sistema político, sino, cumpliría los “deseos” de muchos.
Si lo anterior es correcto, puede no serlo, la alternativa es la fundación de un Frente Amplio que aglutine no sólo a todas las fuerzas opositoras al golpe de Estado, sino, a todos los sectores que compartan mínimamente un proyecto de reformas sociales y políticas para el país. Sobre este punto, es necesario volver la atención al Frente de Resistencia Nacional en lo que tiene con sus miembros y sus definiciones.
Soy del criterio que en un frente amplio, el Frente Nacional de Resistencia sería una parte más porque las más de 40 organizaciones que lo componen, son sólo una pequeña parte de los grupos organizados de la sociedad, existen otros sectores que podría ser parte del mismo, pueden participar personalidades con reconocimiento social y desde luego, sectores disidentes de los partidos tradicionales. Para quienes piensan sectariamente, las organizaciones políticas establecen sus propios mecanismos de dirección y tal como sucede en el FA uruguayo, su dirección cambia en base a procesos electorales internos, y todos los grupos que participan de él, se rotan los cargos de dirección, según las preferencias de sus miembros, en la actualidad la presidencia es ejercida por un ex rector de la Universidad de la República. En la política moderna, las “vanguardias” resultan anacrónicas pues la política hace mucho tiempo perdió lo que tuvo de épico, hoy se hace desde la participación plena y amplia del “pueblo”, “la gente” o “los ciudadanos” y “las ciudadanas”, según el término que se prefiera, los informes neoliberales dan para copiar, repetir y escoger.
En relación a la definición ideológica, esto tiene que ver con las creencias políticas de sus miembros, y, en un espacio tan diverso, cohabitan distintas visiones desde las más radicales hasta las moderadas pasando por las de “centro” (no me gusta porque es un punto que cuando se inclina, siempre lo hace hacia la derecha) a pesar de su vaguedad. Sobre esto, vale como principio no caer en los dogmas y en posiciones rígidas, excluyentes y maniqueas como sé es de izquierda o sé es derecha, como si existiera una sola izquierda o una sola derecha. Lenin, Stalin, Tito, Santiago Carrillo, Billy Brand, Felipe González, Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales, “Pepe” Mújica etc. ¿representan la misma izquierda? Por otro lado, es importante tener en cuenta que los cambios ideológicos están influenciados, sino determinados, por acontecimientos internacionales, el ejemplo de la desaparición de los llamados “socialismos reales” calza para mostrar cómo las ideología pueden cambiar. Cuando se piensa en un Frente para el cambio social, en condiciones como las de la sociedad hondureña, en mi criterio, debe prevalecer la lógica de la razón reformista porque “no hay revoluciones a la vista, entonces se impone la razón reformadora. La alternativa ya no es enfrentar al sistema para sustituirlo, sino enfrentarlo para modificarlo hasta transformarlo”.Al leer la definición política del frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) dice que “es una organización amplia de lucha política y social, anticapitalista, anti neoliberal, anti oligárquica, anti imperialista, anti patriarcal, anti racista que busca las transformación de las estructuras sociales, políticas, económicas …” y que en él están representados “… pobladores, campesinado, obreros, micro, pequeños y medianos empresarios, movimientos ambientalistas, fuerzas políticas progresistas y democráticas, el magisterio, profesionales, artistas….”[28].
Se echa de menos una verdadera definición política porque todos los “anti” en mi opinión, son frases declarativas de otros tiempos propias de los anuncios que viene la “revolución social” y nunca llegó, son una especie de saludo a la bandera. Por ejemplo hubiese sido interesante saber si el FNRP es o será una colación político- electoral, porque las transformaciones que se propone realizar, se hacen con fuerza política y ésta además de estar en la calle, se concreta en el Congreso Nacional que es desde donde se le puede disputar el poder a la oligarquía (de ahí su pavor a una Asamblea Nacional Constituyente) y en las corporaciones municipales por el redimensionamiento del poder local. Por otra parte, hace falta aclarar si para todos los “anti” se tiene una alternativa, o por lo menos anunciarla. Salta la duda por ejemplo, si un empresario simpatizante del Frente que se cree “capitalista” (la hoguera de las vanidades) comparta su “anti capitalismo”, a no ser como el pequeño propietario que está dispuesto a que su pequeño negocio, sea expropiado por el Estado al servicio del socialismo, Carlos Marx llamó a esas actitudes, “socialismo utópico” porque desconocen la dialéctica que llevaría al socialismo científico, yo pensaría que se sigue en le “edad de la inocencia”. Están bien algunas definiciones “anti” sobre todo aquellas relacionadas con la discriminación, pero para mostrar que en verdad “Honduras es hoy el escenario de esa batalla entre lo viejo y lo nuevo…” como dice el Manifiesto Político del FNRP del 28 de junio del presente año, me gustaría (y este si es un deseo) sustituir algunos “anti” por otros “pro”, pro de una coalición progresista, pro de propositiva, pro de profunda y pro de programa.
Y para concluir, el golpe de Estado es a la política, lo que el Huracán Mitch a la vulnerabilidad ambiental del país, podría pasar en política lo que nos pasó con ese desastre natural, solo reconstruimos la infraestructura física, pero no transformamos el país. Si no somos capaces de levantar la vista hacia el horizonte, de despojarnos de lo que el presidente de Uruguay dijo en su momento “los vicios más negativos de la izquierda latinoamericana: el sectarismo y el dogmatismo”, de no mirarnos unos a otros con recelo y reproches, con desconfianzas y descalificaciones, tendremos nuestro Mitch político, es decir, se podría perder la oportunidad de transformar el país.
¿Qué posibilidades existen para la creación de un Frente Amplio? En mi criterio, pocas, condiciones, muchas. Las primeras, porque en el Frente persiste la visión “tradicional” sobre los partidos tradicionales (desprestigiados por demás), en una coalición uno de los principales objetivos es la unidad, y esta se construye con acuerdos, consensos o mayorías, en el FA uruguayo, los sectores de izquierda tuvieron que hacer concesiones a los sectores de los partidos tradicionales, en aspectos que durante un tiempo fueron considerados “no negociables”, cuando en política, se puede mantener los principios y negociar lo “no negociable”, y estos, cedieron en temas relacionados como las reformas programáticas propuestas por la izquierda.
Flexibilizar las posturas, abandonar las ideas prejuiciadas y dejar atrás las recriminaciones por mucho que haya de verdad en ellas, es también salir al paso a los intentos de la derecha aglutinada en el golpismo por mediatizar, dividir y destruir al FNRP, pero además, avanzar hacia la unidad, llevaría a la construcción de un instrumento político que contribuya a reconfigurar la matriz socio-política que articula al Estado, el sistema de representación y participación con la sociedad civil (entendiendo por sociedad civil, el espacio donde interactúan las distintas organizaciones sociales sin vínculos de poder con el Estado) y su relación con la democracia.Es importante igualmente, tomar conciencia que la tarea de transformar Honduras, es de una dimensión, que ninguna fuerza política o social tiene la capacidad de emprenderla por sí sola, las utopías (un año atrás ni eso era La Resistencia) pertenecen al mundo de lo posible y hoy, la utopía está al alcance de la mano pero se puede desvanecer con las mismas posibilidades que tiene de realización. Giulio Andreoti, el siete veces presidente del gobierno italiano, veinte veces ministro, llamado en Italia “el divino”, “el inoxidable” o el “capo”, considerado la figura más influyente de la política italiana después de la Segunda Guerra Mundial, dijo en una ocasión: “Nunca descalifiques a un adversario interno, porque tarde o temprano tendrás que negociar con él”.
Con respecto a las posibilidades, como se decía en los años 70s, están dadas todas la condiciones para una tercera fuerza político-social: hay una “Honduras resentida y emputada”, el golpe de Estado despertó un nivel de “conciencia” desconocido en importantes sectores sociales, los niveles de movilización experimentados durante una año no tienen precedente, el ausentismo electoral en la “farsa electoral” del 29 de noviembre fue tan alto, que tuvieron que “maquillar” los resultados (el lobo cuidando las ovejas) y un instrumento de dirección que es el FNRP.
¿De qué depende un Frente Amplio? De muchos factores, en mi opinión los más importantes son: la unidad, un proyecto político y la moderación. En este momento se impone la moderación de lo que se quiere, no se puede (en términos de correlación de fuerzas) ni se debe (en términos de realismo político) tratar de llevar a cabo aquello que puede significar ningún avance, como expresara el pensador brasileño Boaventura de Sousa Santos: “Hay procesos reformistas que parecen revolucionarios (Hugo Chávez) y procesos revolucionarios que parecen reformistas (Evo Morales) e incluso procesos reformistas que no lo parecen (Lula”). Un dirigente del FNRP me dijo hace poco, que no se puede hablar desde “afuera”, no sabía que para hablar de la luna, hay que ir para allá, ¡cada día se aprende algo nuevo! Le pido a la virgen de los equivocados, que yo también lo esté.
BIBLIOGRAFIA__ Corporación Latinobarómetro. Informe 2009, Santiago de Chile, noviembre.