sábado, 6 de febrero de 2010

Un fragmento de Manen utan väg (El hombre sin camino) de Erik Lindegren




Erik Lindegren nació en Luleå, Suecia en 1910 y murió en 1968. Desde 1931 vivió en Estocolmo donde fue el poeta más destacado de su generación, la llamada generación del segundo vanguardismo o generación del 40, y uno de los creadores de la revista Prisma. Para ganarse la vida trabajó como crítico en la revista BLM y en los principales periódicos de Estocolmo.




I
(en la sala de los espejos donde no solo Narciso
campea sin vértigo en el pilar de su desesperación
amamantaba la eternidad con una mueca
el país de las ilimitadas posibilidades
en la sala de los espejos donde un solo gemido infectado
escapó a la espadas cruzadas de la indiferencia
y transformó el aire en promesa y humus
que se desliza por todas las ventanas de la ciudad
en la sala de los espejos donde se estampa la perfección en chapa
y se lleva como un preso en el pecho uniforme
donde la palabra se hace haraquiri a la luz de las explosiones
y la trompeta sabe a porcelana destrozada y a sangre moribunda
en la sala de los espejos donde uno deviene demasiados
y sin embargo querría caer como rocío en la tumba del tiempo)

XV
al alba caminan los tambores por el patio de ejecución
y un cuerpo se despierta al resplandor de un espíritu apagado
una mano se desliza y no sabe donde pertenece
hasta que lentamente se encoge ante las miradas de todos
que restos de esperanza van a contemplar a la muerte
que se cierne sobre el abismo de las voces hostiles
se han volado todos los puentes solo quedan esos abismos
y esta vergüenza cubierta con el velo del escarnio
mira el sol anuncia una pietá burlona una pietá cruel
pero quién levanta lo caído de sus labios
quién se aproxima a la venenosa angustia que vive
bajo el llantén del lugar del crimen en el corazón colectivo
no, preferible es la pasión muerta el destino muerto y la traicionada
sangre que corre impetuosa suavemente a la fuente del ruiseñor
XVI
el muerto sonámbulo levanta su mano descarnada
en un aviso que planea haciendo un rizo sobre el valle
los gélidos sonidos del vacío fustigan su pureza
engarzada de rutilante dolor y la luz de la duda
desiertos encerrados buscan dragando sus dedos
pero la vasija llena de la momia canta esperanzadoramente
detrá de la ceguera de los anillos anuales se mueve su vigía
y el escondite tiembla ante la mirada de la gallina ciega
pronto desde el lugar de anclaje de unos ojos nubosos
podra contemplar el descenso de las piedra por las hachas de los rápidos
pronto la zarpa del silencio matará su sombra
y la nieve caerá insomne en la carroña de todo miedo
porque yo acompaño a un hombre que es más que ciego
cuyas justificadas sospechas nunca podrán ser probadas
XVII
lo vi temblar en la dura luz de la conciencia
mientras algas goteaban caracolas y verdor de sus miembros
lo vi contener la respiración durante cuatro días negros
en espera de que la mañana se dignase hacerle una pregunta
yo vi pasar la noche con el asombro de su mirada
ese asombro que es peor que un reconocimiento
lo vi ser atormentado por todo lo que había amado
y como se hundió su corazón para llenar el vacío
lo vi doblegarse bajo el odio impasible de la tierra
reducido al cruel secreto de un metrónomo
lo vi tratar de alcanzar con su mano la falda del pasado
y vi su sonriente vara de zahorí inclinarse hacia la nada
vi su boca dilatada como una X crucificada
una simple ecuación para tortura de tercer grado
XVIII
vi su oscura imagen en el torrente amarilleante
y lo inabarcable en un puñado de paz pretérita
vi cielos derumbados junto a sus pies humeantes
y la vela arriada del sol bajo el ala del cisne
vi el negativo: todo lo que él también sería
cuando el sueño vertiera su plata en el baño del atardecer
vi su interminable delta de mil cabezas
que ya sabía a sal: el mar todo
abrazante
oí dar a un reloj doce sonoras campanadas
en memoria del polvo a la luz ensomrbecida del pilar
en memoria del niño que había encontrado su voz
y al que no asusta el miedo del futuro
aunque sea este el momento en que se da cuerda al reloj
y la niebla llega y el revólver busca una mano.