jueves, 23 de mayo de 2013

Diario Tiempo: Alianza de los museos





Vista frontal del Museo de Antropología e Historia de San Pedro Sula


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La precariedad económica que sufren las instituciones culturales en Honduras es ciertamente tradicional, aunque ha habido momentos –poquísimos—en que ha sobresalido el interés por el desarrollo cultural en nuestro país.

Podemos decir, grosso modo, que el siglo XIX fue característico en este sentido, época en que la intelectualidad y las ideas políticas hondureñas descollaron en el entorno centroamericano. Fue aquel, para algunos analistas, nuestro “siglo de oro”.

Ese interregno cultural fue consecuencia de la revolución liberal, cuya realización en Honduras se dio en el gobierno de Marco Aurelio Soto (1876-1883), con la promulgación emblemática de la Constitución de 1880 y la figuración destacada de Ramón Rosa como ideólogo.

El general Manuel Bonilla, que dominó el escenario político desde 1891 a 1913, siendo presidente en 1903-1904 y después en 1912-1913, en su primer período, de herencia liberal, brilló por su apoyo a la educación, la cultura y las artes.

Hacemos memoria de esa época porque después, con altibajos, el apoyo gubernamental al desarrollo cultural fue decayendo hasta llegar a estos días, en que la voluntad a favor de la cultura pasa por una de sus más difíciles etapas, pese a las esforzadas gestiones de grupos vinculados a la Universidad Nacional Autónoma (UNAH) o a iniciativas privadas.

En la actualidad la dedicación a la cultura, vista con menosprecio por el capitalismo neoliberal como actividad que no cumple, en su entender, con el imperativo del costo-beneficio, es asumida necesariamente prescindible, igual que lo demás relacionado con los derechos humanos y el bienestar social.

Debido a esto y al prolongado proceso de aculturación implantado en el mundo subdesarrollado, los países más afectados, como Honduras, tienen entre sus mayores retos el rescate de su identidad nacional, en lo cual el acervo cultural tiene primordial importancia.

Por eso nos llama la atención –con esperanza, diremos—el proyecto de crear una alianza estratégica entre los museos y las galerías de arte de nuestro país para garantizar su sobrevivencia, fortalecer su posición e influencia y enfrentar los problemas del mantenimiento, para cumplir con lo que se llama la puesta en valor del recurso cultural.

Este proyecto, liderado por el Museo de Antropología e Historia, dirigido por la antropóloga e historiadora Teresa de Pastor, centra su esfuerzo en lograr que “los museos trabajen en conjunto y que todos nos apoyemos”, dice. “Tenemos que convocar a la gente para que asista a los museos –agrega--, porque esa es nuestra razón de ser”.

Debe tenerse en cuenta, al respecto, que los museos y las galerías de arte son parte principal del incentivo turístico y, en consecuencia, un recurso de primer orden de la llamada industria turística, con su formidable significancia de la concreción histórica y la transmisión del substrato nacional.

Esto obliga al Estado a emitir leyes para apoyar en forma efectiva las instituciones y las actividades culturales, por ejemplo, destinando para ese fin algún porcentaje de las enormes utilidades que provienen del negocio deportivo, de las telefonías móviles o celulares y de la actividad gastronómica, ocupaciones todas éstas que, de diversa manera, están vinculadas –y son beneficiadas-- con el valor de la cultura.
 
 
 
 
 
 
 

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