Fragmento de Poff:
Por Darío Cálix
Sobre mi escritorio yace el inicio de una novela que nunca voy a terminar. Se trataba de un intento de asesinato contra Charles Bukowski, el escritor. Un asesinato literario, claro está. Iba a ser yo matando a mi papá literario, Bukowski. Pero no fácilmente puede matar uno a su papá. Y mucho menos cuando se es un “escritor novato” como yo. Un escritor joven, un mal escritor. Escribí 18 ó 20 cuartillas y sencillamente caí en la cuenta de que estaba apuntando más allá de mi rango. Entonces llegó la hora de bajar el arma, de devolvérsela a papá y de pedirle perdón.
“Perdón, papá Bukowski, perdón”.
“Ok, mierda. Y no vuelvas a hacer eso”.
No es cosa fácil matar a papá, no cuando uno lo quiere tanto. Cuando uno se siente tan cómodo en él, como si se estuviese en uno mismo. Cuando parece tan natural ser como papá. Cuando se te pega el ritmo y te sentís bien con él, porque ni siquiera sentís que se te ha pegado nada, que vos te has pegado a papá, a su ritmo. No es cosa fácil cuando no te das cuenta, hasta que viene alguien y te lo dice y te lo señala y sí, ahí está, es cierto. Vaya vaya vaya…
Y de pronto tenés un problema enorme. Lo que tenés que hacer es agarrar todo eso y amarrarlo y soltarlo, me dijo un amigo, haciendo como que agarraba, amarraba y soltaba un globo hacia el cielo. Yo me quedé viendo el globo imaginario y pensé: no será nada fácil.
Y de pronto ha pasado un año o dos y el problema no ha sido solucionado. Te decepcionás terriblemente de vos mismo y cada vez escribís menos. Para qué seguir escribiendo poemas como otro, no tiene sentido. Añorás el inocente principio, cuando escribías todos los días sobre todo y nada ni a nadie habías leído. Cuando todavía desconocías las palabras poema y poesía. Cuando el mar de mierda de la literatura no te había seducido todavía con el canto de un par de sirenas enloquecidas. Añorás el inocente principio, la imbecilidad y la ignorancia, sólo para después sentirte patético. Cada vez escribís menos y la posibilidad de no volver a hacerlo te mata. De verdad pensás que eso te mata, pero a medida que pasa el tiempo, la vida y la literatura misma te enseñan que esas son tonterías de niño. Entonces empezás a considerar seriamente la posibilidad de dejar de escribir y comprendés, al fin, que seguís pensando como niño tonto y que cuando en realidad tengás algo sobre qué escribir lo vas a escribir porque sos un jodido escritor al fin y al cabo.Soy un jodido escritor al fin y al cabo. Si se me ocurre escribir una novela, la escribo, y si fallo en escribirla, entonces escribo sobre eso, sobre el fracaso. Porque soy un jodido escritor al fin y al cabo, cada vez que tenga algo sobre qué escribir lo escribiré. Y el fracaso, amigos míos, es definitivamente algo. Pero ¿y si en el escribir sobre el fracaso también se fracasa? Pues bueno, supongo que en ese caso soy solamente un jodido.
“Perdón, papá Bukowski, perdón”.
“Ok, mierda. Y no vuelvas a hacer eso”.
No es cosa fácil matar a papá, no cuando uno lo quiere tanto. Cuando uno se siente tan cómodo en él, como si se estuviese en uno mismo. Cuando parece tan natural ser como papá. Cuando se te pega el ritmo y te sentís bien con él, porque ni siquiera sentís que se te ha pegado nada, que vos te has pegado a papá, a su ritmo. No es cosa fácil cuando no te das cuenta, hasta que viene alguien y te lo dice y te lo señala y sí, ahí está, es cierto. Vaya vaya vaya…
Y de pronto tenés un problema enorme. Lo que tenés que hacer es agarrar todo eso y amarrarlo y soltarlo, me dijo un amigo, haciendo como que agarraba, amarraba y soltaba un globo hacia el cielo. Yo me quedé viendo el globo imaginario y pensé: no será nada fácil.
Y de pronto ha pasado un año o dos y el problema no ha sido solucionado. Te decepcionás terriblemente de vos mismo y cada vez escribís menos. Para qué seguir escribiendo poemas como otro, no tiene sentido. Añorás el inocente principio, cuando escribías todos los días sobre todo y nada ni a nadie habías leído. Cuando todavía desconocías las palabras poema y poesía. Cuando el mar de mierda de la literatura no te había seducido todavía con el canto de un par de sirenas enloquecidas. Añorás el inocente principio, la imbecilidad y la ignorancia, sólo para después sentirte patético. Cada vez escribís menos y la posibilidad de no volver a hacerlo te mata. De verdad pensás que eso te mata, pero a medida que pasa el tiempo, la vida y la literatura misma te enseñan que esas son tonterías de niño. Entonces empezás a considerar seriamente la posibilidad de dejar de escribir y comprendés, al fin, que seguís pensando como niño tonto y que cuando en realidad tengás algo sobre qué escribir lo vas a escribir porque sos un jodido escritor al fin y al cabo.Soy un jodido escritor al fin y al cabo. Si se me ocurre escribir una novela, la escribo, y si fallo en escribirla, entonces escribo sobre eso, sobre el fracaso. Porque soy un jodido escritor al fin y al cabo, cada vez que tenga algo sobre qué escribir lo escribiré. Y el fracaso, amigos míos, es definitivamente algo. Pero ¿y si en el escribir sobre el fracaso también se fracasa? Pues bueno, supongo que en ese caso soy solamente un jodido.
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DARÍO CÁLIX (San Pedro Sula, Cortés, 1988) Estudia la Carrera de Letras en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el Valle de Sula (UNAH-VS). Miembro fundador del Movimiento Literario Poetas del Grado Cero. En el año 2007 apareció publicado en la antología de poesía Sociedad Anónima, Paíspoesible. Su célebre cuento "El hombre que conoció al famoso Agustín Fernández Mallo", le valió la felicitación pública y el aplauso unánime de los escritores de la región norte de Honduras. Ha sido antologado en "Del Parnaso a la Maison" (Nagg y Nell, 2011), Cuarta Dimensión de la tarde (Nagg y Nell, 2011). Miembro del Grupo Literario La hermandad de la UVA. Poff es su primera novela y la que abre la producción de la Editorial La hermandad de la UVA.
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