VI
LOS JOMIS
Yo sigo en esto, jomi, yo sigo porque los bróderes son la neta. La familia, jomi, la familia. Este tatú que mira es del mero Los Ángeles. Aquí me lo hizo el Chaparro, y este tatú es la vida y la muerte. Yo estoy con el barrio, jomi, porque el barrio es la neta. Cuando el Chaparro vino de LOS…lo primero que me dijo es que el Barrio es la family, la neta, la vida…Yo no sabía lo que era un tatú, pero el broder estaba forrado. Y el men sí sabe qué onda. Dijo que andaba de paso en LOS…y cuando llegó el broder no hubo falla, al broder le di la cama, el bajoncito, bueno, me porté a la altura con el jomi. El broder me dio clecha y me alivianó. El Chaparro era derecho, jomi. Cuando las cosas no eran claras, el jomi decía: hay que averiguar. Nada de darle luz verde a nadie así porque sí. Otra cosa, el Barrio tiene negocios, y negocios son negocios. Si queremos que el barrio sea fuerte hay que respetar al que anda derecho. Negocios son negocios. Pero en el barrio el que anda derecho, es presa de los que andan izquierdo. De los que quieren el liderazgo a costa de todo. No les importa quebrarse a un buen guerrero, a un soldado firme del barrio. Cuando el Chaparro me llevó a que me hicieran el tatú “LAS” en el cuello, yo sabía que estaba siendo brincado con los meros jomis de Los Ángeles, y el respeto de los Soldados de Los Ángeles es en vida y en muerte. El Chaparro también me brincó en los segundos de muerte, dolor y vida en el barrio. El Chaparro escribió estas letras para siempre, este placazo yo se lo dediqué al Chaparro, al Chaparrón Bonaparte. Me acuerdo cuando llegamos al penal de San Pedro para poner en orden al barrio. El Chaparro había dicho en el midi de Los Ángeles que el barrio andaba fuera de onda en Honduras y que había que ordenar los asuntos. Llegamos bien formales con un buen cuento. Ni el Chaparro ni yo teníamos tatús en el rostro. Me había dicho que el rostro es sagrado, que el barrio se lleva en la sangre, que cuando un jomi es de cora piensa en el futuro del barrio, se cuida el rostro. El jomi era derecho en todo. Llegamos con buena maleta, en una buena ranfla, de lujo, con luzón. La idea era poner en orden al Veneno que andaba fuera de onda y leerle la güila para darle una lección al barrio. Nos presentamos como bróderes del Zorrito, del Bazuca y del Sicario. Fue un día domingo. Llegamos a las nueve de la mañana. Los jomis estaban esperando el midi como agua de mayo. Chavalitos nuevos, tinteados con la placa del barrio, ansiosos de saber qué onda, todos atentos. Nos acompañaba esa vez el Sniper, un jomi guanaco de miedo, serio y callado. Sólo hacía lo que Chaparro le decía. Cuando llegamos, el Chaparro andaba con su gorra blanca, su pantalón azul nuevo, su camisa formal, su cincho corto, su reloj Rolex y sus zapatos de amarrar recién comprados. Antes de entrar nos había dicho: -Que aprendan las reglas del barrio, desde el brinco, hasta el chequeo de los meros jomis.
Sacó su cigarro negro, como de ocho pulgadas…los chúntaros y los jomitos estaban atentos a todo, sudando desde más o menos una hora y el Chaparro sólo se paseaba de un lado a otro en el recinto de los pandilleros. Antes de ponerse el cigarro en la boca llamó al Veneno para que dijera qué pasaba con la feria del barrio. El Veneno sabía que estaba en la última, pero por respeto al barrio y con orgullo se levantó. Era un tipo ya entrado en años, como unos treinta y cinco, bajito, delgado, con ojos como de gallo. El Chaparro le dijo al Sniper que leyera la güila. Una sola cosa decía: Honduras no sabe las reglas y tiene que aprenderlas, para eso van los jomis Chaparro, Sniper y Placa. MS L.A.S.
¡Y esto es la mara! ¡Que vengan unos perros que no conocés para que te manden al infierno! Un hombre que quiere vivir va a ser cortado en pedazos delante de sus hermanitos. Estoy en el infierno, siempre he vivido aquí. ¿Quién es el Chaparro, el Sniper, el Placa? Yo soy el infierno. Esto es una misa. Me levanto como una mujer muerta estoy siendo enterrado. Un hombre muere con orgullo. Muere. Mi muerte se realiza hoy ¡Pobre muerto soy ahora! El infierno es para los que mueren y la gloria es para los que matan. Yo caigo hoy porque he vivido en la onda de mi onda. Estoy muerto. Aquí voy Chaparro. Viniste de LOS para esto porque la mara te mandó. Yo soy la mara. Yo soy quien te manda a que me matés. Pero la mara no mata a los muertos. Morir en la mara es vivir, la muerte no toca a los que mueren en manos de la mara.
-¿Qué murmurás perro? Y el primer golpe del Sniper levantó al Veneno como a metro y medio del suelo. El Chaparro encendió su cigarro. Yo sabía que el Veneno no debía caer al suelo hasta que el Chaparro se fumara su cigarro negro de ocho pulgadas y me le fui con todo al Veneno antes de que cayera al suelo. Una patada en mitad del estómago lo levantó. Los jomitos miraron una lección de chequeo, ni el Sniper ni yo dejamos caer al Veneno por lo menos durante dos horas. Cuando el Chaparro metió el cabo del cigarro debajo de sus Florshein, el Veneno era una masa roja vestida con pantalón y camisa.
Esto es la mara jomitos. Y esta es la ley, dijo el Chaparro. El Sniper y yo estábamos casi muertos como el Veneno. Más tarde los pedazos del Veneno fueron metidos en una bolsa y enterrados en el patio del Penal. Como nadie sabe la placa original de ningún vato y a la jura le sopla lo que pasa con la mara…
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