miércoles, 20 de julio de 2011

Roberto Bolaño: Seguir jodiéndole la fiesta a maricas y filenos.


En la costa norte hondureña, volver a Bolaño, a su obra, o recordarlo en las conversaciones, no es redundante. Es volver al estatuto de una rebeldía natural que nos es propia y que en Bolaño se encuentra depurada. Quizás lo abrupto de nuestro trabajo literario nacido en medio de clichés e ignorancia, nos haya colocado al centro de espejismos bukowskianos o panerianos; sin embargo, es nuestra búsqueda propia, no de patrones, la que nos hace encontrar los más dificiles modelos...Podemos escribir poemas, relatos o ensayos, lo que sea...podemos inventar, eso es fácil. Dificil es vivir en medio de tanta porquería sin traicionarse.

Nuestra oscuridad no se encuentra en modelos malditos, sino en la renuncia y denuncia de la burda facilería, en seguir jodiéndole la fiesta a maricas y filenos.

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Algunos poemas de Roberto Bolaño


no importa hacia donde te arrastre el viento

(Sí. Pero me gustaría ver a Séneca en este lugar)
La sabiduría consiste en mantener los ojos abiertos
durante la caída (¿Bloques sónicos
de desesperación?) Estudiar en las estaciones
de policía Meditar durante los fines de semana
sin dinero (Tópicos que has de repetir, dijo
la voz en off, sin considerarte desdichado)
Ciudades supermercados fronteras
(¿Un Séneca pálido? ¿Un bistec sobre el mármol?)
De la angustia aún no hemos hablado

(Basta ya. Dialéctica obscena)
Ese vigor irreversible que abrasará tus derroteros

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En el Distrito V con los sudacas:
¿Aún lees a los juglares? Sí
Quiero decir: trato de soñar
castillos y mercados cosas de ese tipo
para después volver a mi piso y dormir
No hay nada malo en eso
Vida desaparecida hace mucho
En los bares del Distrito V
gente silenciosa con las manos en
los bolsillos Y los relámpagos

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Estos son los rostros romanos del infierno
Prefiero vivir lejos de todo, dije
No ser cómplice Pero esos rostros contemplan
aquéllo más allá de tu cuerpo Nobles
facciones fosilizadas en el aire
Como el fin de una película antigua
Rostros sobreimpresos en el azul del cielo
Como la muerte, dije

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De sillas, de atardeceres extra,
de pistolas que acarician
nuestros mejores amigos
está hecha la muerte

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Ahora paseas solitario por los muelles
de Barcelona
Fumas un cigarrillo negro y por
un momento crees que sería bueno
que lloviese

Dinero no te conceden los dioses
mas sí caprichos extraños
Mira hacia arriba:
está lloviendo

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*Publicados en
Regreso a la Antártida
Rimbaud vuelve a Casa, Press.
Febrero 1983.

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