(crítico de arte)
2000 barquitos de combate y Oculares constituyen, cada una a su manera, las ideas más controvertibles de la producción visual de Léster Rodríguez. Ambas están orientadas a demostrar que el punto más débil del sistema es precisamente el punto donde parece radicar su fuerza más brutal: la escalada de su potencia militar. Barcos y helicópteros son algo más que motivos, quizá sean las formalidades cotidianas de un Estado preventivo que, a falta de recursos más funcionales, actúa en el ejercicio sistemático de la represión como único rasgo consubstancial a él.
Rodríguez, situado en la encrucijada de las opciones de la sociedad de hoy, nos alcanza y nos embiste tan directamente: no solamente es capaz de ver en el estado artillado un síntoma de su propia debilidad y fragilidad; (Eso explica a los barcos de papel como a los helicópteros a punto de precipitarse o en blanco perfecto) también ha sido muy competente al traicionar una y otra vez los postulados que según él señalan los límites críticos de toda obra de arte. Si es cierto que el bien y la belleza son inseparables, también arte y política son parte de la misma preocupación. El arte no es nada sino es también un asunto político.
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