Imagen de Joaquín Tornel: La Máscara
PGC
SIN PELOS EN LA LENGUA
Por Karen Valladares
Yo no tengo pelos en la lengua para decir las cosas.
Digo que disfruto del sexo, como disfruto caminar.
Aunque es distinto, porque al caminar no tengo orgasmos.
Digo que disfruto la poesía, los buenos libros, las buenas pláticas,
los buenos amigos.
La amistad es ciencia ficción y las palabras no lo dicen todo.
Yo quiero que las palabras me digan, que me cuenten cómo soy,
así, sin pelos en la lengua, sin rodeos, sin limitaciones.
Que hablen o me escriban un cuento o un poema, pero que digan,
no importa si hablan bien o mal de mí. Qué más da.
Yo no tengo pelos en la lengua para decir las cosas.
Digo me gusta el sexo, me gusta que me coja mi marido.
Que me agarre desprevenida, como la palabra al verso.
Como el brazo a la cintura. Como la voz a la boca. Pero que me coja.
Yo no tengo pelos en la lengua para decir las cosas.
Digo mis palabras. Atrevidas o no. Punzantes, infelices, desnudas,
temblorosas, caídas, sumergidas, sedientas, orgásmicas.
Qué más da.
Yo simplemente digo las cosas. No me importa la plenitud,
lo infinito, la sencillez o la belleza.
Hay que dejar de pensar de vez en cuando, dejar de decorar la palabra, soltarla sin miedo,
sin comezón, sin tartamudeo. Sin pelos en la lengua.
Pero hay que seguir diciendo, seguir hablando...