CHARLES BUKOWSKI
ALGUIEN
Oh dios, tenía una tristeza espantosa,
aquella mujer estaba allí sentada y
me dijo
¿es usted realmente Charles
Bukowski?
y yo le dije
dejemos eso
no me encuentro bien
tengo una tremenda tristeza
y lo único que quiero es
echarte un polvo
ella se rió
creía que me las estaba dando
de listo
y yo no miraba más que sus piernas largas delgadas
celestiales
veía su hígado y sus entrañas temblando
veía a Cristo allí dentro
bailando un folk-rock.
Todas mis carencias interiores
se sublevaron
y fui hacia ella
y la tumbé en el sofá
y le levanté el vestido hasta el cuello
y me importó un pito
si era una violación o el fin del mundo.
Volver a estar
ahí
en un sitio
real.
Sí,
sus bragas estaban en el
suelo.
Y mi polla entró, mi polla entró
oh Dios, mi polla entró
yo era Charles
Alguien.
EL FINAL DE UN AFFAIRE MUY CORTO
Probé de pie
esta vez.
Habitualmente no
funciona.
Esta vez parecía que sí...
Ella decía
“¡oh, Dios, tienes unas piernas
tan lindas!”.
Estaba todo bien
hasta que ella levantó los pies
del piso,
y me envolvió con sus piernas.
“¡oh, Dios, tienes unas piernas
tan lindas!”.
Ella pesaba como 60 kilos
y se colgó de mí mientras yo
trabajaba.
Fue cuando acabé
que sentí el dolor
volando hacia arriba
por mi espalda.
La tiré en el sofá
y caminé por
la habitación.
El dolor seguía.
“mira”, le dije,
“mejor vete, tengo
que revelar algunas fotos
en el cuarto oscuro”.
Ella se vistió y se fue
y yo caminé hasta la
cocina para buscar un
vaso de agua. Agarré el vaso
con mi mano izquierda.
El dolor corría detrás de mis
orejas y
solté el vaso
que se rompió contra el piso.
Me metí en la bañera
llena de agua caliente y sales.
Me empezaba a relajar
cuando sonó el teléfono.
Intenté enderezar la espalda
y el dolor se extendió a mi
cuello y a mis brazos.
Me caí
me agarré de los bordes de la bañera
y pude salir
con mi cabeza llena de
luces verdes amarillas y
rojas.
El teléfono seguía sonando.
Atendí
“¿hola?”.
“¡TE AMO!”, dijo ella.
“gracias”, le dije.
“¿eso es todo lo que tienes
para decirme?”.
“sí”.
“¡vete a la mierda!”, dijo y
colgó.
El amor se seca, pensé.
Mientras volvía al baño,
más rápido incluso que el esperma.
LIBERTAD
Él tomó vino toda la noche, la noche del
28, y seguía pensando en ella:
la manera en que caminaba y hablaba y amaba
la manera en que le dijo cosas que parecían verdad
pero no lo eran, y él conocía el color de cada uno
de sus vestidos
y sus zapatos- él conocía la parada y la curva de
cada taco
tan bien como la pierna a la que le daba forma.
Y ella había salido otra vez cuando él llegó a casa, y
volvería otra vez con ese especial hedor, otra vez
y así fue
ella llegó a las 3 de la mañana
inmunda como un cerdo comemierda
y
él agarró el cuchillo de carnicero
y ella gritó
retrocediendo contra la pared de la pensión
todavía bella, de algún modo
a pesar de que el amor se esfumaba
y él terminó el vaso de vino.
Ese vestido amarillo
su favorito
y ella gritó de nuevo.
Él agarró el cuchillo
y se desabrochó el cinto
se arrancó la ropa delante de ella
y se cortó las bolas.
Y las llevó en sus manos
como nueces
las dejó caer en el inodoro
y tiró de la cadena
y ella seguía gritando
mientras la habitación se ponía roja.
¡DIOS, OH, DIOS!
¿QUÉ HICISTE?
Él se sentó ahí sosteniendo 3 toallas
entre sus piernas
no importándole ya si ella se iba o
se quedaba
si se vestía de amarillo o de verde ni
ninguna otra cosa.
Mientras con una mano sostenía las toallas
levantó la otra
y se sirvió otro vino.