miércoles, 15 de septiembre de 2010

Juras hijos de puta, perros asesinos...ustedes son nuestros verdugos el 15 de septiembre


Un contingente de policías antimotines, militares pertrechados y orejas de los escuadrones de la muerte irrumpieron en el acto de conmemoración rebelde de la RESISTENCIA HONDUREÑA que se celebraba en la plaza la Libertad, ubicada en el mero corazón de la ciudad de San Pedro Sula, hoy, 15 de septiembre, fecha de la histórica farsa de la independencia hondureña.

Después de su extraordinaria marcha de protesta pacífica en la que miles de ciudadanos avanzaron por la siete calle del sector Sur-Este de la ciudad, hasta llegar a coronar la el monumento del héroe nacional Francisco Morazán. Después de que productores del evento cultural, técnicos de sonido y artistas se disponían a iniciar el concierto Café Guancasco; y mientras las bandas de guerra de distintos institutos oficiales hacían su ingreso a la plaza pública en un gesto de alegría popular y dignidad ciudadana…Cuando los encargados de dirigir la ceremonia protocolar se disponían a la bienvenida de los invitados, de los sindicatos, gremios, etc.; por la Primera Calle se dejó venir la primera andanada de bombas lacrimógenas. Una mujer, pálida y muy delgada cayó con su niño en brazos en la manta de Artistas en Resistencia que aún estaba colocada en el piso del Kiosco Central…decenas de despavoridos ciudadanos corrían desesperados ante el primer acoso.

Los moderadores de la Resistencia llamaron a la calma para continuar con el evento, exhortando a la lucha pacífica, a la dignidad moral de la resistencia. De pronto otro tropel de ciudadanos era empujado por las bombas en la calle peatonal del parque. Si arredrarse, los coordinadores continuaron con el plan político cultural establecido. Se disponían a cantar el Himno Nacional cuando tres bombas lacrimógenas cayeron en el techo del escenario y otras dos en medio. La gente comenzó a agitarse y a buscar agua para refregarse los ojos. De debajo del escenario y desde lo alto siguieron cayendo decenas de bombas. Fue imposible no huir a buscar refugio. Ancianos, niños y mujeres con sus criaturas en brazos yacían en el suelo a punto del desmayo, les hacía falta el aire. Jóvenes, adultos, profesionales y obreros procuraban guarecerse en algunos negocios. Unos les cerraban las puertas y otros les pedían pasar para limpiarse el ardor de la cara. Algunos guardias de seguridad amenazaban a los ciudadanos con sus revólveres cuando intentaban entrar a los espacios comerciales.
Era una situación de extrema intolerancia, de turbación social. Karen Mejía, aún en el escenario, llamaba a reconcentrarse, cuando los policías le lanzaron más de cinco bombas y se abalanzaron contra el escenario para golpear los aparatos de sonido y destruir la estatua del presidente Zelaya.
Arrasaron con las ventas de los vendedores ambulantes, destruyeron los pequeños negocios callejeros y los troquitos de los vendedores de la Plaza Libertad. La tanqueta del agua corría por las calles ahuyentando a los ciudadanos que refunfuñaban impotentes.
La Policía otra vez se salía con la suya al desbaratar un evento que tanto trabajo le cuesta a nuestro pueblo. La lección debe ser aprendida. No se puede repeler con las uñas a una policía que actúa no para proteger al pueblo, sino para hacerle daño, como viles criminales trogloditas. Otras estrategias serán diseñadas ante tanta intolerancia.