Aún cuando quisiéramos mejorar la historia universal de la infamia, no podríamos. Siempre estaríamos a expensas del absurdo de este país en el que nos tocó vivir. Los asesinos, los ladrones, los intelectuales de la tortura y la persecusión, los genios de la miseria de nuestro pueblo estarían, como el demiurgo Homero, realizando sus mejores epopeyas en el afán de burlar al mundo. Una farsa dentro de la farsa. Una de las mayores aportaciones de los desvergonzados sátrapas de Honduras espoleando este manicomio, este maridaje de la fuerza, la sinrazón y la política que nos obliga a quedarnos sin habla, pero que definitivamente nos induce a desearles la muerte. Y necesitamos controlar esta furia, este ideario que se nos echa encima como un primer impulso, matar o morir, tener patria o no tener ni mierda. Queremos decir que estos ladrones (Micheletti, López Contreras, Corrales Álvarez, Vilma Morales, Callejas, Flores Facusé, Ferrari) se presentan con cartas de negociadores, de dialogadores, cuando sabemos que son los que, en una madrugada nocturna arremetieron a tiros contra las puertas de la casa de nuestro presidente, se introdujeron asaltando a la patria, y lo echaron fuera, (y sabemos que en ese instante nos echaban fuera a todos los hondureños bien nacidos), que se metieron en la casa de nuestro presidente con pasamontañas, con absoluta premeditación, alevosía y ventaja, utilizando la política de la violencia, temerosos de que nuestro pueblo decidiera una cuarta urna para convocar a una asamblea Nacional constituyente a la que jamás renunciaremos. Todo este sistema parece intentar persuadirnos de que debemos renunciar a la violencia a lo que por la violencia nos han arrebatado. Tenemos suficientes argumentos para recordar la violencia con que hemos sido tratados por centurias y no es el momento de acobardarse. Sabemos que ninguna revolución se consigue sin sangre, lo sabemos, pero confiamos en las palabras de nuestro presidente, en la posibilidad de hacer cambios sin violencia. Y cada día nos toca detener a nuestro pueblo en su intención violenta. Porque es nuestro pueblo el más violentado. Nos matan cada día sólo para atemorizarnos. Pretenden hacernos creer en el crimen común, cuando sabemos que las masacres diarias son crímenes políticos. Deberían saber que ese día que tanto esperan puede llegar, y que uno solo de nosotros que decida cobrarles el justo precio de lo que nos están quitando puede dar al traste con toda esta mierda. Hemos sufrido el más terrible terremoto en décadas, hemos estado tensos por la gripe A(H1N1)) y nos han quitado el sueño y nuestra esperanza durante muchos días. No se sorprendan entonces si un día de estos dejamos de ser obedientes al igual que ustedes no obedecen a los organismos internacionales. No nos dejen llegar a ese día de ira en el que no podremos responder organizadamente de nuestros actos. Y me refiero a todos los latinoamericanos que están pensando en llegar a Tegucigalpa. Ellos vienen en camino en nuestro apoyo. Si están pensando en nuestra sangre para satisfacer sus excesos, pues es posible que muy pronto la tengan en la boca. No tenemos utopía. Sólo queremos participar. No estamos revolucionando el mundo, sólo queremos que escuchen lo que tenemos que decir. Si pretenden matarnos, los mataremos por nuestro derecho histórico a ser libres.