lunes, 6 de julio de 2009

Llegó el día en que los mitos tendrán que derribarse


Yo quiero, cuando me muera,
Sin patria, pero sin amo,
Tener en mi losa un ramo
De flores,– ¡y una bandera!

José Martí.

No estamos ciegos, ni mudos, y nuestros brazos están firmes, y nuestros pies caminan al lado del vecino, del amigo, del hermano hace mucho tiempo lejos. Nos hemos vuelto a encontrar en las calles gritando las mismas consignas y cantando las mismas canciones. Algunas mujeres siguen siendo bellas, otras van acompañadas con sus hijos, muchachos que tienen una mirada callada y atenta. Ya no estamos tan jóvenes como antes y nuestros actos tienen cierto condimento que da la sabiduría y el tiempo. No tenemos ningún miedo. Nos hemos encontrado con nuestro destino y quizás con la misión que nos estaba guardada para esta patria. Hemos visto nuevamente a los asesinos colocarse por encima de nuestras cabezas después que han cerrado todas las ventanas. Aquí estamos otra vez con la misma oportunidad de matar o morir. De tener patria o mierda o muerte que es la misma mierda. Persistimos en buscar una verdad que a todas luces ya nos fue revelada por el mismo destino. Sólo nos queda estar juntos hasta que venga la muerte y tenga nuestros ojos. Pero ninguno ha de retractarse. Hoy es el día en que los mitos tendrán que derribarse. Y no quedará ceniza, ni luz, ninguna llama vendrá a repetir la luz de aquellos días. Todas las palabras que dijimos fueron una vana perorata igual que la poesía. Todo ha sido vano hasta ahora. ¿Qué bienestar podríamos tener viviendo una vida para los traidores? ¿Trabajando día a día, viendo crecer y morir a las generaciones bajo un sol hecho de mentiras y silencios? Decidimos terminar lo que empezamos sabiendo que no hay nada nuevo bajo el sol. Que no estamos inventando nada. Que sólo queremos lo que nos han arrebatado: La oportunidad de decir hacia dónde putas queremos ir. Nadie nos tiene que llevar a esa vida idiota en la que hemos estado. Ya no queremos eso. Y a los pobres imbéciles que no tuvieron nunca el corazón de Julius Fucik, ni supieron de la macana, ni de la capucha, ni de estar preso, ni de estar desnudo, secuestrado, ni perseguido, ni desaparecido, ni vieron llorar a sus madres o a sus hermanos o a sus hijos. A los que no saben que este gobierno golpista es realmente culpable de los más atroces crímenes cometidos contra nuestro pueblo. Que son los autores intelectuales y materiales de la destrucción del movimiento popular, del saqueo permanente de la patria, del robo continuado. Los forjadores de la miseria, los bebedores de la sangre del pueblo. Los que piensan que esta horda de bárbaros atilas va a soltar el poder con unos cuantos sombrerazos de las Naciones Unidas, están equivocados. Ya no volveremos a nuestra casa a vernos en la misma soledad. Hoy nuestra casa es la calle. Riámonos un poco de estos golpistas que sueñan con dominar nuestro sueño. Mostrémosles el dedo medio de la mano izquierda para que se sienten si piensan que vamos a dar marcha atrás. ¡Viva el Poder Popular! ¡Viva el pueblo en pie de lucha! ¡Hasta la victoria final!

Super Cero