jueves, 18 de junio de 2009

De herejías ficticias y simulacros literarios



En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.


Roberto Bolaño


Introducción


No era demasiado segura la calidad de placer que nos otorgaría Ficción hereje para lectores castos, a no ser por la enorme expectativa que nos despertara su prologuista, el crítico literario Hernán Antonio Bermúdez en el texto Herejías y otras hierbas. Aunque Giovanni Rodríguez es una de las promesas literarias más importantes del país, todavía se conserva en la promesa de ofrecernos mayores vuelos en su trabajo literario. Al terminar la lectura de Ficción hereje para lectores castos, lo primero que sentimos es la falta de conectividad con el concepto mismo de herejía, cuáles son los límites de la moral cristiana que han sido trasvasados en la trama, en la actitud de los personajes, en la estructura misma de la novela. Cada uno de los 4 anémicos protagonistas nos relatan un testimonio trivial que casi se pierde definitivamente de no ser por los personajes hembras que le dan cierto lustre a pesar de la intención misógina en la que desaparecen desdibujadas. Aunque la estructura de la novela no es torpe y logra mantener algún suspenso por la insistente promesa de contar algo que valga la pena, lo cierto es que este algo no es más que un fracaso que definitivamente decepciona. El autor no logró encontrar la pulsión interna de los personajes, alguna justificación para la rabia de un acto delictivo dirigido a la institucionalidad de una iglesia que tampoco llega a ser delineada como personaje que justifique la acción central de la obra. No obstante, Ficción hereje para lectores castos plantea una situación contextual sobre la que vale la pena detenerse a reflexionar, a parte de lo que Bermúdez llama “El eje de la narrativa hondureña parece haberse desplazado a la costa norte”, y que lo constituye el hecho del desdibujamiento, el carácter desteñido y falso de personajes, instituciones y, en general, el ambiente social de la historia. No se trata de una preocupación sociológica o antropológica, sino de una carencia de vitalidad y sentido que puede constituir un verdadero hallazgo en relación a lo que el mismo Hernán Antonio Bermúdez revelara referente a Las Virtudes de Onán, de Mario Gallardo, es decir, a la ciudad como personaje al que Ficción hereje para lectores castos retrata de manera dispersa. Esta dispersión, esta fragmentación que también puede encontrarse en cada uno de los relatos referentes a los cuatro personajes “herejes”, constituye la clave por la que el “editor” autor de la novela se esfuerza por concentrar en un todo con sentido o dirección. El sentido de este todo disperso viene a ser el acto “hereje” que nunca se concretiza, por lo que, finalmente, cada una de las partes de la novela, los rasgos imprecisos de los personajes y su inútil huida, remiten, indefectiblemente, a la dispersión, a la nada. De esta nada dispersa, se rescata y rescata a la novela el Flash back (Post scriptum), donde un autor maduro reflexiona sobre algo impreciso que ¡Inexplicablemente, huele a mierda!