martes, 29 de abril de 2008

El disfraz de un fragmento-Jorge M.M.



Soy del Movimiento Literario Poetas del Grado Cero y me califico enemigo de la grotesca parodia literaria, flor obscena y descolorida, o más bien, demasiado colorida, azul, diría, de esa ramera sin jugo que chupan en Tegucigalpa. Pero no se trata de malquerencias, bien sabemos de sobra que no me falta cariño para repartirle a nadie, pero no es un asunto de simpatías personales o que la cara de un muchacho con vozarrón al estilo del más trasnochado Absolute Rigo, y en esto no me perdonen, yo también ando borracho y casi me ando cayendo, y me acuerdo del estribillo que siempre cantan con modorra Javier Hernández y John Connoly: “Ay Dios mío si borracho te ofendí, en la cruda me sales debiendo…”. No, no es un asunto de falta de cariño, ni es una joda sólo por joda, es un asunto serio como la literatura. Ya en aquel ensayo de 1993, “Polémica, Realismo y Poesía” manifesté mi malestar por los real socialistas o por los poetas del Realismo Militante, entre quienes detesté a José Adán Castelar por ese bodrio que tituló “Sin olvidar la humillación”, y en el que también mencioné con mucha cautela a Roberto Sosa porque no se trata, y he aquí lo de las tildes sobre las T que mencionamos en el Primer Manifiesto, de que los dimes y diretes del mercado Las Américas lleguen sólo porque es un tipo malcriado ni nada de eso…Roberto Sosa no es un poeta “pera en dulce”, su personalidad a muchos les ha costado rupturas, enfados, pescozones, exclusiones o inclusiones; en fin, se trata de la poesía, no del poeta. ¿Estamos claros? Los advenedizos de José Adán Castelar con síntomas de ejecutivos saben lo difícil que es tener el toque sencillo de José Adán y eso es un hecho. También hay que reconocer que en los tiempos mozos la cuestión de la poesía imprime demasiadas fallas cuando no se cuenta con una formación ética consistente. Porque todos queremos ser poetas, queremos leer nuestro nombre en letras impresas en ese objeto de la fama que nos vuelve hijos de la maldita flor de Satán y no nos importan las lecturas fugaces, el aprendizaje memorístico de los nombres de esos autores raros, especialmente los que suenan a lenguas extrañas, pobres patanes, pobres ilusos adoradores de la maldita flor luminosa que nos llama llameante. Canción voraz, canción tierna que se cruza entre el sueño. Y esos poemas de Ungaretti recién conocidos a medianoche con su síntesis, con su dibujo similar a una noche en Santa Lucía o en La Ceiba con aquel pequeño ruido análogo a un paraje mediterráneo que inspira a decir lo mismo. Es similar al plagio, amigos, eso se llama plagio. Cuando no tenemos vida propia y nuestro andar discurre nada más en las vivencias de otro poeta muerto de hambre que a penas supo tener respeto por sus poemas y no los leyó con la humildad necesaria y sin la pose, porque si en algo podemos encontrarnos los poetas es en la posibilidad de la franqueza. ¡Mentira! ¡Mentira dormilones! ¡Mentira perezosos! ¿Esperan construir poesía de sus malas lecturas? ¿De dónde creen que los poetas han hecho algo nuevo si no es que han mamado la teta negra de la muerte, el veneno de la poesía? Los detesto porque en ningún poema supieron reconocer sus propias lecturas. Son ranas que hacen croack, croack. La lengua de Satán mismo los escupiría por espurios, la de Dios ni la mencionemos para no blasfemar, bien sabe él que somos ateos. Y no se trata de que no les tenga un enorme aprecio ¿Qué poeta no aprecia a los malos poetas en el fondo? ¿No tenemos acaso la sensación de querer exorcizar sus malos poemas? ¿Qué importa…? Seamos honestos, cuando nos hemos visto cara a cara, jamás les hemos dicho mentiras ni falsedades. Y no nos vayan a salir con que son dos estéticas diferentes. En lo que respecta a la poesía, estética es cuando un poema nos comunica una esencia viva. No se trata de frases al azar ni de construcciones peregrinas. Pellízquense al menos para que sepan si están vivos o es sólo la picazón de un sudor de autores sobre su piel hirsuta. Bien, volvamos al caso. La otra cuestión resulta del mito de las dos ciudades, de la pugna sectaria en la que pretenden esconder la triste y famélica realidad de una poesía sin sustancia. Puros peñascos en los que a veces se posan en esa Tegucigalpa obscena, para que nosotros, simplemente, les desautoricemos el canto. Si en algo no vamos a fallar en este lado, es en el de intentar ese salto en el que no tenemos padre en la poesía. Y puedo mencionar mi caso, poeta sin padre ni tutor. Y pueden buscarlo, y con mucha facilidad se darán cuenta que aquí los verdaderos poetas no andamos buscando padrinos para decir las cosas para siempre. Busquen, lean el vientre de la palabra, encuéntrense en el ánimo fugaz de ese reto en el que andan desprestigiando la poesía. Han tenido en el olvido a Pepe Luis, a Rafael Rivera, al mismo Rigo ni siquiera lo han leído y le piden consejo. A Roberto Sosa le temen y no han estudiado su Secreto. ¿Tendríamos que decirles que la poesía hondureña está muerta con ustedes? Baúles de modernismo. Atrévanse a conversar a fondo al menos, respondan como poetas. Préñense. Es repudiable esa intensión de andar mostrando la debilidad en el exterior sólo por cumplir. Aquí, honestamente, nos sentimos un poco avergonzados con el triste papel de ese grotesco simulacro. No hay influencia ni respeto entre ustedes. Usan los momentos como un divertimento cuando siempre se supo de la vitalidad de la risa. ¿Quién es el que ríe? ¿Un pésimo lector y un pésimo poeta? ¿Tendrían una palabra directa respecto de mi poesía anticuada? ¿O sólo el oficio de soplar ideas vagas tiene hoy la valía de ese pequeño grupo de engañifas?

Que conste que no escribo para ustedes, sino para los Poetas del Grado Cero y hoy a ustedes los he puesto en mira porque no responden si no con el disfraz de un fragmento al que, pero no, definitivamente, no. Hace mucho que nos hubiera gustado enfrascarnos en esta inútil conversación de poetas. Lástima que el cabrón de Gustavo se fue al concierto de su hermana, Darío se perdió después de la Lectura de Don Quijote y el pendejo de Nelson se hizo humo. Aquí termina este asunto…


Y ustedes no pueden pasar un día si no es en calma.