miércoles, 19 de diciembre de 2007

Primer Manifiesto de los Poetas del Grado Cero

A los mojigatos devenidos en poetas
J. Sonofelet

Primer Manifiesto

¡Muerte al mito de la poesía y su metarrelato de jirafas!

Hemos decidido fundar un Movimiento Literario al que, a sugerencia de nadie y tirándonos la responsabilidad de hacernos pedazos con la literatura, aunque acompañados a veces de varios secuaces literarios, cómplices en la destrucción de la poesía, hemos denominado Movimiento Literario “Poetas del Grado Cero”. Algunos sugirieron nombres sinónimos y económicos como “Harakiri”, “Los hijos de Mishima” y "Etc." Está fundado con la sana intención de arrancarle los piojos a la poesía, los signos y los garabatos. Hubiera sido mejor que se desnudara sola y nos habría ahorrado el trabajo.

Uno: Tráiganme una cerveza que no se puede fundar nada si no hay bebida.

Dos: “Pa’ dioy en adelante semos malos, sólo cartas marcadas han de ver. Y tú vas a saber que siempre gano”.

Tres: Todavía estoy callado.

Cuatro: ¡Muerte a la belleza, vamos por las feas!

Cinco: Nunca dicen ¡Oh! y usan calzoneras viejas, enormes sostenes y sus glaciares se esparcen por la tierra inhóspita.

Una contradicción: Se valen todas las páginas fornicarias siempre que hayan sido revisadas por un experto en gramática de la Real Anemia de la Lengua.

Seis: Jodámonos en el oficio sin darle cuentas a nadie.

Siete: No se vale tenerle miedo al erotismo ni ser ignorantes de las peleas de los Súper Sayayines y otros astronautas; tampoco vale asustarse y cagarse por la muerte de Caperucita roja FORNICADA por King Kong y Godzilla en fantástico ménage à trois.

Ocho: Doblen, tripliquen el verso insano. Huyan y entierren a la prosa y su anverso.

Nueve: El público es voyerista, le gustan todos los desnudamientos, el strip-teas, las películas de terror y el amarillismo.

Diez: Estoy a punto de decir algo valioso y todavía estoy callado.

Once: Ya no existe la poesía. Hay que ir directo al grano. Si no se tiene nada qué decir, hay que quedarse callado o escuchar a otro que cuente algo, aunque sea una perra.

Doce: Hijo mío, no me odiéis por falta de moral, peores guerras hacen los presidentes y les pagan por ello o roban si no les pagan.

Trece: No se aceptan burgueses, ni banqueros, ni prestamistas, a menos que pongan para la juerga de inauguración del movimiento.

Catorce: Ante todo, somos éticos, si no nos gusta algo, a nadie se lo ofrecemos.

Quince: Denunciamos la tiranía del premio porque casi nunca ganamos y el jurado es compadre del ganador. Hay que cambiar las reglas de los premios literarios.

Diez y seis: Hay demasiada ignorancia en las presentaciones de libros.

Diez y siete: Hay demasiados ladrones en la ciudad, roban ideas, versos, imágenes, libros enteros, piratean cd’s. No hay democracia.

Diez y ocho: No nos gusta la poesía fingida, el relato de sitios donde nunca ha estado el poeta, la falta de vitalidad. Odiamos la repetición a pesar de repetirnos cada día.

Diez y nueve: Hay que conspirar contra el arte sin desconocerlo, subvertir la poesía, hacerla añicos, meterle fuego, hacer pedazos lo que no sirve ni para reírse.

Veinte: ¡Muerte a la poesía y su metarrelato de jirafas! Bienvenida la puta nueva. La belleza está en las calles, tirada en el fango.

Veintiuno: Las páginas virtuales son infinitas, por papel no hay que preocuparse.

Veintidós: Un Rimbaud inocente y malcriado sentó a la belleza en sus piernas y como buen niño le gritó, yo patié a la belleza y me dijo que era sexy.

Veintitrés: Laura, la de Petrarca, y Ofelia, la de Shakespeare, fueron atraídas a mí que soy la destrucción. ¡Voy por la de Dante!

Veinticuatro: Primero aclaremos que somos libertad andante, a la mierda el trabajo y las jerarquías.

Veinticinco: Tanta mierda citable, tanto aburrimiento posible y le falta Tilde a la t.

Veintiséis: Censuramos todas las censuras.

Veintisiete: El Grado Cero consiste en que no queda piedra sobre piedra en literatura, nada comienza y nada termina nunca.

Veintiocho: Allá abajo juegan chibolita, un pastor evangélico se queda viendo jugar con la Biblia bajo el brazo, saca su par de dados y la policía trae los frescos.

Veintinueve: Todo mito es dominación. Abominamos del mito. Lo último que haremos será quedarnos mudos aunque nos muramos de ganas por escribir, pero nunca se repetirán las mismas canciones en la rockola.

Treinta: Los Poetas del Grado Cero descendieron hasta la raíz de la poesía, la chuparon como si fuera vino de coyol, y la poesía no embriagaba, estaba simple, disipada. Había que arrancarle un par de greñas para que se despertara. Le gritamos y le dimos tres pescozadas, la pateamos hasta descuadernarla para ver si revivía. Pero nada. Creo que la matamos. Sólo abrió la boca para decir “el mejor antólogo es el tiempo”. Era ridícula. El tiempo es otro mito. Su coco seco se rompió.

Treinta y uno: ¿Quién putas dijo que el poeta es un pequeño Dios?

Treinta y dos: Los surrealistas con su automatismo, los vanguardistas torciéndole el pescuezo a los patos, los superrealistas con su metralla, los simultaneistas en una sala de cine fumando marihuana y tosiendo a André Bretón, los infrarrealistas en una tertulia con la Pantera Rosa…Nicanor Parra sacándose un clavo del zapato, Huidobro y Neruda con su champaña, Borges con un perrito irlandés, Eliot entrando a una capilla…

Treinta y tres: Había una vez poesía…

Otro treinta y tres: La T de también hubo un Jesús, un Morrison y un Molina… ¡laté para después!

Treinta y cuatro: O todos somos poetas o ninguno y el que no tiene e-mail, no es poeta.

Treinta y cinco: Al principio la poesía estaba viva, respiraba por sus mangueras transparentes y el cilindro de oxígeno conspiró, también era poeta del Grado Cero. Al verla tan moribunda, decidió tirarse del quinto piso y le jaló el pescuezo. En el pueblo hicieron sopa de gallina y la poesía ejercitaba su imaginación con ganas de resucitar. Le dieron sopa de gallina para la gripe. La llevaron al mercado y le gustó el pisto. Se hizo mercadera, pero tenía las marcas de la manguera y el arañazo del cilindro de oxígeno la delataba. Un poeta del Grado Cero la vio de reojo sin levantar sospechas. Este poeta del Grado Cero era el último del movimiento y a penas se acordaba qué andaba haciendo en el mercado. Compró chiles jalapeños para un encurtido, unos chicharrones gringos y un rimero de tortillas. Llegó a la casa, hizo sopa de frijoles con chicharrones, se tomó la sopa y la poesía se le había escapado. De todos modos se echó a dormir. Un pedo estupendo le recordó los chicharrones que había comido.

Treinta y seis: Los ignorantes, los orangutanes, los diletantes, los mojigatos y los banqueros son nocivos para los poetas del Grado Cero, ellos promueven la poesía a mansalva, usan seudónimo y tienen libros de adorno. Una vez un banquero leyó a Neruda y quedó inspirado. Agarró su libreta de notas y empezó la tarea de su primer poemario. Tres días después llamó a su amigo el publicista y le pidió que le diseñara la portada del libro. El publicista diletante quería un Premio Nóbel y le mostró unos ripios elegantes, con adjetivos de tiempo, y adverbios inteligentes. Esa vez usó sus lentes plegables, de oro, se había limpiado a propósito las uñas y con disimulo se las mostró. El banquero y el publicista tenían amigos escritores de la vieja guardia, ex-guerrilleros democráticos. Estos escribieron un prólogo, fino, con un toque irreverente y falsa honestidad. Juntos invitaron a sus amigos y presentaron el libro en la socialité. – ¿Un brindis, Monsieur Milován? – Oui Mademoiselle, la poésie me plaît ¿e vou? Era lindo el mojigato.

Treinta y seis y medio: El laky men mató la poesía, ¿quién putas quiere revivirla? Si fuera queso cheddar, ¡bienvenida! si tuviera la apariencia de una baleada con chorizo o una rica tajada con pata de chancho, ¡bienvenida!

Treinta y siete (primeros intentos): Los excito y emancipo jóvenes y viejos a participar de este punto cero donde la gravedad no es el peso sino los balinazos y estocadas….

Primer Treinta y ocho: Rimbaud tenía voz de smeagol, je est un autre, súper sayayin precioso…

Treinta y siete y un octavo: En los tiempos de la poesía, dos zapatos líricos discutían sobre estética, maravillados. El Poeta y Pepito viajaban mirando el paisaje, pero la velocidad del tren les intercambió la cosmogonía, el Poeta se hizo chistoso y Pepito se hizo Poeta, de ahí en adelante Pepito era un héroe y renovó la poesía. Al año siguiente, por la mañana, surgió la casta contradictoria de los poetas. Hubo guerra de estructuras, lucha en el interior de la materia, hasta que una vieja loca les dio con una fridera en la cabeza y les devolvió la razón. También en ese pueblo mataron a friderazos la poesía.

Treinta y siete y medio: Todo es felicidad.

Treinta y siete y tres cuartos: Quien no ha sido poeta, que lance la primera piedra.

Casi treinta y ocho: Cuando era un chiquillo me aburría leyendo poesía noche y día…

Segundo Treinta y ocho: En asamblea general y conferencia a puerta cerrada de la Logia de los Poetas del Grado Cero, estipúlase el 14 de marzo como día oficial del quemado de boinas grises y otros accesorios poéticos. Comuníquese y cúmplase.

Treinta y nueve. Se declara a la poesía oficialmente muerta a partir de las 12:00 p.m. del día 17 de noviembre de 2007.
Cuarenta: La Logia de los Poetas del Grado Cero, resurgirá el diez y siete de noviembre del año tres mil catorce.

Comunicado Póstumo:

¡Atención!
Se convoca a todos los miembros del patronato de Poetas del Grado Cero, a una asamblea extraseca para disolver la logia y reclamar derechos de autor sobre el manifiesto. Presentarse con su hausser de mano, credencial de membresía, Ron Polano y chicharrones pa’ la boca.

Dado en la ciudad del Caballero Industria en el año de la muerte de la poesía.