Por Jorge Martínez Mejía
En la costa norte de Honduras, las cosas son diferentes a las de Tegucigalpa. Son dos escenarios distintos, desde siempre. En la burocrática Tegucigalpa la decadencia ya tiene carta de ciudadanía, las personas buscan un discurso al cual asirse para la subsistencia cotidiana, es decir, para sobrellevar el peso diario de un perpetuo círculo vicioso en el que es casi imposible reinventarse. En la costa norte todo es nuevo siempre, tan nuevo, que todo muere súbitamente. Pero sobre las maneras distintas de ser de estos dos polos opuestos en permanente tensión poco o nada se ha dicho, de modo que el tema, desde nuestra perspectiva, también es nuevo, ya que estamos en la costa. La visita del presidente Zelaya, por tanto, es nueva, un acontecimiento inusitado, un revolcón de historia inmediata que estremece a la población. Su llegada no fue anunciada, aunque pequeños grupos de coordinación se movilizaron para darle coherencia a la agenda, se adelantaron todos para obtener el mayor rédito de la llegada de Mel. En este sentido la costa sigue mostrando un claro rasgo de supeditación al centro, es decir, en la delegación que acompaña al presidente Zelaya no hay una tan sola persona que sea de la costa. Los nuevos comisarios de la política del FNRP adobados con toda la rémora de Tegucigalpa, me refiero a Gilberto Ríos, Rasel Tomé, el mismo Juan Barahona...llegan a la ciudad de San Pedro Sula sin conocer absolutamente nada de lo que pasa en la región, con una ignorancia pasmosa de la problemática interna del frente y, sobre todo, con la ínfula de los mesiánicos salvadores del país. Esta situación se puede comprender si tomamos en cuenta que durante décadas la costa norte ha sido relegada políticamente y en Tegucigalpa los dirigentes obreros han sido corroídos poor el poder para manantener a los trabajadores marginados en la toma de deciciones. La falta de líderes perfilados y la actitud sumisa de los dirigentes obreros, campesinos y gremiales de la costa, no se puede ver sino exactamente como una oportunidad para construir un nuevo líder de la nueva experiencia política que vivimos. Desafortunadamente esta pasa por tener conciencia de que las permanentes y malas prácticas políticas, de las que el mismo Mel es heredero, pueden terminar dando al traste con la oportunidad en perspectiva del Frente Amplio en Honduras.
En pocas palabras, lo que ha hecho de Tegucigalpa una fofa y burocrática ciudad, puede dañar la oportunidad de construcción de un liderazgo más fresco, sostenido en nuestros rasgos distintivos, si no se tiene conciencia de la rica novedad antropológica que ha constituido a nuestro pueblo costeño, pero sobre todo, si nuestras comunidades no rechazan la ranciedad que traen consigo Mel y sus amigos.
El Frente Amplio es una oportunidad para remover al caduco Estado hondureño, pero el ingrediente primoroso es lo nuevo que siempre descansa en la costa. Démosle al Frente Amplio la frescura y calidad humana del hombre y la mujer costeña, y quitémosle la ranciedumbre piojosa de la burocrática Tegucigalpa.
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