martes, 17 de enero de 2017

LA CONSTRUCCIÓN DE PUEBLO, EL GENIO DE MANUEL ZELAYA ROSALES




Por Jorge Martínez Mejía



Siempre se las arregla para conseguir un poco de esperanza para la nación, para el ciudadano, para el soberano; cuando éste se siente más aterrado o experimenta la sensación de haberlo perdido todo.

El golpe de Estado de 2009 no se dio a Manuel Zelaya Rosales, se dio al Estado, a la institucionalidad democrática. Él era el presidente del Ejecutivo, es decir, al momento del golpe de Estado, Manuel Zelaya Rosales ostentaba la representación del pueblo en la administración pública, era el comandante general del Estado. Pero no fue por la ostentación del cargo que se le arrebató el poder.

En Honduras, al igual que en el resto de las naciones de Latinoamérica, jamás hemos gozado de una democracia popular, al contrario, hemos sufrido un Estado Oligárquico, con una retórica liberal, sostenida en principios pseudo republicanos, es decir, la retórica es republicana, liberal,  pero la praxis es pura dictadura fascista.

Los grupos herederos del poder colonial son los mismos que fundaron la segunda república, los padres de la Reforma Liberal, son los mismos fundadores del Partido Liberal y Nacional. Pero no son los membretes políticos los que determinan su discurso, son sus actos, orientados a mantener el poder heredado. La Reforma Liberal no es otra cosa sino la entrega de la nación al capital extranjero y el origen del Estado corrupto que se alarga hasta nuestros días. Los factores perturbadores y destructivos del progreso, el comportamiento fraudulento que lesiona de gravedad los intereses nacionales, siempre han sido los mismos. En el caso de Honduras, esos factores se correlacionan perfectamente con la perniciosa visión colonial enquistada en los grupos de poder ligados a la hacienda; los ganaderos y terratenientes, ahora vinculados al capital financiero y agroexportador.

Manuel Zelaya Rosales es de este mismo origen oligárquico, la diferencia es que tiene un mayor respeto por su propia herencia liberal, se inclina y obedece el manual de la Democracia. Es decir que Manuel Zelaya es un político liberal que se sale del esquema pernicioso de los perturbadores de la democracia.

Su único pecado, por el que pagó con la defenestración del cargo, fue intentar una consulta popular para construir mayor fuerza ciudadana como factor de poder democrático.
En esta visión reside su fuerza aglutinadora. Su vocación profundamente democrática ha despertado muchas aspiraciones en distintos sectores marginados y eternamente desplazados del poder, entre ellos la misma izquierda hondureña, que ha visto en Manuel Zelaya Rosales la oportunidad de plantear, sin temor, sus propuestas de corte socialista.

Manuel Zelaya Rosales ejerce en Honduras el más completo poder hegemónico en la esfera política de oposición. Su astucia para generar pueblo, para unificar distintos sectores sociales marginados y opuestos al Estado Oligárquico lo convierten en el más feroz y claro enemigo de una de las oligarquías más peligrosas y abusivas del continente. Eso para los grupos de poder, pero para la inmensa mayoría de las masas marginadas, Manuel Zelaya Rosales representa su inclusión, la expectativa de ver garantizados sus derechos humanos en una república que acate las mismas leyes, la misma retórica que ofrece el derecho a la libertad, a escoger y elegir a sus autoridades y a cuidar los recursos vitales de la nación.

Sin embargo, para el Estado Oligárquico, el desempeño de Manuel Zelaya Rosales no es menos que excelente, porque les permite un respiro, en una sociedad asfixiada, arrinconada contra el desafío de la historia, y por tanto, más expuesta y explosiva.





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