Un frío seco
Hoy perdí mi bufanda en Jesús de Otoro.
Hacía un frío seco, duro, como hielo.
Saqué mi mano, y el aire duro, como hielo.
No pensaba en mi bufanda, 
pensaba en mi nariz que estaba mucho más blanda. 
Sorbí el vino directo del pico de la botella, y el vidrio duro como
hielo.
Más tarde, en otro lugar, un telón de hielo duro,
de más o menos dos metros de espesor, impedía cruzar la calle;
y el viejo del carretón yacía congelado con sus bueyes, 
como un fresco monumento 
recién esculpido.
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