La poeta hondureña Karen Valladares firma autógrafos para los primeros lectores de su libro
Imagen de Ciudad Inversa, el libro de reciente publicación de Karen Valladares
Por
Jorge Martínez Mejía
Hace algún tiempo
escribí algunas líneas sobre CIUDAD INVERSA, cuando en la Editorial Grado Cero
La Cartonera logramos coser a mano 50 ejemplares para poder llevar alguna
muestra de la nueva poesía hondureña a la ciudad de San José y Vásquez de
Coronado, en Costa Rica; y Acapulco, en Guerrero, México. Fueron líneas
apresuradas. Pero entre ellas persistían dos ideas: Una, que se trata del
testimonio de una mujer hondureña del siglo XXI; otra, que la poesía, por lo
menos aquí, en el país donde vivimos, no existe.
Yo he tenido la
suerte de seguir la trayectoria poética de Karen Valladares al menos desde hace
unos seis años. Tiempo suficiente para admirar su fuerza creativa, su calidad de mujer y sobre
todo, su honestidad poética. Aunque su trayectoria aún comienza, el peso de su
trabajo es indudable en el enriquecimiento de la literatura hondureña.
En esta ocasión tan
especial en que nos reunimos para darle la bienvenida a la segunda edición de
Ciudad Inversa, a cargo de la Liga de la Justicia Editores, de la hermana
república de Chile, tengo interés en señalar algunas claves de la poética de
Karen Valladares.
Una de ellas es que
la poética de Karen Valladares se sigue sosteniendo en el grado cero de la
escritura señalada por Roland Barthes, otra, indudablemente, es que sigue
marcándose como uno de los textos poéticos de la postmodernidad en Honduras; en
el sentido de que se trata de un texto notable de nuestro tiempo.
En CIUDAD INVERSA
se pueden encontrar algunas de las claves de lo que puede ser uno de los rumbos de la nueva poesía hondureña de este
siglo.
En este sentido,
podemos iluminar al menos tres líneas conceptuales que subyacen en su poética:
La pesadez, la lentitud y la precisión.
En CIUDAD INVERSA,
la autora nos señala la sensación de estar bajo la inmensa tapa de una
individualidad reflexiva, ensimismada, en la que desde su propio interior se
percibe la irrupción de un yo que se niega a la pesada carga del mundo en que
subsiste. Se trata de sensaciones o percepciones de fastidio, aburrimiento,
incomodidad, tedio y cansancio. La sensación de pesadez no sólo es una emoción,
un sentimiento, es una estrategia narrativa en la que todo lo exterior cae
sobre la conciencia como una lápida aplastante, que asfixia y enajena, que roba
el sentido de placer y ralentiza todo movimiento. Algunos de los poemas serán
entonces piezas en las que el encierro, la somnolencia y la lentitud se
sobrepondrán a cualquier intento de producir deleite contemplativo o sentido
lúdico fantástico.
La lentitud
La percepción de lo
inmóvil, del remanso del tiempo, la tardanza del cambio, la apatía y languidez,
la inanición, el sentido de abandono, la superficialidad de las cosas y el
sentido del encierro; todo lo detenido en su esencia de inmutabilidad se
entrelaza. Se trata de una forma de narrativa en la que el tiempo en que
transcurren las cosas y las situaciones permanece estático, sin velocidad y
todo adquiere la sensación de lo inútil. Sin embargo, en el fondo del
planteamiento del tiempo narrativo subyace el deseo de desabrochar cinturones y
abrir las ventanas, pero no se puede salir a ningún lado, ya sea por la
insistencia de la lluvia o porque los cables del tendido eléctrico son una
amenaza latente. Nada se expande, todo se contrae, se encoge y aprisiona,
asfixia.
La precisión
Se trata del uso adecuado del material poético, de las palabras que producen la imagen con eficacia engendrando una sensación nítida de un sentimiento en que la opresión es descrita de manera persistente y precisa. La figura es la enumeración, la aliteración
Se trata del uso adecuado del material poético, de las palabras que producen la imagen con eficacia engendrando una sensación nítida de un sentimiento en que la opresión es descrita de manera persistente y precisa. La figura es la enumeración, la aliteración
Aunque sé que el
origen del texto no responde a un diseño preconcebido, a una construcción
deliberadamente pensada para causar una impresión prescrita, y que la misma
diagramación del libro ha significado un esfuerzo especial de La
Liga de la Justicia Editores para ofrecer una línea inteligente y
cómoda para el lector; la verdad es que lo memorable de CIUDAD INVERSA no
reside en ningún procedimiento del diseño, sino en la espontaneidad, en los
distintos matices que Karen ha generado al describir una geografía de su
espiritualidad, en los distintos rincones de un mapa del interior de su
imaginario.
Esta honestidad,
esta manera de mostrar los distintos compartimentos de su memoria es lo que
despierta en el lector inteligente esa sensación de estar no ante un libro de
ficciones poéticas, sino ante una confesión, ante un testimonio vital para el
que la belleza misma de la palabra seguirá siendo nada más un subterfugio, un
artilugio accesorio. Sólo la franqueza y la honestidad con el lenguaje propio,
con la propia voz alcanzada con esfuerzo nos permiten acercarnos a la mirada
misma de la poeta en esta CIUDAD INVERSA.
La precisión en la
obra de Karen no reside en la pulcritud del verso, sino en la honestidad de
mostrarnos su esencia de mujer, que es la esencia de la mujer hondureña del
siglo XXI. Por eso su lenguaje se aleja de la retórica y la decadente perorata
poética de lo sublime.
En esta
construcción de la geografía de su imaginario, la estrategia empleada por Karen
es la observación del detalle de su
entorno, la visibilidad en grandes acercamientos a una ventana desvencijada, al
polvo del ropero, a su falda cuadriculada de niña de la escuela, a las manos
rugosas de la abuela; en fin al ejercicio de su memoria sensorial.
La invitación a
visitar CIUDAD INVERSA no tiene el propósito de hacerles sentir el cómodo
confort de una poética que satisfaga la molicie y la banalidad literaria, sino
de escudriñar el tedioso y alambicado horror de la rutina como una de las formas
más comunes de la muerte de la mujer hondureña en esta CIUDAD SIN VERSOS, que
descubran la esencia de nuestras existencia.
Ciudad Inversa no es una obra perfecta, pero
apesta a la verdadera ciudad en que vivimos.