Un salón de paredes suntuosas y magníficos muebles, al interior de un palacio en Bagdad.
A Las
Mil y Una Noches, colección de leyendas orientales de autor ANÓNIMO pertenece
esta breve y perfecta narración fantástica, traducida de la selección de Bennet
Cerf, quien utilizó la versión de Richard Burton.
Vivió cierta vez en
Bagdad un hombre rico, que perdió todo su caudal y quedó tan desposeído que
sólo trabajando duramente podía ganarse la vida. Una noche se acostó a dormir,
abatido y pesaroso, y vio en sueños a un personaje que le decía:
—En verdad, tu fortuna
está en El Cairo. Ve allá y búscala.
Y el hombre se puso en
camino del Cairo. Pero a su arribo lo sorprendió la noche y se acostó a dormir
en una mezquita. Más tarde, por designio de Alá Todopoderoso, entró en la
mezquita una banda de malhechores, que a través de ella penetraron en la casa
vecina. Mas los propietarios, perturbados por el ruido de los ladrones,
despertaron y dieron la alarma. Y en seguida acudió en su ayuda, con sus
hombres, el jefe de policía.
Huyeron los ladrones,
pero el Wali entró en la mezquita y encontrando allí dormido al hombre de
Bagdad, lo prendió y le hizo dar tantos azotes con varas de palma, que casi lo
dejaron por muerto. Arrojáronlo después a la cárcel, donde estuvo tres días.
Cumplidos los cuales, el jefe de policía mandó buscarlo y le preguntó:
—¿De dónde eres?
Y él respondió:
—De Bagdad.
Dijo el Wali:
— ¿Qué te trae al Cairo?
Respondió el de Bagdad.
—En un sueño vi a Uno
que me decía: "Tu fortuna está en El Cairo. Ve a buscarla". Mas
cuando llegué al Cairo, descubrí que la fortuna que me prometía eran los
varazos que tan generosamente me habéis dado. El Wali se rió hasta dejar a la
vista sus muelas del juicio.
—Hombre de poco ingenio
—dijo—, tres veces he visto yo en un sueño a alguien que me decía: "Hay en
Bagdad una casa, en tal barrio y de tal aspecto, y tiene un jardín en cuyo
extremo hay una fuente, y bajo ella una gran suma de dinero sepultada. Ve y
tómala". Pero yo no fui; en cambio tú, por tu poca cabeza, has viajado de
un lado a otro, dando crédito a un sueño que no era más que ocioso engaño de la
fantasía.
Y le dio dinero,
diciéndole: —Con esto, regresa a tu país.
Y el hombre tomó el
dinero y emprendió el regreso. Pero la casa que el Wali le había descrito era
la propia casa que el hombre tenía en Bagdad. Y cuando estuvo en ella, el
peregrino cavó bajo la fuente de su jardín y descubrió un gran tesoro. Y así,
por gracia de Alá, ganó una maravillosa fortuna.
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