POR JUAN ALDABALDETRECU
No se fíen
ustedes de las apariencias estéticas de la bonhomía, a menudo tapan volcanes. Y
como volcán rumiando lava entra Ernesto Cardenal en la estancia, debajo de la
boina calada, detrás de su barba blanca, dentro de su camisa blanca, los dedos
de los pies nerviosos escapando de las sandalias de cura, aquejado esta tarde
de un raro mal: esa mezcla de ansiedad y fatiga típica de las biografías sin
desmayo.
Sin duda, Cardenal (Granada,
Nicaragua, 1925) es dueño de una de ellas. Poeta, sacerdote, teólogo,
traductor, escultor, ministro de Cultura del Gobierno sandinista de Nicaragua
entre 1979 y 1987, profeta irreductible de la Teología de la Liberación y de
sus miserias y, por tanto, enemigo sin remedio del Vaticano y sus grandezas, el
autor de El Evangelio en Solentiname enfila ya, a sus 87 años, la
lógica consciencia del todo fue, aunque jura y perjura que solo el
presente le interesa.
No parece exagerado decir que su
vida es una montaña rusa de euforias y desengaños: desengaño con la revolución
perdida –“Daniel Ortega no es ni de izquierdas ni sandinista, traicionó la
revolución”–, desengaño con sus jefes de Roma –“la Madre Iglesia traicionó el
Evangelio”– y desengaño con la desidia y la resignación del mundo ante la
injusticia –“¡estamos obligados a mucha más subversión!”–. Y de cuando en
cuando, alguna pequeña alegría, como el reciente Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.
La editorial Trotta acaba de
publicar el libro El cántico místico de Ernesto Cardenal, de Luce
López-Baralt, un replanteamiento crítico en torno a la dimensión mística del
escritor. No hay ira en Ernesto Cardenal con respecto a su pasado, aunque el
presente asegura que, en esta tarde calurosa de Madrid, el poeta anda cabreado.
Quería saber cuál es el estado de
ánimo actual de Ernesto Cardenal ante las cosas, ante la vida.
No entiendo.
¿Es capaz de mirarse desde fuera
y hacerse un autorretrato con lo que fue, lo que es, lo que será…?
Mmmm, no, no lo hago. No me gusta.
¿Mira al pasado? ¿Al futuro?
¿Solo al presente?
Solo el presente.
¿Por qué? ¿Borró su pasado? ¿Lo
aparcó y lo guardó en un armario?
Esa pregunta es muy difícil, ¿por qué me la hace?
Las fáciles no suelen tener mucho
interés…
Bueno, sí, pero yo ya no estoy para preguntas difíciles.
No se preocupe, cambiamos de
tercio. En 2009 recibió el Premio Pablo Neruda de Poesía, ahora le acaban de
dar el Reina Sofía. ¿Le gusta eso de los premios?
¡Pues el primero que recibí en mi vida fue el Pablo Neruda! Así que
cuando la presidenta de Chile me lo entregó en el Palacio de la Moneda, en el
discurso dije que me consideraba el poeta menos premiado de la lengua
castellana. Ahora ya no puedo jactarme de eso, porque he recibido dos premios.
Bueno, tampoco son muchos…
¿Y eso le duele?
No, bueno, me da lo mismo, no me interesa mucho recibir homenajes, más
bien me molestan.
Cuando me dirigía a nuestra cita,
venía pensando en lo mal que están las cosas para tanta gente. ¿Cabe decirle
algo nuevo que sirva para darle esperanza? ¿Tiene usted alguna idea?
Pues yo le diría lo que se ha dicho desde hace tiempo: el Evangelio, el
anuncio del reino de Dios, del reino de los cielos en la tierra. Y recordar de
nuevo lo que anunció el marxismo: una sociedad nueva, justa y sin clases. La
sociedad comunista perfecta… que viene a ser lo mismo que el reino de Dios en
la tierra. Yo no tengo otra cosa que predicar que el cristianismo y el
marxismo, que para mí son la misma cosa.
La sociedad comunista perfecta viene a ser el reino de Dios en la
tierra
¿Está la vigencia del marxismo
intacta para usted en 2012?
Si usted me pregunta si el marxismo fracasó, le diré que Chesterton,
escritor, humorista, inglés y católico, dijo que el cristianismo no había
fracasado… porque no se había puesto en práctica nunca. Yo digo lo mismo del marxismo,
que nunca se puso realmente en práctica.
O sea, que ninguno de los dos
principios fundamentales de su vida se han podido ver en marcha de verdad…
¡Ni de verdad ni de mentira! O puede que de mentira sí, pero de verdad
no…
¿No cree usted que el marxismo
incurrió en errores? O quienes lo trataron de llevar a la práctica…
Sí, y el cristianismo también, que tuvo horribles versiones: las
cruzadas, la Inquisición, los papas del Renacimiento…
¿Solo los del Renacimiento? ¿Y
los de los últimos tiempos?
Bueno, claro, esos son igualmente malos. Son malos. Algunos de ellos,
no todos.
Y sin querer ser malo, de entre
los malos, ¿cuál fue el más malo?
Mmmm… no sé, puede que…
Entre Wojtyla, que le echó a
usted la bronca nada más bajar del avión en su visita a Nicaragua, y Ratzinger,
¿con quién se queda?
Bah, son iguales. Ratzinger ha puesto en práctica las mismas políticas
pontificias del otro. Es igual que Wojtyla. O peor.
Revolución, Dios, poesía… ¿son
una misma cosa en su vida? ¿O tres versiones de algo supremo?
Para mí son lo mismo, sí. Revolución es lo mismo que predicaba Jesús.
Hoy hay teólogos que dicen que el reino de Dios que él predicaba era una
expresión semejante al concepto actual de revolución, es verdad. Una revolución
subversiva, que en el caso de Jesús fue lo que le llevó a la muerte.
Significaba también un cambio político y social. La juventud de hoy sigue
diciendo “otro mundo es posible”, y yo también lo creo, como lo creyó Jesús. Es
posible, y necesario. Y, como dice el obispo brasileño Casaldáliga, también
otra Iglesia es posible. Hasta hay quien dice que otro Dios es posible.
Y usted ¿Qué cree?
Que así es, claro.
Y usted ¿Qué cree?
Que así es, claro.
Porque para usted Dios no es uno,
unívoco, cerrado e indiscutible…
Así es.
Pueden ser varios…
Así es, sí. O puede no creerse en ningún Dios. Los ateos dicen lo mismo
que decían los cristianos primitivos, que también fueron ateos.
Es relativamente fácil
encontrarse con creyentes que preguntan que, si hay un Dios, ¿cómo es posible
que permita todo lo malo que ocurre en la tierra, que es tanto?
¡Porque hace tiempo que Dios renuncio a ser Dios! Se apartó y nos dejó
para que hiciéramos el cambio solos. Nos dejó en libertad y desapareció. Eso
explica el Holocausto y las demás aberraciones de la creación del ser humano.
Ha dicho, hablando de Cristo,
“subversión”. La subversión… ¿Falta eso en las sociedades modernas? ¿Estamos
obligados a no conformarnos, aunque no hacemos otra cosa que aceptarlo todo sin
protestar ni replantear?
Claro que sí. Si lees la Biblia, verás todo el tiempo a un Dios
subversivo. Jesús de Nazaret, lo mismo. Así que, en efecto, estamos obligados a
la subversión, pero… en cuanto a lo de creyentes o no creyentes, pues no es
solo eso que he estado diciendo antes de cristianismo y marxismo. También el
Islam… mire, hay un teólogo sufí del siglo XIII que dice: “Para llegar a La
Meca hay muchos caminos; si uno está en el Sur, La Meca está en el Norte. Si
está en el Norte, La Meca consiste en ir al Sur. O al Este, o al Oeste. Pues
para llegar a Dios, lo mismo. Hay muchos caminos.
Subversión, revolución, religión…
esos ingredientes conformaron la experiencia de Solentiname. ¿Queda algo de
aquello en pie? ¿Fue solo una utopía o Ernesto Cardenal de verdad creyó en
aquel tiempo que se podían cambiar las cosas?
La experiencia de Solentiname fue muy modesta. Acabó convertida en un
mito, pero en realidad no era más que una pequeña comunidad, bueno, casi una
comuna a la manera de los primeros cristianos. Éramos cristianos renovados de
la Teología de la Liberación, con una orientación marxista, y así interpretamos
el Evangelio. Una experiencia.
¿Por qué cree que la
Iglesia, así, con mayúscula, se ha puesto tan nerviosa siempre que han surgido
experiencias de ese tipo? ¿Es que le estaban tocando la finca más de lo debido?
La que se autodenomina la Madre Iglesia ha traicionado el Evangelio. El
Vaticano es algo muy diferente de lo que Cristo fundó con unos pescadores.
¿Es la revolución un concepto
defendible en el siglo XXI? ¿La prefiere a la evolución? Y me refiero a una
revolución que no descarte la violencia…
La revolución no tiene por qué ser violenta, puede ser pacífica. En
algunos casos no queda más remedio que recurrir a las armas. El papa Pablo VI,
que no era ningún extremista, declaró una vez en Colombia que ante una tiranía
evidente y prolongada era legítima la lucha armada. ¡Pero ya lo decía Gandhi!
Dijo que su pacifismo no habría sido posible en la Alemania de Hitler, y animó
a los hindúes a entrar en el ejército inglés para luchar contra el fascismo.
Es que la revolución pacífica,
esa que consiste en convencer, es más complicada. Convencer al otro y que te
convenza el otro, en estas nuestras sociedades tan seguras de sí mismas, es
complicado, ¿no?
¡Y lo que me está preguntando usted también es complicado, y no quiero
responder a cosas así de complicadas!
¿Qué recuerdos le quedan de su
paso por el Gobierno sandinista de Nicaragua? ¿La deriva emprendida por el
sandinismo de la mano de Daniel Ortega fue el gran desengaño de su vida?
Aquello me ocasionó un gran sufrimiento. Yo lo he llamado la revolución perdida, título del tercer volumen de mis memorias. Lo que hay ahora en Nicaragua no es revolución, ni es de izquierdas ni es sandinismo. Es una dictadura personal de Daniel Ortega, su mujer y sus hijos.
Aquello me ocasionó un gran sufrimiento. Yo lo he llamado la revolución perdida, título del tercer volumen de mis memorias. Lo que hay ahora en Nicaragua no es revolución, ni es de izquierdas ni es sandinismo. Es una dictadura personal de Daniel Ortega, su mujer y sus hijos.
¿Aquella experiencia demuestra
que quien tiene el poder por mucho tiempo se corrompe?
No es inevitable, pero sí demasiado frecuente, y desde luego es el caso
de Nicaragua.
¿Y en qué le ha ayudado a Ernesto
Cardenal la poesía?
Leí una vez una frase suya: “En mi poesía cabe absolutamente todo”.
¿Era una declaración de principios contra cierta poesía elitista, contra cotos
cerrados de exquisitez? Todo parte de las enseñanzas de Ezra Pound, que es
una gran influencia en mi obra, en el sentido de que en la poesía cabe todo y
todo es posible… como en la prosa. Si hay alguna originalidad en mi poesía,
radica ahí: en que me ha cabido todo.
Más allá del oficio del poeta, de
que usted ha trabajado escribiendo versos y los ha publicado y esos libros se
han vendido… ¿ha sido para usted la poesía una cierta vía de escape personal de
los problemas y las angustias?
De escape, jamás.
¿De salvación, o de búsqueda de
la salvación?
Ponga usted de búsqueda de la realidad.
Sin embargo, ya no lee poesía,
porque dice que no encuentra voces nuevas. Prefiere la ciencia. ¿Por qué?
Ya José Martí dijo eso: que prefería leer ciencia que poesía, y
eso que en su tiempo no había los descubrimientos científicos que después hemos
tenido. Sí, yo prefiero leer cosas relacionadas con esos descubrimientos que
están cambiando nuestra vida. Esos libros me están descubriendo la realidad.
Aunque la realidad cada vez es más misteriosa… ahora se ha descubierto que solo
una pequeña parte del universo es visible para nosotros, algo así como el nueve
por ciento, creo.
¿No debería eso convertirse en un
antídoto contra la prepotencia de muchos poderosos y la creencia de que el
género humano lo controla todo, siempre y en todo lugar?
Sí, pero para los poderosos y para todos nosotros. Para cualquiera.
Usted ha llevado a cabo talleres
de poesía con niños enfermos de cáncer. ¿Qué ha descubierto a través de ellos?
¿Qué le han dado?
Curiosamente, la leucemia, a los niños, les produce un gran poder
creativo y de expresión. Así que nos hemos puesto con estos niños a hacer
poesía… no digo escribir, porque algunos de ellos casi no pueden moverse. Los
que pueden escribir, escriben, y los otros dictan. Y han empezado a producir
poesía muy, muy buena, que cualquier poeta adulto podría envidiar. Ya hemos
publicado dos libros y preparamos el tercero. Además, esto supone una buena
terapia para esos niños y su enfermedad.
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Cortesía de Jorge Sagastume, escritor hondureño.
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