martes, 17 de enero de 2017

NUEVAS VOCES DE LA POESÍA HONDUREÑA: 3 POEMAS DE DARIELA TORRES



Dariela Torres, poeta hondureña



Dariela Torres es una de las jóvenes voces poéticas de Honduras que comienzan a poblar nuestro imaginario literario con  enorme potencia en el primer paso. Nació el 30 de octubre de 1995 en Tegucigalpa, Honduras. Estudia Letras, con orientación en Literatura, en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). La calidad de su trabajo, profundamente reflexivo y lírico, no se reduce a la narración de la vivencia personal, señala otros espacios, otros ámbitos donde el dolor se afinca y amenaza con devorarlo todo.

Para Poetas del Grado Cero, es una verdadera alegría compartir esta muestra de las nuevas voces de la poesía hondureña.




3 POEMAS DE DARIELA TORRES





LA DANZA DULCE





La danza dulce del dolor de querer
la despedida amarga larga tan larga
y ese morir en un verso
para amar en el otro.
¿Recuerdas? Tegucigalpa es el rostro triste de un payaso
que por las madrugadas carga con las pesadillas de la infancia.


Aquí no hay barcos amarillos jamás los construimos.

Traigo una risa de antaño
que me recuerda la imposibilidad de nuestros sueños
aún no he podido arrancarme la locura de los ojos
ni extraer todas las flores de mi pecho.

El jardín de la infancia
el dolor mordaz violando la inocencia de mis dedos 


¿Dónde está el barco amarillo que jamás construimos?


Contigo regresé al jardín
regresó mi inocencia robada
tus besos en mi frente borraron los recuerdos del mañana
Pero te vas sobre ese barco que jamás construimos
y con tu adiós regresa la danza dulce del dolor de querer.






LOS SIETE GOLPES
 






El dolor causa un sabor inusitado.


Mis palabras cayendo siete centímetros por segundo.
Los siete golpes de mi madre antes de dormir.
La ausencia de mi padre antes de dormir.


Conozco muy bien las profundidades de esta ciudad y no les tengo miedo.

Altercados con el tiempo,
quiero despertar otra vez,
levantarme de la muerte,
abrir los ojos para encontrar las flores
abrir los ojos para quemar mi sombra.

Quise abrazar el mundo pero los abrazos
se convirtieron en pequeñas cárceles donde habitan fantasmas.


En el tiempo de mi infancia no tenía demonios, ahora sí.

Quiero despertar otra vez y que las últimas flores sean mías.





                    
                   
HÁLITOS DE CIuDAD ENLOQUECIDA





Llena de rostros tristes
guardamos esperanzas junto a las marionetas
que danzan para la muerte
la imposibilidad de encontrar lugar o momento para permanecer consciente
conservar la realidad o el sueño
apartar la vida de la muerte. 



Hálitos de cuidad enloquecida
Ciudad rota
Ciudad jodida. 













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