sábado, 12 de diciembre de 2009

Cuentos de dictadores: El dictador enfermo, Parte uno


Por Ernesto Martínez


Enfermó el dictador aquella noche, flaqueó su salud mental, que era poca y desatendida. Nunca escribió nada, nunca inventó nada. De niño sólo escuchaba, taciturno, alelado y circunspecto. Su mayor lucidez la concretizó el día que decidió asociarse con un par de rufianes militares. “Un país puede caber en el puño de un hombre”, le espetó al sorprendido general. “Más si se trata de un pueblo ignorante, un pueblo bastardo, sin padre, un pueblo huérfano…”. “Si quisiéramos hasta podríamos cambiarle nombre a este país, hacerlo nuevo, hacerlo grande ¿Por qué no? Realmente es enorme y tiene mares. Ya quisieran otros tener nuestra riqueza”.


Enfermó el dictador aquella noche. Su padre, que no había muerto, sabía de su delirio y “Antes de que pase cualquier cosa mejor me voy a echar pulgas a otra parte”, dijo, y se largó. Yo lo conozco, había dicho antes, estando cerca se corre cualquier peligro. Y lo peor es que puede matarte y decir que es por tu bien. Aquí no hay vida, mejor me voy a echar pulgas a otra parte…


Tal vez sea necesario que la odiemos, dijo el dictador a solas, hay patrias mejores que ésta. Que todos la odiemos para nacer de nuevo. Y se durmió.